domingo, 31 de marzo de 2013

DEPRESIÓN 1ª PARTE

Enfermedad de todos los tiempos
¿La depresión es una dolencia solamente de nuestros tiempos? No. La depresión es una enfermedad tan antigua como el hombre. Si recorremos algunas páginas de la historia encontraremos,
en todas las épocas, hermanos nuestros presentando un comportamiento típico de los depresivos.
A la luz de la reencarnación, nosotros podremos ser los depresivos de la historia, ahora inmersos en un nuevo cuerpo, para una nueva experiencia, en busca de la liberación definitiva, como además, consta expresamente en la pregunta 132 de El Libro de los Espíritus.
Job, uno de los tantos personajes bíblicos, es uno de los ejemplos más clásicos.
Poseía esposa, hijos y empleados, así como amigos y respetabilidad, y muchos bienes materiales, tales como bueyes, asnos, ovejas, camellos, y en una cierta altura de su existencia, los perdió prácticamente a todos.
Más allá de esa pérdida - que puede ser una de las causas de la depresión -, Job enfrentó adversidades, enfermedades e incontables aflicciones. Cuenta la historia de este personaje que
él, que resistió por cierto período, terminó abatiéndose, para caer en una profunda depresión, maldiciendo a la vida y deseando la muerte, conducta ésta que, como se verá en un capítulo
apropiado (V: consecuencias), es muy común entre los portadores de tal enfermedad.
En el capítulo tres de su libro, versículos 20 al 22, Job llega a exclamar: "¿porqué se da luz al miserable, y vida a los amargados de ánimo, que esperan la muerte, y ella no viene: y cavan en
procura de ella más que de tesoros ocultos; que saltan de alegría y se entusiasman encontrando la sepultura?"
También en el colegio apostólico de Jesús encontraremos dos personajes que presentan, en algunas circunstancias, un comportamiento típicamente depresivo. Ellos son: Pedro y Judas Iscariotes.
Pedro, como narran las Escrituras, negó que conociese a la persona del Maestro, cuando éste era juzgado.
Este apóstol presenta otra causa de depresión cual es el sentimientode culpa a causa del error practicado, negando que conociese al Amigo. Mateo, narrando el episodio, comenta la actitud
de Pedro: "y al salir de allí, lloró amargamente."
Aislarse y llorar amargamente, por lo común, es típico del depresivo.
Judas, a su vez, y según las narraciones evangélicas, habría vendido al Amigo. Como resultado del error (la misma causa de Pedro), que lo llevó al remordimiento, Judas presenta una de las más graves consecuencias de la depresión: el suicidio, como es narrado por Mateo.
Por ser una enfermedad de todos los tiempos, la depresión está presente en los días actuales, y se puede afirmar que son muchos los depresivos célebres y se suman, por millones, los enfermos
que yacen en el anonimato. Son tantos los depresivos en los tiempos modernos, que algunos llegan a afirmar que la depresión es la dolencia del siglo.

¿cuántos son los depresivos?
Algunas estadísticas refieren que los depresivos serían alrededor del 10% de la población mundial. Otras, indican que por lo menos el 15% de esa misma población, en un momento cualquiera de sus vidas, podrán contraer ese mal. El Espíritu Juana de Angelis, a través de la psicografía de Divaldo Pereira Franco, asevera que la Humanidad posee, por lo menos, 100 millones padeciendo la enfermedad que estamos tratando.
Si consideramos las poblaciones encarnada y desencarnada, llegaremos a un número aún mayor. La Espiritualidad Superior afirma que la Tierra posee, considerando los dos planos, una población que supera los veinte billones de espíritus. Si se hace una proyección de las estadísticas, que involucre a los  y a los desencarnados, se concluye que el número de depresivos alcaencarnadosnza cifras alarmantes. Esto es así, porque el alma podrá proseguir enferma después de la desencarnación o muerte.

¿quién podrá contraer la depresión?
En principio, personas de todas y cualquier condición, pueden contraer tal molestia.
De esta forma, esta enfermedad puede afectar a niños, adolescentes, jóvenes, personas en la madurez de la vida y también ancianos.
Asimismo, puede también afectar a ricos y pobres, cultos e ignorantes, encarnados y desencarnados, blancos, negros, amarillos; en suma: hijos de todas las naciones.
De este modo y en principio, ninguna persona, sea cual fuera su condición, está libre de padecer este terrible mal.

¿cuánto tiempo puede durar una depresión?
La depresión puede perdurar por toda la encarnación y acompañar al espíritu desencarnado en su retorno al mundo espiritual y aún es posible que el espíritu desencarnado y con depresión, retorne
para una nueva experiencia en la Tierra, portador de la enfermedad.
Demostrando que la depresión puede acompañar al espíritu por un largo período, vale la pena ilustrar con una historia, aquí resumida, narrada por Divaldo Pereira Franco en una de sus notables
conferencias.
Un hombre casado, se enamoró, profundamente, de una joven vendedora de ilusiones, que frecuentaba la noche de Buenos Aires.
A pesar de ser dedicado a su esposa, por algún tiempo mantuvo esa relación afectiva-sexual con la joven, hasta que varias circunstancias la impulsaron a buscar una ruptura. Con ese propósito, la
joven dispone un largo viaje, fuera del propio país.
Todas las noches, -siempre los miércoles, que era el día en que ellos se encontraban, durante meses consecutivos-, el personaje de nuestra historia iba regularmente a la casa nocturna, en la esperanza,
siempre frustrada, de reencontrar a la mujer amada. A medida que el tiempo pasaba y la joven no retornaba, él entró en una profunda depresión, enfermándose rápidamente y debilitándose, al punto de desencarnar prematuramente.
Posteriormente, la joven retornó a Buenos Aires y se enteró del fallecimiento de su amado. Buscando una reacción y una readaptación a la nueva situación, ella traba contacto con el Espiritismo. Se convierte a esta Doctrina y se transforma sobremanera, y pasa a ser adoptaba por un matrimonio ilustre y respetable de la Argentina.
Años más tarde, perfectamente integrada ya a la conducta ética, ella se enamoró de un muchacho, casándose con él. No muchos años después, gana su primer hijo, un lindo y triste niño. Este niño, no obstante todo el empeño de los amorosos padres y abuelos dedicados, era un ser invariablemente triste, raramente alegrándose profundamente. Era el amado de otrora que retornaba por los lazos sacrosantos de la paternidad, porque había sido incapaz de permanecer por más tiempo en el mundo espiritual. Como desease y necesitase reencarnar para lograr el reequilibrio, así como retomar el vínculo afectivo, que ahora tendría como objetivo la sublimación, él retorna, sin haberse recuperado de la depresión que lo había llevado a la desencarnación, reencarnando deprimido.
Juana de Angelis le informa a Divaldo que el niño no resistiría muchos años en el cuerpo, que desencarnaría relativamente joven, como consecuencia de la depresión alimentada intensamente en
los últimos años de su existencia anterior, sumándose los períodos de esa experiencia, de desencarnado y otra vez encarnado.
Se nota, pues, que la depresión es un estado emocional que puede acompañar al ser a donde quiera que él se encuentre, en el cuerpo o fuera de él, pudiendo reencarnar con depresión después de haber desencarnado en ese estado.
Finalmente, registremos que los estudiosos afirman que si una tristeza profunda persiste por dos semanas, sin indicio de recuperación, ya puede ser diagnosticada como una depresión clínica.

Subconsciente, consciente y súper consciente
André Luiz, en su obra En el Mundo Mayor hace comentarios excelentes sobre la Casa Mental, diciendo que poseemos apenas un cerebro, que se divide en tres regiones distintas, que son: el subconsciente, el consciente y el súper consciente. Él compara la Casa Mental a un castillo constituido de tres pisos. En el primer piso, está situado el subconsciente; en el segundo, el
consciente; y en el tercer piso, se encuentra el súper consciente.
En el sistema nervioso, dice el querido médico espiritual, tenemos el cerebro inicial, o subconsciente. El subconsciente representa y o contiene:
· El repositorio de los movimientos instintivos;
· Lo profundo de la individualidad;
· El archivo de las experiencias;
· El registro de los pequeños hechos de la vida;
· La residencia de nuestros impulsos automáticos;
· El sumario vivo de los servicios realizados;
· El hábito y el automatismo, que viven en él;
· Representa y contiene el pasado, de ésta o de las anteriores
reencarnaciones.
El consciente, prosigue explicando André Luiz, se localiza en la región del córtex motor y también en la zona intermediaria entre los lóbulos frontales y los nervios. El consciente identifica:
· Las energías motoras para las manifestaciones imprescindibles en el actual momento evolutivo de nuestro modo de ser;
· Representa el domicilio de las conquistas actuales;
· En él se yerguen y consolidan las cualidades nobles que estamos edificando;
· En él residen el esfuerzo y la voluntad.
· Representa el presente.
En el tercer piso de ese castillo, se localiza el súper consciente, que se encuentra en los planos de los lóbulos frontales; este superconsciente, aún silencioso para la investigación científica
del mundo, que:
· Guarda materiales de orden sublime, que la criatura humana conquistará gradualmente;
· Representa la parte más noble de nuestro organismo divino en evolución;
· Representa la casa de las nociones superiores, indicando las excelencias que nos cabe alcanzar;
· En él, permanece el ideal y la meta superior a ser lograda;
· Representa el futuro.

miércoles, 20 de marzo de 2013

ESPÍRITUS ERRANTES DESTINO DE LOS NIÑOS DESPUÉS DE LA MUERTE


Separados del cuerpo físico, en el tránsito al Más Allá, el Espíritu reencarna; la mayoría
de las veces, después de intervalos más o menos prolongados. Esos intervalos pueden
durar desde algunas horas hasta algunos miles de siglos, sin que exista, en ese sentido, un
límite determinado. Pueden prolongarse por mucho tiempo pero nunca son perpetuos.
Durante esos intervalos queda en el estado de Espíritu errante, estado en que espera una
nueva reencarnación y aspira a un nuevo destino.
El hecho de no estar encarnado, sin embargo, no coloca al espíritu, obligatoriamente,
en la condición de errante. Errante sólo es el que necesita una nueva encarnación para
mejorar. El Espíritu que no precisa volver a encarnar para progresar, ya alcanzó el estado
de Espíritu puro. De este modo, en cuanto al estado en que se encuentren, los Espíritus
pueden ser: encarnados, que están ligados a un cuerpo físico;  errantes, que están
aguardando una nueva encarnación; y puros, que están desligados de la materia y sin
necesidad de volver a encarnar, pues han llegado a la perfección.
Conviene destacar que el estado de Erraticidad no es por sí solo, señal de inferioridad
de los Espíritus, debido a que hay Espíritus errantes de todos los grados. La reencarnación
es un estado transitorio, porque el estado normal es cuando están libres de la materia.
En ese estado de Erraticidad, los Espíritus no permanecen inactivos: estudian,
observan, buscan informaciones que enriquezcan sus conocimientos acerca de las cosas,
procurando el mejor medio de elevarse. Como observa León Denis:  la enseñanza
de los Espíritus acerca de la vida del más allá de la tumba nos hace saber que en el espacio
no hay ningún lugar destinado a la contemplación estéril, o a la beatitud ociosa. Todas
las regiones del espacio están pobladas por Espíritus laboriosos.
De este modo, en la condición de errante, el Espíritu puede mejorar mucho, al
conquistar nuevos conocimientos, lo que depende, naturalmente, de su mayor o menor
voluntad. Sin embargo, será en la condición de Espíritu encarnado que tendrá oportunidad
de poner en práctica las ideas que adquirió y realizar, en efecto, el progreso que está
buscando.
Gabriel Delanne nos recuerda: Los Espíritus son los constructores de su propio
futuro según la enseñanza de Cristo: A cada cual según sus obras.Todo Espíritu que
quede demorado en su progreso, solamente de sí mismo deberá quejarse, del mismo
modo que aquel que adelante, tiene todo el mérito de su proceder: la felicidad que conquistó
tiene por ese hecho más valor a sus ojos.
La vida normal del Espíritu se desenvuelve en el espacio, pero la encarnación se
produce en una de las tierras que pueblan el Infinito; ésta es necesaria a su doble progreso,
moral e intelectual: al progreso intelectual por la actividad que está obligado a desarrollar
por el trabajo y, al progreso moral por la necesidad que los hombres tienen unos de
otros. La vida social es el medio para evaluar las buenas y las malas cualidades.
¿Cómo explicar, no obstante, la situación del niño cuya vida material se interrumpe?
¿Y por qué ocurre esto?
Tal cual acontece con el de un adulto, el Espíritu de un niño que muere a temprana
edad, vuelve al mundo de los Espíritus. Y a veces, está más adelantado y con mayor
experiencia que un adulto, porque puede haber progresado en encarnaciones pasadas.
«La corta duración de la vida del niño puede representar para el Espíritu que la
animaba, el complemento de una existencia precedente, interrumpida antes del momento
en que debía terminar y su muerte, no es raro que también constituya una prueba o
expiación para los padres
El Espíritu cuya existencia se interrumpió en el período de la infancia vuelve a
comenzar una nueva existencia. Si el hombre tuviera una única existencia y si, al
extinguirse ésta su suerte quedara sellada para la eternidad, ¿cuál sería el mérito de la
mitad del género humano que muere en la infancia, para gozar sin esfuerzo de la felicidad
eterna y con qué derecho se hallaría exenta de las condiciones, a veces tan duras, a que se
ve sometida la otra mitad? Semejante orden de cosas no correspondería a la justicia de
Dios. Con la reencarnación, la igualdad es real para todos.
Con la experiencia vivida por el Espíritu de la criatura, sus padres son también
probados en su comprensión de la vida, o entonces, rescatan deudas contraídas en el
pasado.
Comprendemos, por lo tanto, que  el Universo entero evoluciona. Como los
mundos, los Espíritus prosiguen su curso externo, impulsados hacia un estado superior,
entregados a ocupaciones diversas. Progresos a realizar, conocimientos científicos por
adquirir, dolor por extinguir, remordimientos que calmar, amor, expiación, devoción,
sacrificio, todas esas fuerzas, todas esas cosas los estimulan, los impulsan, los arrastran a
la acción y, en esa inmensidad sin límites, reina sin cesar, el movimiento y la vida. Al
impulso de gran la ley, seres y mundos, almas y soles, todo gravita y se mueve en la órbita
gigantesca trazada por la voluntad divina.

Expiaciones terrestres
Marcelo, el niño del número 4
En un hospicio de provincia había un niño de unos ocho a diez años en un estado difícil de
describir. No estaba allí designado sino bajo el número 4. Enteramente contrahecho, ya fuese por
deformidad natural, ya a consecuencia de la enfermedad, sus pierna retorcidas tocaban a su cuello.
Era tan flaco, que los huesos le agujereaban la piel. Su cuerpo no era más que una llaga y sus
sufrimientos atroces. Pertenecía a una pobre familia israelita, y esta triste posición duraba hacía
cuatro años. Su inteligencia era notable para su edad, y su dulzura, su paciencia y su resignación
eran edificantes.
El médico que le visitaba, movido a compasión por este pobre ser en cierto modo
abandonado, porque no parecía que sus padres fuesen a verle muchas veces, tomó interés por él y se
complacía en hablarle, encantado de su razón precoz. No solamente le trataba con bondad, sino que,
cuando sus ocupaciones se lo permitían, iba a darle lecciones y se sorprendía de la rectitud de su
juicio sobre cuestiones que parecían superiores a su edad.
Un día le dijo el niño:
-Doctor, tened, pues, la bondad de darme píldoras como las últimas que me habéis ordenado.
-¿Y por qué, hijo mío? -contestó el médico-, te he dado las suficientes y temo que mayor
cantidad te haga daño.
-Es que -replicó el niño-. sufro de tal modo, que por esfuerzos que hago para no gritar
rogando a Dios me dé la fuerza para no quejarme a fin de no molestar a los otros enfermos que
están a mi lado, tengo mucho trabajo en conseguirlo. Las píldoras me duermen, y entre tanto, no
incomodo a nadie.
Estas palabras bastan para demostrar la elevación del alma que encerraba aquel cuerpo
deforme. ¿Dónde había adquirido este niño semejantes sentimientos? No podía ser en el centro en
que había sido educado, y por otra parte, en la edad en que empezó a sufrir, no podía todavía
comprender ningún razonamiento. Eran innatos en él, pero entonces, con tan nobles instintos, ¿por
qué Dios le condenaba a una vida tan miserable y tan dolorosa, admitiendo que hubiera sido creada
esta alma al mismo tiempo que este cuerpo, instrumento de tan crueles sufrimientos? ¡Oh, es
preciso negar la bondad de Dios, o admitir una causa anterior, esto es, la preexistencia del alma y la pluralidad de existencias!
El niño murió, y sus últimos pensamientos fueron para Dios y para el médico caritativo que
había tenido piedad de él.
Después de algún tiempo fue evocado en la Sociedad de París en 1863, donde dio la
comunicación siguiente:
“Me habéis llamado y he venido para que mi voz se oiga más allá de este recinto
impresionando a todos los corazones, que el eco que hará vibrar se oiga hasta en la soledad.
“Les recordará que la agonía de la Tierra prepara las alegrías del cielo, y que el sufrimiento
no es más que la corteza amarga de un fruto deleitable que da el valor y la resignación. Les dirá que
sobre el pobre lecho donde yace la miseria están los enviados de Dios, cuya misión es enseñar a la
Humanidad que no hay dolor que no se pueda sufrir con ayuda del Todopoderoso y de los buenos
espíritus. Les dirá también que escuchen los lamentos mezclándose a las plegarias, y que
comprendan de éstas la piadosa armonía, tan diferente de los acentos culpables del lamento
mezclado con la blasfemia.
“Uno de vuestros buenos espíritus, gran apóstol del Espiritismo, ha tenido a bien dejarme
El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo - Allan Kardec
este sitio esta noche. Asimismo debo deciros algunas palabras del progreso de vuestra doctrina.
Debe ayudar en su misión a aquellos que se encarnen entre vosotros para aprender a sufrir. El
Espiritismo será la mira indicadora. Tendrán el ejemplo y la voz, entonces se cambiarán los
lamentos en gritos de alegría y en lágrimas de gozo.”
1. San Agustín, por el médium, el cual se comunica a menudo a la Sociedad.
P. ¿Parece, según lo que acabáis de manifestarnos, que vuestros sufrimientos no eran
expiación de faltas anteriores?
R. No eran una expiación directa, pero estad seguros de que todo dolor tiene su causa justa.
El que habéis conocido tan miserable fue hermoso, grande, rico y lisonjeado, tuvo aduladores y
cortesanos, fue vano y orgulloso. En otro tiempo fui muy culpable. He renegado de Dios y hacía mal
a mi prójimo, pero lo he expiado cruelmente, primero en el mundo de los espíritus, y después en la
Tierra. Yo he sufrido durante algunos años solamente en esta última y corta existencia, aquello que
se puede sufrir en toda una existencia completa hasta la extrema vejez. Por mi arrepentimiento he
encontrado gracia ante el Señor, que se ha dignado confiarme muchas misiones, de las cuales la
última os es conocida. La he solicitado para acabar mi depuración.
Adiós, amigos míos, volveré algunas veces entre vosotros. Mi misión es consolar, no
instruir, pero hay muchos aquí cuyas heridas están ocultas, que se regocijan con mi venida.
Marcelo
Instrucción del guía del médium:
¡Pobre ser en sufrimiento, miserable, y ulceroso y deforme! ¡Cuántos gemidos hacía oír en
el asilo de la miseria y de las lágrimas! Y a pesar de su niñez, ¡cuán resignado estaba, y cómo su
alma comprendía ya el fin de los sufrimientos. ¡Conocía que más allá de la tumba le esperaba una
recompensa por tantos lamentos ahogados! ¡Así como rogaba por aquellos que no tenían, como él,
valor para soportar sus males, rogaba también particularmente por los que se dirigían al cielo
blasfemias en lugar de oraciones!
Si la agonía fue larga, la hora de la muerte fue terrible. Sin duda se retorcían los miembros
convulsos y mostraban a los asistentes un cuerpo deforme, rebelándose contra la muerte. Era
aquella la ley de la carne que quiere vivir cuanto puede, mas un ángel se cernía encima del lecho del
moribundo y cicatrizaba su corazón. Después se llevó sobre sus blancas alas aquella alma tan
hermosa que se escapaba del cuerpo pronunciando estas palabras: ¡Gloria a vos, oh, Dios mío!
Y esta alma, elevada hacia el Omnipotente, exclamó venturosa: Heme aquí, Señor, me
habéis dado por misión la de aprender a sufrir: ¿He soportado dignamente la prueba?
Y ahora el espíritu del pobre niño ha tomado sus proporciones. Corre el espacio yendo al
débil y al pequeño y diciendo a todos: esperanza y valor. Desprendido de toda materia y sin
mancha, está ahí cerca de vosotros.
Os habla, no con su voz lacerada y doliente, sino con varoniles acentos.
Os ha referido: “Los que me han visto han mirado al niño que no murmuraba, logrando por su
ejemplo tener calma para sus males, y sus corazones se han afirmado en la dulce confianza en Dios.
He ahí el fin de mi corto tránsito en la Tierra.”

miércoles, 13 de marzo de 2013

EN ORACIÓN


En la víspera de la partida del Señor, rumbo a Sídón, el culto del Evangelio, en la residencia de Pedro, se revistió de justificable melancolía. Las actividades del estudio edificante proseguirían, pero el trabajo de la revelación, de algún modo, experimentaría interrupción natural.
La lectura de conmovedoras páginas de Isaías fue llevada a cabo por Mateo, con visible emotividad; sin embargo, en esa noche de despedidas nadie formuló cualquier indagación.
Intraducible expectativa se reflejaba en el semblante de todos.
El Maestro, por sí, se abstuvo de cualquier comentario, pero, al terminar la reunión, levantó los ojos lúcidos al Cielo y suplicó fervorosamente:
Padre, enciende Tu Divina Luz en torno de todos los que Te olvidaron la bendición, en las sombras de la caminata terrestre.
Ampara a los que se olvidaron de repartir el pan que les sobra en la mesa harta.
Ayuda a los que no se avergüenzan de ostentar felicidad, al lado de la miseria y del infortunio. Socorre a los que no recuerdan de agradecer a los bienhechores.
Compadécete de aquéllos que duermen en las pesadillas del vicio, transmitiendo herencia dolorosa a los que inician la jornada humana.
Levanta a los que olvidaron la obligación del servicio al prójimo. Apiádate del sabio que ocultó la inteligencia entre las cuatro paredes del paraíso doméstico.
Despierta los que sueñan con el dominio del mundo, desconociendo que la existencia en la carne es un simple minuto entre la cuna y el túmulo, frente a la Eternidad.
Levanta a los que cayeron vencidos por el exceso de confort material.
Corrige a los que esparcen la tristeza y el pesimismo entre los semejantes.
Perdona a los que recusaron la oportunidad de pacificación y marchan diseminando la rebeldía y la indisciplina.
Intervén a favor de todos los que se creen poseedores de fantasioso poder y suponen locamente absorberte el juicio, condenando a los propios hermanos.
Despierta las almas distraídas que envenenan el camino de los otros con la agresión espiritual de los gestos intempestivos.
Extiende manos paternales a todos los que olvidaron la sentencia de muerte renovadora de la vida que tu ley les grabó en el cuerpo precario. Esclarece a los que se perdieron en las tinieblas del odio y de la venganza, de la ambición descarriada y de la impiedad fría, que se creen poderosos y libres, cuando no pasan de esclavos, dignos de compasión, delante de tus sublimes designios.
Ellos todos, Padre, son delincuentes que escapan a los tribunales de la Tierra, pero están marcados por Tu Justicia Soberana y Perfecta, por delitos de olvido, delante del Infinito Bien...
A esa altura, se interrumpió la rogativa singular.
Casi todos los presentes, inclusive el propio Maestro, mostraban lágrimas en los ojos y, en el alto, la Luna radiante, en plenilunio divino, haciendo incidir sus rayos sobre la modesta vivienda de Simón, parecía clamar sin palabras que muchos hombres podrían vivir olvidados del Supremo Señor; sin embargo, el Padre de Infinita Bondad y de Perfecta Justicia, amoroso y recto, continuaría velando...