jueves, 3 de diciembre de 2015

VIDA DE JESÚS CONTADA POR EL MISMO CAPITULO XV 2ª PARTE

Sigo con este interesante relato que es la vida de Jesús, con tanto amor, como el que le tengo a mi gran amigo ¡Jesús!
A María de Magdala no la quería solamente mi madre, todos mis discípulos y las mujeres venidas de Galilea también la querían. Marta, Simón, la joven María, notaban en ella las sólidas condiciones de la mujer desengañada y cansada de los placeres mundanos, al mismo tiempo que descubrían en ella el semblante resplandeciente por la gracia y suaves condiciones de alma. María de Magdala era más instruida que la mayor parte de los que me rodeaban. Ella me era deudora del desarrollo de su espíritu y de la seguridad de su juicio, pero aún antes de habernos encontrado, ella poseía ya más conocimientos de los que poseían en general las mujeres de ese tiempo. María hubiera sido completa sin la concentración de su alma hacia una persona, si bien amaba no obstante a Dios con sinceridad. ¡Pobre humanidad!.
Propuse a mi madre que me siguiera a Betania, para que no les ofreciera a mis hermanos un apoyo con su presencia, puesto que no veía en ellos el propósito de seguirme. Puse de este modo un fin a nuestras penosas reuniones.
Mi madre me tenía más cariño a mí que a sus otros hijos. La elevada opinión que ella concibiera respecto a mi destino, cuando mi tío Jaime quiso participar de mis fatigas y de mis peligros, sirvió para exaltar ese sentimiento hijo de los cuidados e inquietudes que le había proporcionado el más endeble y menos simpático de los miembros de su numerosa familia.
Después de nuestra última entrevista en Nazaret, mi madre alimentaba un sólo deseo: salvarme de la muerte. El descubrimiento que ella hizo del profundo afecto de María, le proporcionó una esperanza a la que asoció todos los demás medios personales que consideró útiles para su propósito. ¡Madre infeliz! Cien veces más infeliz que si hubiese comprendido desde el principio la inutilidad de sus esfuerzos. ¡Mártir humilde! Mártir, cuyo martirio fue cien veces más cruel que si hubiese
aceptado, como una orden de Dios, la renuncia y la separación. Hermanos míos, la expansión de un alma en Dios no basta para darle la suprema comprensión de la fe, y mi madre, mi tierna madre, toda llena de las teorías de una religión imperfecta, no podía, a pesar de su confianza en mí, hacer tabla rasa de todo lo que había creído y practicado hasta entonces.
La libertad del alma se adquiere mediante la fuerza intelectual del espíritu. Por fuerza intelectual no entiendo las aptitudes más o menos pronunciadas para el estudio de las ciencias exactas, sino el impulso positivo de la idea hacia la solución de tal o cual problema colocado en el campo de lo infinito; entiendo que la fuerza intelectual del espíritu, se alimenta con el deseo ferviente de conocer los orígenes e imprimiéndole el sello de una voluntad inalterable de avanzar siempre y más. Rechazar una creencia que se apoya tan sólo sobre viejos prejuicios y erróneas referencias para abrazar una fe radiante de verdad, en medio de un cielo de luz fascinadora e infinita, es un hecho que no puede producirse sino con el derrumbe de las aspiraciones materiales; con la absorción del principio terrestre del espíritu efectuado por el principio espiritual del mismo espíritu. Es entonces que se rompen las ligaduras del alma y que ella, en posesión de su libertad, sigue al espíritu que se
encuentra en posesión de sus fuerzas.
Dios no se revela al alma que, aunque amante, resulta la esclava de un espíritu que obra únicamente por solicitaciones y no por propia ciencia y conciencia. Dios, pues, no se revelaba sino a medias a la mujer piadosa, pero ignorante de las fatigas que llevan hacia las delicias de la fe, de esa fe sin contradicciones y sin terrores, que se cierne por encima de los peligros y sonríe en medio de las torturas, que recibe luz de la faz divina para llenar todos los deberes, devorar todas las humillaciones, ir hacia todos los heroísmos.
Si mi madre hubiese hecho más fácil mi misión con su fe, hermanos míos, me hubiera ahorrado una gran amargura durante las luchas de mis últimos días, entre los recuerdos de la vida que huía y las promesas de la vida que se aproximaba. Si mi madre y María de Magdala se hubieran asociado con toda la plenitud de la fe dentro de mis creencias, mi espíritu se hubiera mantenido a la altura de mi familia espiritual, en cambio la tendencia carnal de esos amores debilitó mis fuerzas y preparó mi debilidad sobre el madero del sacrificio. Mi fe no se ha doblegado. Cuando la fe se establece sobre la realidad demostrada materialmente, no puede debilitarse; pero la naturaleza humana humillaba tan profundamente al espíritu agitado bajo la presión de las fantasías contradictorias, que tenía que hacer un esfuerzo para reconquistar esa libertad tan querida y tan necesaria para un apóstol de Dios.
La dependencia de los espíritus aumenta en relación con la inferioridad del mundo en que habitan, y agrego que a pesar de las luces espirituales y de la fuerza intelectual de un espíritu, él tiene que sufrir más o menos deplorablemente por las sombras arrojadas sobre su ideal y por los asaltos dados a sus convicciones en un mundo en que todas las creencias religiosas se traducen tan sólo con demostraciones referentes al pasado, al porvenir, al presente y al honor del espíritu. La familia de los hombres se compone de alianzas sin homogeneidad y sin fuerza colectiva para alcanzar su objetivo. Estas alianzas se convierten en lamentables pruebas para los espíritus honrados con la elevación alcanzada en la jerarquía moral e intelectual.
En el ejercicio de su libertad, el espíritu encuentra la calma necesaria para su  fe, el ardor para las concepciones atrevidas y la decisión para dirigir su obra. Pero, ¿puede acaso esta libertad ser completa y duradera? ¡Desgraciadamente, no! No, puesto que la triste dependencia entre los espíritus, los une, y esa unión debe existir para el establecimiento de la justicia de Dios, en los mundos en que la destrucción delas especies inferiores, por otras especies superiores, señala una marcha progresiva
hasta llegar al hombre; en los mundos en que la enorme desproporción de los espíritus entre sí, proviene de causas laboriosamente definidas por la ciencia que aplicamos, ciencia que reconoce la inmutabilidad de las leyes naturales. Ahora, constituyendo una ley de este mundo, la dependencia material para los espíritus, nadie puede eludirla, y el espíritu superior que se encuentra de paso aquí, conquista una libertad provisoria o se entristece en la esclavitud de su voluntad. Las debilidades de la fe son inherentes a toda creencia sostenida mediante concesiones de la razón. Las debilidades en la fe, constituyen motivos de constantes esfuerzos para todos los que practican una religión sin comprendedla. El fanatismo, que consiste en una fe ardiente privada de razón, debe considerársele como una enfermedad del espíritu. La fe verdadera jamás se separa de la razón. Ella señala una personalidad convencida de los atributos divinos y esta personalidad se ve obligada a doblegarse
ante los deberes que de ello le resultan.
Cualquiera que sea la causa directriz del deber, ella es el resultado de luchas, de claudicaciones y de faltas anteriores del espíritu; y los deberes futuros del mismo espíritu se constituirán del mismo modo, sobre la base de sus medios actuales. Tan sólo muy lentamente, la naturaleza humana puede desprenderse de sus tendencias carnales, pero la fe verdadera proporciona el empuje del coraje, la perseverancia en las empresas y el desprecio por los peligros. El estudio de los deberes se hace cada
vez más fácil, la materia se desgasta al conquistar nuevas posiciones el espíritu, y éste se eleva de etapa en etapa hasta el aniquilamiento de la materia. Hermanos míos, la fe verdadera honra la inteligencia laboriosa que ha recorrido diversos senderos, en los que se ha hecho de protectores. La fe verdadera es el premio de todos los espíritus ancianos, cuyo adelanto intelectual no se ve deprimido por la decadencia moral.
Termino por hoy, la 2ª parte de esta vida tan importante como es la  vida de Jesús que siempre esta en mi corazón y estoy muy  orgullosa de ello.