lunes, 20 de noviembre de 2017

LIBERARSE DE NUESTRO PASADO

Para que nos liberemos de nuestro pasado, es necesario que tomemos conciencia de que nadie en la Tierra está seguro de nada, y que todos tenemos limitaciones. Nuestro pasado no debe ser su traba. Consideremos  que nuestras equivocaciones, así como los límites que la vida nos impuso, son motivos para que crezcamos en la búsqueda de la felicidad. Las personas que por ventura nos hayan herido, deben ser colocadas a cuenta de auxiliares de nuestro proceso de crecimiento y de búsqueda de la felicidad. Ellas, en sí, no representan una amenaza ni son culpables. Son, o fueron, tan sólo instrumentos útiles para que nos  conozcamos más. Lo que ellas hicieron o hacen y que nos incomodan, debe ser analizado como algo que les permite conectarse a lo que internamente aún no está resuelto. Con ellas, no podemos  perder la oportunidad de descubrir nuestro mundo inconsciente, identificando los contenidos que favorezcan la ocurrencia de situaciones de sufrimiento con el fin de solucionarlas. No dejemos que el odio o la amargura nos impidan ser feliz. Esos son dos poderosos obstáculos para el amor y la paz. La felicidad pasa por el corazón sin amarguras. Recordemos que todo aquello que debemos a los otros como culpa por nuestro sufrimiento, apunta para algo en que aún no se resolvió. Cuando la angustia nos alcance, trayéndonos tristeza y melancolía, es necesario recordar del significado de lo que ella representa. Es necesario percibir que, la angustia que muchas veces nos ataca el alma, viene de la nostalgia de algo indefinido. Esa nostalgia que se transforma en angustia es la falta de confianza acrecentada de la inseguridad cuanto al propio futuro. Sentimos nostalgia de algo o de alguien que no sabemos donde, cuando o si al menos vamos encontrar un día. Sentir nostalgia, llorar por alguien que no podemos sentir a nuestro lado, nos convierte en seres emocionalmente vinculados al corazón de la persona querida. Eso, sin el desespero o la posesión, hace bien al alma. Es muy bueno sentir nostalgias y recordar a las personas que fueron parte de nuestro pasado y que momentáneamente están lejos de nosotros. Para las puertas del corazón no existen distancias. En el hilo de la nostalgia pasa la energía del amor que conecta corazones que se aman. Pero, no permanezcamos mucho tiempo en la energía de la nostalgia. Ella puede viciarlo y conducirlo a quedarse preso al pasado. Con la energía de la nostalgia hagamos  una oración en favor de las personas con quien hicimos la conexión emocional. Para liberarnos del pasado es preciso tener conciencia de que él no debe necesariamente ser olvidado, pero si colocado en otro nivel. No intentemos olvidarlo, sino recordarlo como una experiencia que tuvimos: sea buena o mala. Cuando fuese buena, debemos recordarla con alegría. Cuando fuese mala, debemos recordarla como aquello que algo nos enseñó. No nos  culpemos por lo que hicimos en el pasado o por lo que hacemos en el presente. Si lo hicimos, ya está hecho. Si todavía lo hacemos, no lo hagamos más y asumamos las consecuencias por ello. Recordar que los errores cometidos son lecciones aprendidas. El pasado culpable y que se desea olvidar representa el campo de la experiencia que se vivió, pero, no es la mancha eterna que nos mancha el alma. La mancha en nosotros es la ignorancia de creer que no tenemos derecho a la felicidad. No hay futuro sin pasado y todo pasado está revestido de ignorancia. No hay quien no haya vivido experiencias equivocadas. En la Tierra, nadie estuvo, o está, libre de vivir experiencias consideradas transgresiones al orden vigente. Transgresiones o no, tenemos que aprender a vivirlas conscientemente. Mirando hacia nuestro pasado tenemos, hoy, la claridad de ver que erramos, pero, en esa época, actuamos como sabíamos o teníamos condiciones. En el futuro evaluaremos lo que hacemos hoy y podremos también percibir las equivocaciones o lo que podría haber sido evitado. Arrepentirse de lo que se vivió es inevitable, pero el arrepentimiento sólo surge mediante la ampliación de la conciencia y de la capacidad de amar. Muchas cosas que nos sirvieron ayer no nos sirven hoy y eso evidencia que hoy somos mejores que ayer. La culpa impide que percibamos el movimiento de la vida con libertad y con el sentimiento de realización íntima. Nuestra ignorancia nos lleva a crear jueces implacables en la conciencia que, de hecho, no existen. Ellos son frutos de la educación, de la cultura y de nuestra ignorancia en nosotros mismos. Necesitamos colocar en la conciencia un Creador amoroso y benévolo, comprensivo y paciente, para que no nos castiguemos por tan poco. Tales jueces no son malos en sí, pero se transforman por cuenta de nuestra facilidad en darles el poder de comandarnos. No vivimos sin ellos, pero, les atribuimos un carácter absoluto. Muchas veces, nos sentimos culpables por no alcanzar ciertos deseos, creyendo que somos incapaces. Cuando, por ejemplo, un casamiento no resulta, por múltiples factores, es común que uno de los cónyuges se pregunte dónde fue que él erró, y lamente la pérdida. El equívoco puede pertenecer a cualquiera de ellos, pero, los factores que condujeron a la separación física o emocional están influenciados por valores personales y sociales. Un fracaso no debe representar la pérdida de la propia motivación de vivir. Representa una deficiencia en la estrategia utilizada para alcanzar la felicidad. En la próxima experiencia en aquel campo en que se fracasó, deberemos  utilizar otra estrategia. Pensemos también que necesitamos modificar nuestro deseo. Él podrá estar llevándolo exactamente para el lado contrario de nuestra propia búsqueda interior. El tipo de deseo y la forma de alcanzarlo no siempre están conectados adecuadamente. Recordemos que debemos sacar de cada experiencia algo de útil y bueno para sí mismo. Todo lo que les acontece es un camino andado que podrá ser repetido o no, dependerá de nuestra voluntad. Las situaciones adversas a enfrentar deben ser vividas en su momento y no de forma anticipada. Cuando eso ocurre, genera ansiedad la cual promueve infelicidad. Si sabemos que vamos a vivirlas, prepáremonos para hacerlo con equilibrio y de forma a extraer de ella lo mejor posible. Nunca nos olvidemos de que somos hijos del Altísimo y de Él recibimos el buen estigma de alcanzar la felicidad. Ella debería estar en nuestro presente y será nuestro futuro. En su trayectoria, desee el propio bien personal así como el de cualquier persona con quien se encuentre. Haga el bien cuando pueda, a cualquier persona que surja en su camino. No mire hacia el pasado hasta el punto de detenerse en él. Fije el presente y el futuro.
Ciertamente que la felicidad es una de las palabras que comportan interpretaciones diversas y de acuerdo con la situación en que cada persona se encuentra. Puede referirse tanto a un estado interno como externo. ¿Cómo alcanzarla sintiéndose en paz y satisfecho? Piense que tiene derecho a ella, pero, no ha sabido como percibirla. Sus valores, su forma de pensar, sus actitudes y sus pensamientos, no han conseguido traerle lo que más desea, que es realizarla.

No hay comentarios: