viernes, 20 de enero de 2017

VIDA DE JESÚS DICTADA POR EL MISMO CAPITULO XV 2ª PARTE

Yo soy el Mesías, hijo de Dios, y os anuncio que este templo se derrumbará, que no quedará piedra sobre piedra de vuestros edificios, una nueva Jerusalén se levantará sobre las ruinas  de la antigua;vuestros descendientes buscarán el lugar donde se ejercitaba vuestro poder y los fastos de vuestro orgullo se desvanecerán como una sombra.
Tanto que me decretéis honores como que me condenéis a morir, mi nombre sobrevivirá a los vuestros y la ley que traigo prevalecerá sobre la que vosotros predicáis sin cumplirla.
Hipócritas, que tenéis la boca llena de miel y el corazón lleno de ira y de odio. Déspotas, asesinos sin fe, vil majada de esclavos encadenados durante la noche, cueva infecta de bestias venenosas despreciable caterva de gente embrutecida y apestada, sois el mundo que está por terminar y yo predico un mundo nuevo, una tierra prometida, la verdad, la justicia y el amor. Intérpretes de un Dios vengativo, implacables proveedores de la muerte, la ciencia de la inmortalidad os dirá a todos, que Dios es bueno y que la vida humana tiene que ser respetada.
En medio de otros excesos del lenguaje, Jesús acusaba a los pobres de seguir una miseria envilecedora, sin combatirla con el trabajo y con el ahorro del trabajo. Deseáis la holgura y pasáis el tiempo en el ocio y en la ebriedad. Detestáis a vuestros patrones, pero envidiáis su fortuna, y si os encontrarais en su lugar, procederíais como ellos, porque no poseéis la fe que proporciona el coraje en medio de la pobreza, y la modestia en medio de la opulencia. Os quejáis del orgullo y crueldad de los ricos y yo os digo que vosotros tenéis el alma enferma y el espíritu pervertido, propio de las naturalezas bajas y celosas.
Los que entre vosotros comprenden la nada de las riquezas y el papel de los pobres, serán los primeros en el Reino de mi Padre; mas, lo repito, puesto que muchas veces lo he dicho: Muchos serán los llamados, pero pocos los elegidos. Baldón para los comerciantes de mala fe; el robo, bajo cualquier nombre que se le cubra, es una falta ante las prescripciones más elementales de la ley divina. Tan sólo la restitución y la caridad pueden descargar la conciencia del depositario infiel,
del mercader desleal, del falsario, del hombre ambicioso e injusto.
Pecadores de todas las condiciones, hombres de todos los tiempos, la moral se encierra en estas palabras: Haced a los demás lo que quisierais que se os hiciera a vosotros.
«¡Atrás, traficantes de las cosas santas en el templo del Señor!».
La casa de mi Padre es una casa de oración y vosotros la convertís en una cueva de ladrones.
Salid, salid os digo, de este lugar de paz y de retiro. Los sacrificios de carnes son impíos; la plegaria es un perfume del alma, un grito del corazón, un arrepentimiento del espíritu, que los ruidos del mundo no podrán acercársele sin alejarlo de Dios.
¡Ay de vosotros y de todos los que torcerán de su verdadero objetivo las obras del Creador! ¡Ay de vosotros y de todos los que conviertan la devoción en un medio para adquirir fortuna temporal!.
La voz de Jesús tomaba entonces una entonación vibrante y sus ademanes se volvían amenazadores. En ninguna época de su vida de apóstol encontró tanta amargura en su alma y tanta indignación en su espíritu al revelar las vergüenzas de la humanidad, armándose en contra de ella con las prerrogativas que le daban su misión y la ciencia divina.
Sois débiles y feroces. A la ignorancia de la juventud añadís la perversidad del orgullo, del avaro, del ambicioso, del disoluto, del asesino.
«¡Peleáis por la gloria ajena! ¿Qué es esta gloria?». Una espantosa demencia, un monstruos asesinato.
«¡Adoráis un dios! ¿Quién es este dios?».
Una imagen formada por espíritus en delirio, un ídolo a menudo furioso, siempre fácil para tranquilizarlo, accesible a todas las quejas, dispuesto a todas las concesiones. Un ídolo vestido con vuestros mismos vicios. Los altares de vuestro dios están inundados de sangre y vosotros le dedicáis
hasta sacrificios humanos.
¡Ah! ¡Me causáis horror! Me empeño por adelantar el momento de mi muerte, sabiendo bien que ella será dolorosa, y que después yo me veré libre de vuestro parentesco, rota una hermandad que me es odiosa, y entraré en la gloria de mi Padre.
Pondréis en desnudez mi cuerpo, para alegrar vuestras miradas, someteréis a la suerte mis ropas para que pueda decirse que nada mío habéis dejado a mis siervos. Éstos desaparecerán y moriré abandonado por los hombres, puesto que está dicho: el Mesías morirá ignominiosamente; el Cielo y la Tierra guardarán silencio.
No creáis que yo tengo temor a la muerte; más bien me asusta vuestro porvenir. No penséis que yo abrigue las intenciones de librarme de vuestros odios, mas comprended y recordad esto: Yo volveré después de mi muerte. Los que me reconozcan serán perdonados. Le corresponde al hijo de Dios levantar al pecador y bendecirlo, de facilitar el arrepentimiento y de proteger a los débiles.
Hermanos míos, la palabra de Jesús se hace sentenciosa y profética a medida que él se va acercando hacia el término de su vida terrestre, al mismo tiempo que sus afirmaciones se ven, mayormente libres del temor por las persecuciones y por las preferencias de su espíritu a favor de los desheredados. Anunciando él mismo la resurrección de su espíritu y prometiendo su participación en los progresos de la familia humana, dictaba su sentencia de muerte. Sus amigos, desde luego demasiado tímidos y descorazonados por la confusión de los espíritus, se sintieron impotentes ante esta terrible imputación.
Se ha declarado Dios. Todos lo han oído. Tiene que morir.
Determinemos la confusión de los espíritus y hagamos distinción entre los partidarios y defensores de Jesús. Los partidarios de Jesús amaban al hombre y habrían querido salvarlo del peligro inherente a las prerrogativas del Mesías. Los defensores de Jesús deducían con pruebas su superioridad y las demostraciones como apóstol; mas esta superioridad cada uno la explicaba a su modo y la lógica resultaba sacrificada a menudo ante el espíritu de partido y de disputas.
Los unos ignoraban la doctrina que le había proporcionado a Jesús sus más hermosas definiciones de la grandeza de Dios y lo tomaban por un Ser sabio, cuya vida había transcurrido en el estudio de las leyes orgánicas y de las dependencias de éstas. Admiraban el ardiente profesor de moralidad tan pura, mas rechazaban todo cuanto les parecía salir del círculo de los descubrimientos permitidos a la inteligencia del hombre. El destino humano después de la muerte corporal era para ellos un
misterio que nadie podía penetrar. Atacando este misterio yo me convertía en reformador ante sus ojos, sosteniendo mis convicciones me volvía en un fanático para aquellos que no estaban en condiciones de comprenderme. Otros conocían las fuentes de mi ciencia, pero no reconocían a esta ciencia el poder de establecer demostraciones tan absolutas y tachaban de orgullosa pretensión mis alianzas de espíritus con espíritus más elevados.
Los primeros tenían la franqueza de sus opiniones, los últimos mezclaban a la consagración de un hecho innegable, las reticencias de espíritus estrechos y celosos.
Los defensores reales de Jesús eran al mismo tiempo sus partidarios más instruidos.Hemos nombrado a José de Arimatea, Nicodemo, Marcos y Pedro. En los últimos días que pasé en Betania, Pedro y José recibieron de mí instrucciones definitivas respecto a lo que tenían que hacer después de mi muerte. Demostrar mi mensaje divino a estos dos depositarios de mi última voluntad era mi constante preocupación. Que desmerezcan no más en el cumplimiento de su misión, decía yo, pero que estén convencidos de mi resurrección espiritual, y esta doctrina, endeble como ellos al principio, se consolidará. ¡Oh, sí! El porvenir tendrá la cosecha de todo lo que yo recogí y puse en evidencia. El porvenir verá a nobles espíritus combatir lo que yo he combatido y poner en práctica lo que enseño, y yo me convertiré en su apoyo como los que me llevaron la delantera lo hicieron conmigo, a fin de dar perseverancia a la acción, la calma y la fuerza en medio de los vendavales».
Hasta otro día que seguirá la vida de Jesús tan emocionante como es y tan hermosa.

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