miércoles, 31 de octubre de 2012

EL ESPÍRITU NO RENACE NI MUERE


que nos han sido concedidas para utilizar nuestro libre albedrío.
La Tierra es un inmenso taller de perfeccionamiento para los
seres encarnados, cuya evolución es infinita, y en cada una de
nuestras existencias temporales, las astrales como las terrenales,
se escribe una página en la historia de nuestro Espíritu inmortal.
Nuestro planeta es aún un mundo nuevo, envejecido por la
Es verdad que el Espíritu se reencarna, pero no nace, no
crece, no envejece y no muere; es el cuerpo físico el que nace,
crece, envejece y finalmente muere. El Espíritu es un reflejo de
la inmensa Luz de su Creador, que ilumina todo el Universo, y
no puede ser destruido porque es eterno.
Cuando el Espíritu ya puede existir como entidad libre,
continúa subordinado a las leyes de Dios, pues aunque sea un
Espíritu eterno y disponga de su libre albedrío, jamás deja de ser
un servidor de su Creador.
El Espíritu se manifiesta de forma temporaria, por medio
de su cuerpo físico, que es su instrumento de trabajo en el
aprendizaje y en el ambiente en que tiene que vivir. En sus
múltiples existencias aprende el significado y la importancia que
tiene para nosotros, el pecado y la virtud, el bien y el mal, la
salud y la enfermedad, lo cierto y lo equivocado, lo inferior y lo
superior. Para distinguir y valorar la importancia de estos
conocimientos, el Espíritu tiene que vivir repetidas existencias,
sólo nos cabe dar un giro rápido a nuestro rumbo, cambiar
nuestra forma de vida para evitar mayores sufrimientos.
Para poder tener un nuevo cuerpo físico, el Espíritu debe
extender su periespíritu en forma disminuida, hasta acoplarse en
el útero peri-espiritual de la futura madre encarnada. Es así
como se consigue que el cuerpo físico en formación, reúna las
condiciones más parecidas a las que el Espíritu necesita para su
nueva vida. El gameto masculino, en su recorrido instintivo en
dirección al óvulo, se convierte en un detonador psíquico, una
especie de “eslabón” o “conmutador automático”, que funciona
en su esencia ectoplásmica, ligando el mundo espiritual con el
mundo físico.
Después del acoplamiento del cuerpo fluídico del Espíritu
reencarnante, situado en el útero de la madre, gradualmente recibe
los fluidos indispensables para la vida física y la constitución
molecular propia de la Tierra.
Este proceso de reducción del periespíritu para poder
acoplarse a la forma fetal en el vientre espiritual de la futura madre,
es más o menos largo, según el estado evolutivo en que se
encuentre el Espíritu.
El Espíritu se somete en el Más Allá, a un proceso lento
para reducir su periespíritu, hasta alcanzar la forma fetal
apropiada para acoplarse en el vientre peri espiritual de la
madre. El Espíritu ya trae consigo su molde invisible, el cual se
reduce en el útero y se rellena de sustancia física hasta el límite,
para desarrollar su crecimiento, sin que pueda sobrepasar el
molde o matriz peri-espiritual, que ya existía antes de la
formación del cuerpo físico.
Después de la gestación física en el vientre de la mujer, la
criatura nace en el plano físico, realizando la materialización de
su periespíritu reducido anteriormente antes de la gestación.
Después del corte umbilical, el Espíritu continúa desenvolviendo
su periespíritu hasta el límite trazado por su propio
compromiso espiritual individual.
El Espíritu despierta gradualmente con su envoltura, hasta
alcanzar su configuración primitiva, que tenía antes de encarnar.
Cada existencia humana es una nueva experiencia que a través
del cuerpo físico tiene el Espíritu.
La naturaleza gradúa proporcionalmente la unión del
Espíritu con su cuerpo físico, por medio de tiempo controlado y
conocido como infancia, juventud, madurez y vejez. Pero así
como se puede extinguir la vida de una lámpara eléctrica, ante la
sobrecarga de un alto voltaje, los raciocinios contradictorios y
emociones, los sentimientos violentos y vibraciones negativas,
que por diversas razones recibe el Espíritu durante su existencia,
puede afectar la cohesión molecular del cuerpo, alterar el
sistema nervioso, desarmonizar las colectividades microbianas y
provocar graves enfermedades cuando esa alteración ultrapase la
resistencia y capacidad que posee el organismo afectado.
Es necesario tener conocimientos, una mente clara y una
creencia firme y segura para poder vivir en un mundo tan
materializado, contaminado y aparentemente tan injusto como
éste y no contaminarse, ni dejarse influenciar por la negatividad
que existe. Si queremos evitar las enfermedades mencionadas,
tenemos que reunir estas condiciones, es decir, saber vivir en un
mundo negativo, sin dejarnos contaminar por él.
El Espiritismo tiene los argumentos y esclarecimientos
para que la realización de este importante cambio, en nuestra
forma de vida, sea mucho más fácil.
El ser humano, hace muchos siglos que vive condicionado
a los dogmas, tabúes y creencias cultivadas y promovidas por las
organizaciones religiosas que sólo trataron de atemorizar a sus
fieles, pero nada les aclararon con respecto a la vida del Espíritu
después de la muerte del cuerpo.
El ser humano necesita librarse de las sombras causadas
por los misterios religiosos y los preconceptos  de la sociedad
humana que le impide o dificulta, ejercer el derecho que tiene
para investigar y conocer la verdad.
La mente humana debe renovarse definitivamente de sus
viejas y viciadas creencias religiosas, para aceptar y comprender
los nuevos conceptos de la Religión Universal.
Es verdaderamente difícil para el hombre liberarse de sus
viejas y tradicionales creencias, admitir nuevos conceptos
desconocidos y abandonar la dirección de los sacerdotes con sus
templos. La nueva doctrina le parece extraña y aparentemente
dudosa, porque es una idea nueva que pertenece a un nuevo
movimiento espiritualista, destructor de las viejas y cristalizadas
tradiciones. Es una decisión difícil para el hombre, dejar una
creencia conocida, con su mundo divino de apariencia tierna y
feliz, para aceptar sobre sus hombros toda la responsabilidad de
su destino, bueno o malo. Por esto es tan difícil abandonar las
convicciones religiosas del pasado, porque aún influyen en
nuestros sentimientos, los misterios y milagros que alimentaron
nuestra fe primaria.
Los cristianos son los hombres que siguen los preceptos y
enseñanzas de Jesús, los “ Críticos” son las almas universalices
e integrados al metabolismo del Amor Divino, que se encuentra
exceptuado de preconceptos y convenciones religiosas.
Jesús era un Crítico y los hombres que le seguían se
decían cristianos. El cristiano sólo admite el Evangelio de Jesús,
el Crítico vibra bajo el Amor latente en todos los códigos
espirituales, divulgados por los diversos instructores del Cristo.
El Espiritismo es una doctrina codificada para la divulgación
popular de la realidad espiritual. Le cabe efectuar determinadas
correcciones en el dogmatismo y creencias supersticiosas
de las religiones, rechazando los símbolos, fórmulas misteriosas,
liturgias, y el uso de objetos utilizados para la adoración, para
que sus adeptos tengan un rápido conocimiento de la realidad
espiritual, desconocida hasta ahora por ellos.
Mientras las religiones pierden su tiempo en ceremonias
litúrgicas, los espíritas conseguimos aprovechar mejor el tiempo,
estudiando y trabajando en nuestra transformación interior, para
acercarnos cada vez más a la realidad espiritual.
El Espiritismo no es un competidor más en las discusiones
y desentendimientos religiosos del mundo; es una doctrina, un
ideal nuevo que puede unir a todos los hombres interesados en
conocer la realidad y autenticidad de su naturaleza espiritual. El
Espiritismo tiene el deber de divulgar su consolador mensaje
espiritual para el esclarecimiento del ser humano. Es una
doctrina codificada por Allan Kardec para liberarnos de las
supersticiones, milagros, dogmas y preconceptos religiosos, pero
lo más importante es preparar a la humanidad para que
comprenda este mensaje y esté preparada para los cambios y
acontecimientos que se avecinan. El mundo espiritual está
movilizando todos los recursos posibles para que estos
acontecimientos no sean demasiado dolorosos, para ello es
necesario que los seres humanos acepten la existencia del
mundo espiritual y la supervivencia del Espíritu inmortal. Esta
creencia no nos calma el dolor, pero nos fortalece y nos da
fuerzas para soportarlo, no nos libra de la muerte, pero sí del
pánico y el miedo que ella nos produce, porque sabemos que la
muerte sólo tiene su efecto en el cuerpo físico. Nuestro ser
pensante, nuestro Espíritu, continúa viviendo en un mundo
mejor, en el mundo de la verdad.
La principal función de los centros espíritas es la de iniciar
a sus adeptos hacia una vida superior, intentando elevar su
frecuencia religiosa para enseñarles todo aquello que está más
allá de su comprensión y capacidad espiritual.
Los espíritas que se estacionan en las prácticas espiritistas
que se realizaron en el siglo XIX, negando el progreso realizado
hasta hoy, ignorando los mensajes y consejos de espíritus de
indiscutible elevación, que nos revelan nuevas formas de vida y
un conocimiento más claro y convincente del mundo espiritual;
estos espíritas que aún con el estudio de los libros y las nuevas
revelaciones continúan fanatizados queriendo dirigir los destinos
del plano espiritual, seguramente son los católicos del pasado,
que rechazando los ídolos de su antigua religión no se liberaron
del fanatismo religioso. Cambiaron el rótulo religioso, pero se
mantienen bajo la misma frecuencia espiritual y la misma
obstinación de antaño; siendo incapaces de adaptarse al
concepto universalista del Espiritismo. Subliman sus viejas
creencias, sustituyendo a los sacerdotes por los médiums; las
imágenes de los santos por los líderes espíritas consagrados; el
agua bendita por la fluidificada; los rezos por las oraciones
extensas; las bendiciones por los pases, la misa de los domingos
por la irradiación a los desencarnados; los milagros de la Iglesia
por las curas mediúmnicas, y las exequias católicas por los
discursos junto a la tumba de los hermanos fallecidos.
Hay que aplicar la libertad espiritual enseñada por Allan
Kardec, y, como el Espiritismo es deliberadamente contrario a
cualquier culto, ceremonia, idolatría u obligación religiosa, los
espíritas debemos interpretarlo y vivirlo así. El Espiritismo
simplificó las enseñanzas complejas de Oriente acerca de la
reencarnación, de la ley de consecuencias o ley de causa y
efecto, exponiéndolas de forma fácil y precisa, sin las sutilezas
iniciáticas, ni los simbolismos tan complejos, propios de la
capacidad mental de los adeptos de aquellas remotas épocas. La
revelación y el conocimiento de la vida inmortal del Espíritu, no
se dará de un modo instantáneo y milagroso, sino que se
producirá a través del estudio, investigación y transformación
del espirita, conseguida con su trabajo y esfuerzo.
Muchos espíritas aún están confundidos ante los cambios
que deben hacer, tienen miedo de conocer otros movimientos o
principios doctrinarios, que en verdad se apoyan en los mismos
fundamentos y las bases del Cristianismo. Tales dudas y recelos
crean un estancamiento mental que estos espíritas no podrán
vencer hasta otra existencia futura.
La Tierra es una escuela de educación espiritual primaria,
que sólo libera a sus alumnos después que aprobaron todas las
materias existentes. Los espíritas saben que no hay privilegios ni
preferencias en el camino de la evolución espiritual. Por esto
cuando el espírita conoce la verdadera realidad de la vida
inmortal, se encuentra ante un problema capital de su actual
existencia, porque al mismo tiempo entra en conflicto con su
conciencia, con los instintos primarios del animal y la imperante
necesidad que tiene su Espíritu de elevarse para vivir en un
mundo mejor; esto lo impulsa y le da fuerza para la lucha, hasta
convertirse en un vencedor de sus propios instintos. En estas
circunstancias tiene que elegir entre el “cielo” y el “infierno”,
pues tiene que desintegrar la personalidad del “hombre viejo”
para que nazca el “hombre nuevo”, con un sistema nuevo de
vida y cambiando el rumbo de su camino. No se puede cambiar
la forma de vida de un planeta, sin antes rectificar la conducta y
los sentimientos de la humanidad que viven en él. El ambiente
moral y social de la Tierra aún es muy primario, y las
modificaciones fundamentales de este ambiente dependen
esencialmente de mejorar el patrón espiritual de sus habitantes.
Desgraciadamente ya está muy limitado el plazo para los
reprobados que quieren una nueva oportunidad, es decir, una
nueva existencia; esto cada día es más difícil porque ya están
llegando espíritus en mejores condiciones, para integrarse en la
nueva humanidad que tiene que poblar la Tierra, ya reformada.
El Espiritismo tiene que colaborar muchísimo para esclarecer a
los que estén interesados en estos momentos de transición,
popularizando las enseñanzas ocultas, dando a conocer el mundo
de los espíritus.
Los Espíritus Superiores nos dicen: es necesario distribuir
la literatura Espírita, tiene que ser conocida, para que los seres
humanos comprendan la realidad de la vida y de la muerte. El
libro Espírita es una luz esclarecedora y consoladora que debe de
llegar a los hogares de los más pobres, enfermos y necesitados.
Bajo la inspiración del mundo Superior, el Espiritismo está
destinado a cumplir esta importante misión.
Muchos hombres de cultura y científicos de renombre
universal, han divulgado el Espiritismo de forma apropiada y
convincente. Hicieron un elevado trabajo y una verdadera
contribución doctrinaria con el fin de impedir los excesos de la
imaginación y de las prácticas supersticiosas. Estos hombres
reencarnaron en la Tierra para cooperar en la elevada obra de
Allan Kardec, para liberarla de las supersticiones y misticismos,
y de las prácticas mediúmnicas perniciosas que confunden y
hasta obsesionan a los asistentes de ellas.
Hombres inteligentes como: Gabriel Delanne, Akasakoff,
León Denis, William Croockes, Oliver Lodge, Guillen, Cairbal
Shutel, Biten Court Sampaio, Becerra de Menezes, Cirne,
Amalia Domingo Soler, Miguel Vives, Fernández Colavida,
Francisco Cándido Xavier, y otros, prestaron al Espiritismo un
servicio digno y provechoso. Gracias a estos hombres, valerosos
y dedicados, el Espiritismo resistió las arremetidas capciosas del
clero fanático y se impuso respetuosamente, abierto a cualquier
investigación.
Kardec organizó y codificó la estructura del Espiritismo y
sus discípulos cuidaron de su cuerpo doctrinario, sin que sus
adversarios tengan la posibilidad de contestar o refutar a la
lógica de sus afirmaciones sobre la vida inmortal y la convivencia
con los espíritus. Nosotros los espíritas que tenemos este
conocimiento y convencimiento, debemos cuidar mucho de
nuestra actitud y pensamientos. Tenemos que ser humildes y
tolerantes para comprender a los demás, sin dejarnos influenciar
por los sentimientos negativos como la ira, los celos, el orgullo,
la envidia, etc.; estas vibraciones producen en el Espíritu,
formas con el pensamiento negativo, causando alteración en el
sistema endocrino, contraen la vesícula, atrofian el intestino,
producen congestión hepática, debido a la sobrecarga cardiaca o
ralentización circulatoria sanguínea.
La oración cuando es verdadera y sentida, es útil al cuerpo
físico, porque le transmite poderosas fuerzas espirituales y lo
defiende contra las vibraciones inferiores, proyectadas por otras
mentes mal intencionadas. La oración y la meditación es una
especie de centinela vigilante contra las influencias negativas.
Con la oración el hombre se fortalece y no se ve afectado ante
los impulsos inferiores, rechazando las explosiones de odio,
celos y orgullo. En cada órgano del cuerpo humano repercute la
carga negativa creada por nuestra mente, ya que acelera, retarda
y hasta paraliza las funciones orgánicas, pues, actúa en perfecta
sintonía con nuestra fuerza mental positiva o negativa.
La armonía que asegura una parte importante de nuestra
salud corporal, depende mucho de nuestro estado espiritual.
Cada ser humano crea para sí mismo la felicidad, desgracia,
sufrimiento o tranquilidad, en su vida.
Debemos de comprender y saber todos los que sufrimos
“injusticias” y enfermedades, que no existe una ley de castigo o
venganza, pero sí existe una ley de rectificación y consecuencias
para nuestro propio bienestar, las víctimas de hoy fuimos los
verdugos de ayer; somos enfermos sometidos a un riguroso
tratamiento, que si nos sometemos a él humildemente, nuestra
cura será más rápida y menos dolorosa, sin embargo, si nos
resistimos y nos revelamos contra el tratamiento, nuestra cura
será más larga y dolorosa, retardando nuestra recuperación
espiritual. Para conseguir este conocimiento, tenemos que creer
en la vida inmortal del Espíritu y comprender que la vida en el
cuerpo físico es necesaria para la evolución del Espíritu.
Estamos viviendo unos tiempos que se caracterizan por sus
exclusivas tendencias materialistas. El egoísmo individual y
colectivo, es el guía de todas las actividades. La cómoda y
clásica interpretación de la moral; la corrupción y confusión en el campo político y diplomático; el odio que existe entre razas y naciones; el estancamiento y la ineficacia de las religiones  positivas, por su evidente falta de claridad para reconocer la realidad del mundo espiritual, y la inmortalidad del Espíritu, y la  ley de vidas sucesivas o la ley de la reencarnación ya enseñada por Jesús, estas son algunas de las causas responsables de la  degeneración y el atraso moral de nuestra civilización
Con la llegada del Espiritismo ya se están aclarando y
descubriendo muchas verdades; esta doctrina es asimilada fácilmente
por los más humildes, porque anuncia una nueva era para
el futuro de la humanidad, un consuelo y una esperanza para los
desengañados.
El Espiritismo aporta las pruebas necesarias para creer en
la vida después de la muerte, y explica al mismo tiempo a través
de las comunicaciones de las entidades más elevadas, todas las
cosas relacionadas con la vida espiritual, hasta los límites
impuestos a los conocimientos humanos. El Espiritismo hará
renacer en las conciencias, la creencia en la inmortalidad del
alma, y los seres humanos consientes de esta verdad, tendremos
un conocimiento apoyado en pruebas irrefutables. Consecuencia
de esto, será un cambio en la forma de vivir y de pensar.
La comunicación de los espíritus tiene la gran virtud de
conmover a los seres humanos, y sin duda alguna, provocará una
total revisión en las creencias religiosas que hasta ahora han
recibido acerca de la verdadera naturaleza del hombre y su
destino futuro.
Es realmente sublime la filosofía Espírita enseñada por los
Espíritus Elevados, en sus comunicaciones con las mismas
enseñanzas que el Maestro Jesús nos dio en el maravilloso
Sermón de la montaña. La máxima del Evangelio: “Sólo por el
amor será salvo el hombre”, es la fuerza poderosa que sacará a
esta humanidad del abismo en que está sumergida y la
encaminará hacia su destino de progreso, para conseguir los
méritos necesarios y seguir viviendo en este mundo ya
renovado. Para esto es indispensable tener la convicción íntima
de su propia supervivencia, más allá de la muerte, pues ésta no
es más que un paso necesario para que el Espíritu siga su
camino de evolución, naciendo en la vida material y muriendo
de nuevo de regreso al mundo invisible, para nacer nuevamente
en otro cuerpo físico.
Siendo los responsables de nuestros actos, sembramos y
recogemos, pues somos los constructores de nuestro presente y
de nuestro futuro. Ésta es una ley inmutable que rige la vida en
este mundo y en todo el Universo.
Extraído del libro las verdades espíritas

jueves, 25 de octubre de 2012

LAS VERDADES DEL ESPIRITISMO 2ª PARTE


El nacimiento de Jesús fue el fruto de un matrimonio
contraído entre José y María. José era viudo y padre de cinco
hijos cuando se casó con María. Estos hijos pasaron a ser ante la
historia falseada, primos de Jesús. María era hija de Joaquín y de
Ana, de la ciudad de Jericó, y no tenía más que un hermano
llamado Jaime, dos años menor que ella.
Jesús nació en Belén, sus padres habían viajado hasta allí
por asuntos particulares, con el objeto de reanudar relaciones
comerciales; ésta es la verdadera historia sobre el nacimiento de
Jesús en Belén.
Los primeros años de Jesús transcurrieron como los de
todos los niños, hijo de un artesano acomodado. Era de un
carácter tímido y de una inteligencia avanzada.
Era costumbre de los habitantes de Nazaret encaminarse
hacia Jerusalén unos días antes de la Pascua, que se celebraba en
el mes de Marzo. Jesús tenía en esa época 12 años y acompañó a
su madre y a su hermano mayor que tenía 22 años, con el cual le
unía un especial cariño.
Allí conoció Jesús a José de Arimatea, buen amigo de
José, su padre. José de Arimatea era un hombre bueno, rico y
poderoso, muy respetado porque trataba de igual manera al rico
y al pobre.
Desde el primer momento José de Arimatea se interesó
mucho por Jesús, así que habló con su padre para que lo dejara a
su cargo, para instruirlo y prepararlo en condiciones, para ser un
buen defensor de la religión de Israel.
Cuando murió José, Jesús tenía 23 años y entonces se fue a
vivir con José de Arimatea, quien lo acogió como a un hijo.
Desde este momento empezó a comprender Jesús la misión que
tenía que desempeñar y el camino que debía seguir. Jesús recibía
la grandeza de la nueva luz, de la ley que él traía por inspiración
Divina, que significaba la renuncia y el sacrificio con el amor
recíproco que lo elevaron fuertemente hacia la comunión
universal, hacia la comunión con Dios. Su sacrificio fue de amor
en su más intensa expresión, amor hacia la humanidad, inspirado
por Dios que sostiene al Espíritu en sus debilidades humanas, en
el sacrificio y en la muerte.
Jesús fue paciente, amoroso, tolerante, comprensivo y
humilde con todos los que sufren, con los enfermos, con los
desheredados, con los pecadores y con las rameras, pero fue
enérgico con los mercaderes del templo, con los poderosos y con
los sacerdotes religiosos, que los acusó y desenmascaró sus
mentiras, y finalmente fue valiente enfrentando la muerte.
Él fue el Cristo y el Cristianismo empieza con Él; para ser
cristiano hay que divulgar sus enseñamientos y cumplirlos.
Fundó la Religión Universal que es la religión del amor, y Pedro
apóstol fue nombrado jefe de ella, Pedro fue la piedra angular de
esta religión, sin ninguna ortodoxia ni dogmatismo fanatizado.
Su doctrina es bien fácil y clara: “Ama al prójimo como a ti
mismo, y no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a
ti. “Descubrir el vicio y desenmascarar la impostura. Tomadme
como ejemplo; soy pobre, permaneced pobres; soy perseguido,
sufrid persecución; yo os digo: Que el Espíritu pertenece a Dios
y que el hijo debe abandonar al padre y a la madre antes de
infligir los mandamientos de Dios”.
Cierto día Gandhi hablando con un sacerdote inglés, amigo
suyo, le dijo: “yo he leído vuestra Biblia y lo más hermoso que
he leído en mi vida es el Sermón de la Montaña. Si los que se
dicen cristianos lo cumplieran yo también me haría cristiano,
pero no es así; y acabó diciendo: Siento un profundo respeto y
admiración por vuestro Cristo”.
Muchas personas me han preguntado en diversas ocasiones
qué religión era la mía y yo les he contestado; soy cristiano,
ellos sonriendo me han dicho: igual que nosotros, somos
católicos, yo les he dicho que no es lo mismo, ¿Qué diferencia
hay? Me han preguntado; y yo les he dicho: sólo una, el
Cristianismo es la verdad.
Ni Jesús ni sus apóstoles escribieron ningún evangelio, se
fueron transmitiendo relatos sobre su vida y sus palabras durante
varios siglos, y finalmente se fueron escribiendo en tal cantidad
que según algunos historiadores llegaron a existir hasta sesenta y
seis evangelios. Debo decir que a pesar de la diversidad de ellos,
la moral, la elevación y penetración del mensaje del Maestro,
nunca pudieron ser alteradas, hasta hoy se manifiesta en todos
ellos porque es un mensaje Divino y siempre será un camino de
luz para que lo siga la humanidad.
Todas las religiones son necesarias, todas han tenido su
época de esplendor; en un principio yo tengo que decir que no
soy antirreligioso, soy creyente y quiero decir de buena fe a
todos los responsables religiosos que dogmatizarse en el pasado
es la muerte. Todas las religiones tienen un principio de verdad
y esa verdad hay que revelarla de acuerdo con el progreso de la
humanidad. Yo no estoy en contra de ninguna religión, sino en
contra de los que las manipulan y las utilizan para sacar
provecho de ellas en beneficio propio. La religión católica ha
tenido en el pasado algunos periodos positivos, ha tenido en sus
filas espíritus de gran relevancia, como Francisco de Asís,
Teresa de Jesús, Joanna de Ángelis, Teresa de Calcuta y otros
miles de misioneros, hombres y mujeres, que han dado su vida
por amor a sus semejantes, siguiendo el ejemplo de Jesús. A
todos estos hermanos hay que respetarlos y rendirles homenaje,porque nos sirven de ejemplo como verdaderos cristianos al servicio de Dios y de Jesús. Yo digo como dijo Gandhi; si todos
los católicos fueran así, yo sería el más ferviente servidor del
catolicismo.
Jesús fue el fundador de la Religión Universal, la religión
del amor, del sacrificio y la renuncia, no fue el fundador de la
religión de la intolerancia, de las prisiones, de las hogueras y de
las guerras.
Jesús dijo a Cefas: no te preocupes por los cuidados que
son necesarios para la grandeza futura de nuestra empresa.
Ahora descansa sobre el Maestro y después descansará sobre ti
que eres la piedra fundamental de nuestro edificio. Cefas(Simon pedro) le
contestó radiante: “Maestro bendice la piedra fundamental y
jamás se vendrá abajo el edificio”.
Jamás salió de los labios de Jesús el mezquino juego de
palabras que se atribuyó a este hecho. El origen del nombre de
Pedro fue debido a la facilidad de comparación que proporcionó
en aquel momento, y seguidamente fue conocido como Pedro el
Apóstol de Jesús, fundador de la Religión Universal, ésta
materialmente pobre, resplandeciente de riquezas por sus
aspiraciones dulces y caritativas, fuerte y majestuosa, tierna y
paciente con todos, devota y responsable con todos sus deberes,
invencible por su elevación espiritual y eterna por sus ejemplos
de virtud.
Jesús les recomendó: “Depositad las ofrendas que os hagan
en los pobres, y sacudid el polvo de vuestro calzado para no
llevar nada de ellas a vuestra habitación”.
“La Religión Universal se manifiesta con la elevación del
pensamiento y el deseo de perfección. Las religiones humanas
exigen la fe, sin proporcionar el sentimiento de ésta, y contribuyen
para convertir al hombre en fanático e incrédulo”.
Después de la muerte de Pedro la persecución cristiana fue
disminuyendo; en pocos años se formaron comunidades, agrupaciones
e iglesias, que hacían diferentes interpretaciones de la
vida y enseñamientos de Jesús. En todas las provincias del
Imperio Romano había iglesias con sus respectivos obispos. En
Roma ya tenían un papa: San Silvestre I. La ambición de los
obispos era tan grande que estaban a punto de un peligroso
enfrentamiento. Entonces se decidió hacer el concilio de Nicea
en el año 325. Fue convocado por el papa San Silvestre y bajo la
ejecutora del mismo emperador Constantino. Este concilio
condenó la “herejía” de Arrió, éste negaba la divinidad de
Jesucristo y su consustancialidad con Dios.
Allí, en este concilio se aprobó el dogma: “Creemos en un
solo Dios, Padre todo poderoso, Creador de todas las cosas
visibles e invisibles, y en un solo Señor Jesucristo, el unigénito
del Padre, esto es, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz
de Luz, Dios verdadero, engendrado pero no creado, de la
misma naturaleza que el Padre, por quien todo fue hecho, en el
Cielo y en la Tierra, que por nosotros los hombres y por nuestra
salvación bajó del cielo, se encarnó y se hizo hombre, padeció y
resucitó al tercer día, subió a los cielos y volverá para juzgar a
vivos y muertos y su Reino no tendrá fin”.
Aquellos que dicen, hubo un tiempo en que Él no existía, y
Él no existía antes de ser engendrado, la Iglesia Católica los
anatematiza.
La adhesión fue general y entusiasta. Todos los obispos,
excepto cinco, se declararon prestos a suscribir dicha formula,
convencidos de que contenía la verdadera fe de la Iglesia
Apostólica. Los oponentes quedaron reducidos a dos; Teón de
Marmárica y Segundo de Tolomeo, que fueron exiliados y
anatematizados. Arrió y sus escritos fueron también marcados
con el anatema, sus libros fueron arrojados al fuego y él fue
exiliado a Llíria.
Las comunidades cristianas que seguían los enseñamientos
del Maestro; compartían sus bienes y trabajaban la tierra para
conseguir su alimento, todas sus puertas estaban abiertas para el
viajero que necesitaba un techo para dormir y un pedazo de pan
para cenar. Vivían como hermanos y cuidaban de los enfermos.
Por las noches comentaban los enseñamientos de Jesús y
confiaban en él. Estas comunidades, declaradas en herejía,
fueron perseguidas y exterminadas y los que pudieron salvarse
se refugiaron en las montañas.
Antes de seguir adelante quiero aclarar y descubrir una
gran confusión que ha utilizado la Iglesia Católica hasta hoy,
sobre el origen de Jesús y su familia.
Débora, hija de Alfeo, fue la primera mujer de José, con la
cual tuvo cinco hijos que se llamaron: Cleophas, Eleazar,
Cleofe, Matías y Débora.
En segundo matrimonio se casó con María y tuvo siete
hijos más, que se llamaron: el primero, Jesús y seguidamente,
Efraín, José, Elisabeta, Andrea, Ana y Jaime.
Esta es la verdad sobre la familia de Jesús y su nacimiento,
y esta verdad no lo desmerece en nada, por el contrario, tiene
mucho más mérito porque su elevación la ha conseguido con su
propio esfuerzo. No es Dios, porque Dios es inmaterial y no
puede materializarse, pero es Jesús quien lo representa aquí en
nuestro mundo; para nosotros es como si fuese Dios. Él es el
sublime peregrino que reencarnó en la Tierra, no para salvarnos
porque nuestra salvación depende de cada uno, pero sí se
sometió a una vida de sufrimientos en un mundo tan primitivo
como el nuestro, para enseñarnos el camino de nuestra salvación,
el camino de la verdad y de la vida.
También es necesario hacer una aclaración sobre la muerte
de Jesús, que también fue manipulada y revelada de manera
diferente:
La muerte de Jesús levantó muchas expectativas porque se
había corrido el rumor de que a los tres días iba a resucitar. Esto
hoy está desmentido científicamente, un cuerpo muerto jamás
puede tener vida, aunque se produjese un milagro, algo que
tampoco es posible.
“Jesús dijo: Yo no he venido para alterar la ley, sino para
cumplirla”. Este asunto preocupaba mucho a Pedro y a José de
Arimatea, temían que el populacho fuese a la tumba, sacaran el
cuerpo y lo profanaran. Así decidieron abrir la tumba durante la
noche y sacar el cuerpo y enterrarlo en un sepulcro distante de
allí, que había sido abandonado por sus propietarios.
Al día siguiente fue María a visitar la tumba y con
asombro vio que estaba abierta y el cuerpo había desaparecido.
Triste y llorosa regresaba, cuando vio ante ella a Jesús, en
Espíritu totalmente materializado. Ella lo reconoció y emocionada
de rodillas le dice: ¡Maestro! Él le da su mano la levanta y
le dice: María ve y cuenta lo que has visto.
María presurosa llegó al tabernáculo donde estaban todos
los apóstoles reunidos, y gritando con alegría les dice: he visto
al Maestro, ¡está vivo! Todos escuchaban con asombro y no
podían creer lo que María estaba diciendo. José de Arimatea y
Pedro que estaban allí se miraron significativamente, como
diciendo es mejor aceptar esta mentira que revelar la verdad. Y
así pasó a la historia.
Después cada uno lo ha utilizado de acuerdo con sus
intereses o convicciones.
esta segunda parte y habrá más es recogido el material del libro Las Verdades del Espiritismo

sábado, 20 de octubre de 2012

LAS VERDADES DEL ESPÍRITISMO

 NO EXISTEN LAS PENAS ETERNAS
El pecado original es el dogma fundamental, base de todo el edificio de los dogmas de la Iglesia. Así se inmoviliza con las doctrinas del pasado y sigue introduciendo al demonio en todas las cosas, hasta en la manifestación de los espíritus. Amenaza con las llamas eternas a toda criatura que no admita un credo que su razón y su conciencia rechazan. Así es como en sus manos el Cristianismo, pleno de amor, se convirtió en un instrumento de terror y espanto. Me parece bien que la Iglesia recomiende prudencia a sus fieles antes de iniciarse en otra creencia, pero no que les diga que la comunicación de los espíritus es obra del demonio. El mundo de los espíritus existe; ya es una realidad comprobada: no existen demonios, pero sí existen espíritus buenos y malos ¿No sucede lo mismo aquí? ¿No existen hombres buenos y malos también aquí? Debemos confiar en los buenos y separarnos de los malos, Jesús nos dijo: “El árbol se conoce por su fruto, un árbol bueno no da frutos malos, y un árbol malo no da frutos buenos”. No puede existir Satán y el infierno con penas eternas porque sería poner en duda la justicia Divina, Dios es Amor, Bondad y Tolerancia. Es imposible imaginar a Dios condenando a uno de sus hijos descarriado, a un sufrimiento eterno. Es indigno utilizar esta falsa para ejercer el dominio sobre una parte de la humanidad, a través del miedo y la amenaza; creando un dios injusto y vengativo, convertido en el verdugo de sus criaturas; defectos que quizás podrían atribuirse a un ser humano y la Iglesia responsable de esta farsa, al proclamar la infalibilidad del Papa ha elevado a éste por encima de Dios, Creador de todo. Con tales nociones es como se empuja a los pueblos al   escepticismo y al materialismo. Esto es lo que han hecho las religiones “cristianas”, incurriendo con ello en la más grave responsabilidad. Aquí en la Tierra, el dolor lo encontramos en todas partes. No es necesario salir de este mundo para encontrar después de la muerte, los sufrimientos apropiados a las faltas y condiciones expiatorias de los culpables. ¿Por qué crear un infierno en regiones imaginarias? El infierno está aquí y es una creación nuestra. ¿Cuál es el verdadero sentido de la palabra infierno? ¡Lugar inferior! Y ya lo tenemos aquí porque, la Tierra es uno de los mundos inferiores del Universo. El destino de los habitantes de este planeta, es bastante duro y doloroso, pero no pueden existir males eternos; existen sólo males temporales, apropiados a las necesidades de la ley del progreso, de la evolución y las compensaciones, que es una ley universal cumplimentada con el principio de la ley de las reencarnaciones sucesivas; y así se cumple la justicia divina. En el curso de nuevas y penosas existencias, es cuando el culpable se redime de sus faltas pasadas. La ley de las consecuencias traza para cada uno de nosotros el destino que debemos seguir, según las acciones buenas o malas que hemos realizado, las cuales repercuten en nosotros, a través de los tiempos, con sus consecuencias felices o dolorosas. Así es como cada uno crea su cielo o su infierno. Tiene que llegar el día en que el mal dejará de ser la condición dominante en esta vida, entonces los seres, depurados por el sufrimiento, después de haber recibido la larga educación de los siglos, dejarán la vida oscura para seguir el camino de la luz. Poco a poco, mediante el desarrollo de nuestras facultades mentales, del conocimiento y la voluntad, el Espíritu se libera de las influencias inferiores y se esfuerza con empeño en conseguir su redención espiritual. En unos pocos siglos, las religiones, las razas, todos los pueblos que forman la humanidad terrestre, se unirán por los lazos de una estrecha solidaridad y un profundo afecto y avanzarán de progreso en progreso hasta conseguir que este planeta sea un mundo solidario, de paz y felicidad. Así se cumplirán estas divinas y grandiosas palabras: “No quiero la muerte del pecador, quiero su transformación”. Nada impide a los católicos concebir los sufrimientos purificadores del alma, como una consecuencia de sus vidas posteriores; para aceptar la realidad de las vidas sucesivas, debe introducirla en sus creencias religiosas. Los primeros cristianos sabían esto y lo practicaban. La Iglesia suprimió esta verdad, pues ella hubiese tenido como consecuencia la confirmación de la pluralidad de existencias del Espíritu, produciendo la ruina de la institución de las indulgencias, generadora de grandes provechos para los pontífices romanos. Nos dice Pablo apóstol: “Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”. (S. Pablo l, Timoteo 2:3 y 4) Satanás es una alegoría, es el símbolo del mal. Pero el mal es un estado transitorio de los seres en proceso de evolución. En el Universo no existe ninguna imperfección. La creación divina es armónica y perfecta. El ser humano, en su vida presente, sólo es la planta de un hermoso árbol que tiene que crecer para dar buenos frutos. Para tener una idea exacta de la evolución de su Espíritu, tendría que tener el conocimiento necesario, para medir la cadena de los mundos que aún tiene que recorrer y la sucesión de existencias que le esperan a lo largo de los siglos venideros. Este grandioso conjunto escapa a sus concesiones, y de ahí nacen sus dudas y la errónea interpretación de sus juicios. Siempre que nos enfrentamos a una desgracia que nos produce dolor o sufrimiento, decimos que el mal nos persigue; pero es necesario comprender que el mal lo creamos nosotros y después sufrimos sus consecuencias, pues éste nos enseña a diferenciar y analizar sus sensaciones. Por el sufrimiento, el alma llega a su pleno esplendor, a la  total conciencia de sí misma. El dolor rompe la cadena de las fatalidades materiales y derrama sobre el Espíritu un resplandor que le deja entrever la vida superior. El Espíritu empieza su evolución en lo más bajo de la escala animal, el hombre, el ser pensante, ignorante al comienzo de su evolución, tiene que desarrollar su inteligencia con su actividad y esfuerzo continuo. Tiene que luchar con la Naturaleza para sobrevivir en un ambiente difícil, y a lo largo de esta lucha se fortalece su energía y su Ser moral se afirma y engrandece. Gracias a esta lucha se realiza el progreso y la elevación de la humanidad, subiendo de etapa en etapa, hacia un estado mejor de elevación. Así podemos comprobar, que bajo el látigo de la necesidad, bajo el sufrimiento de la pobreza y del dolor, el hombre marcha, progresa, se eleva y de vida en vida, de escalón en escalón llega a conseguir finalmente su redención espiritual. El mal físico es la consecuencia del mal espiritual, es también un aspecto pasajero, una forma transitoria de la vida universal. El ser humano comete el mal por ignorancia, por debilidad, y sufre las consecuencias de sus actos; pero del mal y del dolor un día brota la felicidad y la virtud. Cuando el alma haya vencido las influencias materiales, será para ella como si el mal jamás hubiese existido. El alma humana busca su camino entre las sombras; se esfuerza por afirmarse en su personalidad creciente y después de muchas luchas, caídas y nuevos intentos, domina sus vicios y consigue la fuerza moral para seguir el nuevo camino, en el camino de la verdad y de la vida que nos enseñó nuestro Amado Jesús. El mal aún no está extinguido en el mundo, la lucha no ha terminado. Los vicios y las pasiones aún están latentes en la mente de nuestro Espíritu. La lucha es a veces necesaria para arrancar al hombre de su entorpecimiento y de sus goces groseros, tan comunes en un mundo tan materializado como el nuestro.  La humanidad continuará en su marcha ascendente conquistando nuevos valores. El Espíritu moderno se liberará de las preocupaciones o prejuicios del pasado; y del choque de estas pasiones surgirá un nuevo ideal, una forma más elevada de la justicia sobre la cual moderará la humanidad sus instituciones. El Espiritismo, la nueva Revelación, enseña al ser humano a conocerse y a conocer la naturaleza del alma y su destino. Con este conocimiento, el hombre moderno siente aumentar en sí mismo la conciencia de sus deberes y su valor. Esclareciendo su mente comprende el poder que tiene sobre el mundo de la materia y sobre el mundo de los espíritus. Todas las incoherencias, todas las aparentes contradicciones de la obra divina quedarán explicadas para él. Todo lo que él entiende como un mal físico o moral, todo lo que él considera la negación de lo bueno y de lo justo, comprenderá que está dentro de la obra divina, fuerte y poderosa, con la armonía de sus leyes sabias y profundas. Se disipará en sueños espantosos de la condenación con la terrible figura de Satán. Es entonces cuando el hombre que sólo es un Espíritu encarnado comprenderá que la salvación depende sólo de nosotros, de nuestra conducta y nuestro comportamiento. Dios en su infinita Bondad, siempre nos da una nueva oportunidad para rectificar el mal que hemos hecho, y nuestro inevitable destino es alcanzar nuestra elevación espiritual. No se pueden explicar de una manera sencilla, clara y racional todos los dogmas del catolicismo, que tienen su origen en la doctrina enseñada en los primeros siglos, y que hoy es difícil comprender su verdadero sentido. Sabemos que los dogmas modernos, sólo son el producto de la desmedida ambición sacerdotal; y sólo han sido promulgados para ser más completa la esclavitud de sus fieles. Hoy con la llegada del Espiritismo, las leyes superiores y el destino del alma, son revelados por las voces de los espíritus que habitan en el Espacio y gozan de la vida espiritual que será la nuestra también después de la muerte.   Esta doctrina reveladora, servirá de base para las creencias del porvenir, pues demuestra sin ninguna duda la existencia del Mundo Espiritual, al cual aspira el alma y que las religiones han presentado siempre bajo formas incompletas, quiméricas y dudosas. Hoy la inteligencia humana ha conseguido lograr un mayor desarrollo, pero la intransigencia sacerdotal se manifiesta aún en nuestros días con esos ritos bajo los cuales la idea de Dios se oscurece; con ese ceremonial pomposo cuyo lujo y esplendor cautivan los sentidos y apartan el pensamiento del elevado fin que debe perseguir. Si la doctrina de Jesús fuese explicada y enseñada por unos sacerdotes que en realidad la practicaran, sería entonces mejor comprendida, sería amada y practicada, volviendo a la sencillez y sinceridad primitiva, ejerciendo una acción eficaz sobre los hombres y mujeres. Así como lo están haciendo apartan al hombre del estudio profundo y de la reflexión, con el fin de desarrollar en él la vida contemplativa. Las oraciones largas y el brillante ceremonial ocupan sus sentidos, mantienen la ilusión y se acostumbran a no pensar. Todos los rituales de la Iglesia Romana son calcados de las religiones del pasado: sus ceremonias, sus vasos de oro o plata, sus cánticos, sus procesiones y el agua lustral son una herencia del paganismo. Del Brahmanismo se ha tomado el altar, el fuego sagrado que en él arde, el pan y el licor que el sacerdote consagra a la divinidad. Del budismo ha tomado el celibato de los clérigos y la jerarquía sacerdotal. La casulla fue una imitación de la utilizada por los sacerdotes del Sol; la sotana negra fue una copia de la que llevaban los oficiantes de sacrificios de la religión mazdea; la casulla dorada era usada en los templos egipcios; la mitra tuvo su origen en el culto de los magos de Caldea, y la cruz entre los augures romanos. En todas partes se injertó un culto nuevo sobre el antiguo, que bajo otros nombres no fue más que una reproducción del anterior. Sólo la Iglesia Católica se mantiene aferrada a sus viejos dogmas, superados y desmentidos por la ciencia de hoy. Los autores de los Evangelios, seguramente, no habían previsto ni los dogmas, ni el culto, ni el sacerdocio. Jesús nunca manifestó ninguna inclinación sobre el Espíritu sacerdotal, nadie ha estado más alejado de las formas y de las prácticas exteriores. Todo en Él es sentimiento, elevación de las ideas, pureza de corazón y sencillez. Los que se dicen sucesores de Él, han ignorado sus intenciones y sus ideales; dejándose dominar por los intereses materiales, y han sobrecargado a la religión católica con un aparato pomposo bajo el cual ha quedado sofocada la verdadera idea cristiana. Los papas se hacen llamar su santidad y se dejan incensar. Se han olvidado de las palabras de Jesús: “Pero vosotros no queréis que os llamen Rabí, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo y todos vosotros sois hermanos”. (Mateo 23: 8). Es lamentable que después del progreso que la humanidad tiene alcanzado, aún nada sepa sobre su porvenir, nada de la suerte que le espera al final de su vida. Es muy débil la fe que se tiene en la inmortalidad, aún en aquellos que se llaman cristianos; a veces, sus esperanzas vacilan bajo el soplo helado de la duda, por falta de pruebas y convencimiento, porque la fe ciega es poco convincente. El obispo y el Sacerdote tienen conocimiento de esta realidad, pero no tienen argumentos para convencer a sus fieles porque ellos mismos son víctimas de la duda; ellos conocen su debilidad y que están sometidos a su ignorancia, lo mismo que aquellos a quienes tienen la pretensión de dirigir y si no fuese por no comprometer su situación material y su propia dignidad, reconocerían su equivocación, impuesta por su iglesia, y dejarían de ser ciegos guiando a otros ciegos, porque no saben nada de la vida futura ni de sus verdaderas leyes, y se atreven a hacer de conductores de los demás, es el ciego que citan en los Evangelios: “Y si un ciego guiase a otro ciego, ambos caerían en el hoyo”. (Mateo 15:14).  Las sombras han invadido el Santuario. No hay un obispo que explique algo sobre las condiciones de vida en el más allá; una realidad que no se puede ocultar más. Los espíritus se manifiestan por todas partes, nos revelan la existencia de un mundo que la Iglesia Romana se empeña en negar, y dentro de ella reina la duda, la indiferencia y la incredulidad. Esta situación ya afecta al ciudadano común que se deja influenciar por un sentimiento de incredulidad. El ideal cristiano, tan manipulado y falseado, ha perdido su influencia sobre el pueblo, y la vida moral se ha debilitado. La sociedad, ignorante del verdadero objetivo de su existencia, se arroja sin miramientos a la conquista de los goces materiales. Ha empezado un periodo de desorden y de descomposición, periodo que conducirá a la negación total de todos los principios evangélicos. Ante esta grave situación el Mundo Espiritual se moviliza y revela un nuevo ideal; el Espiritismo que con su evidencia puede desvelar todos los misterios, iluminar las conciencias, consolar a los afligidos y reunir a todas las criaturas en una sola creencia: la fraternidad, el amor y la tolerancia; en un mundo de paz y armonía, respetando los derechos y creencias de cada pueblo. Durante más de mil años la Iglesia ha dominado a su gusto al ser humano, ha modelado su alma, la sociedad entera ha seguido sus normas. Todos los poderes han estado en sus manos, la autoridad dependía de ella. Disponía con entera libertad de los espíritus y de los cuerpos, reinaba por la palabra y por el libro, por el hierro y por el fuego. Era soberana absoluta en el mundo cristiano. Ningún poder jamás ha sido superior al de ella. Pues bien, ¿qué ha hecho de esta sociedad que es obra de ella?. Los abusos, los excesos, los errores del sacerdocio han engendrado la duda; la imposibilidad de creer en los dogmas por ella creados es lo que ha llevado a esta humanidad a la duda y a la negación. La enseñanza de la Iglesia no ha conseguido satisfacer a las inteligencias ni a las conciencias. Sus seguidores se adaptan a ella porque es fácil y cómoda, pero en el fondo no hay fe, no hay   convencimiento, porque sus manifestaciones son exteriores y materiales; la pureza del Cristianismo ha sido sustituida por unos dogmas infantiles y fantasiosos que han perturbado la mente de algunos e introducido la duda en otros. Esto sucede porque los obispos viven en las riquezas de sus palacios, intervienen en la política y en los negocios; con su comportamiento ellos mismos desmienten todo lo que dicen que enseñan. Con sus principios la Iglesia ha instituido un reino en este mundo, todo lo contrario de lo que Jesús le dijo a Pilatos: “Mi reino no es de este mundo”. Para ser verdaderos cristianos deberían renunciar a este reino convirtiéndose, a semejanza de Cristo, en sublimes misioneros enseñando a sus adeptos el verdadero Evangelio de paz y de amor, entonces, la humanidad creería en ellos y la Iglesia Romana sería cristiana. Pero La Iglesia no está interesada en cumplir y seguir estos enseñamientos evangélicos. El Espíritu de Cristo parece abandonarla cada día más. Ya casi no queda en ella más que una forma exterior, una apariencia bajo la cual sólo se encuentra el cadáver de una gran idea. Las iglesias cristianas sólo se mantienen por lo poco que les queda de la moral evangélica. La concesión que tienen del mundo, de la vida y del destino no es más que letra muerta. ¿Qué se puede decir de una doctrina que aún mantiene la teoría de que el único medio de volver a la vida es cuando resucite el cuerpo muerto? Esto no se puede calificar ni como un sueño infantil. La Iglesia Católica Romana, desde sus principios utilizó el nombre de Dios para conseguir sus fines, para convertirse en el estado más poderoso del mundo, sin reparar en los medios que tenía que utilizar para conseguir su objetivo. No es esto lo que enseñaba Jesús cuando hablaba del Padre, cuando afirmaba que el único, el verdadero principio del Cristianismo; es el amor, el perdón, la caridad y la fraternidad universal. Si estos preceptos evangélicos hubiesen prevalecido en la  Iglesia, el Cristianismo estaría en el apogeo de su poder y de su gloria. Por esta razón es necesario volver a las puras enseñanzas de Cristo que en realidad es la verdadera Religión Universal, necesaria para esta desengañada humanidad. La religión del miedo, de la amenaza, del castigo y de la intolerancia, tiene que renovarse o morir. Los principios verdaderos y la base real del Cristianismo, son: la justicia, el perdón, la misericordia y el amor.
Documentación recogida del libro: Las Verdades del Espiritismo: del autor José   Aniarte Alcalaz

miércoles, 3 de octubre de 2012

CREACIÓN DIVINA



ELEMENTOS GENERALES DEL UNIVERSO
Hay dos elementos generales en el Universo: la materia y el espíritu  y por
encima de todo Dios, el creador, el padre de todas las cosas. Dios, Espíritu y materia
constituyen el principio de todo lo que existe, la trinidad universal. Pero al elemento
material debe agregarse el fluido universal, que desempeña el papel de intermediario
entre el Espíritu y la materia propiamente dicha, por demás grosera como para que el
Espíritu pueda ejercer acción sobre ella. A pesar de que, desde cierto punto de vista,
sea lícito clasificarlo con el elemento material, se distingue de éste por propiedades
especiales.  Está colocado entre el Espíritu y la materia; es fluido, como la materia
es materia, y susceptible, por sus innumerables combinaciones con ésta y por la acción
del Espíritu, de producir la infinita variedad de las cosas.
Para la ciencia oficial, las principales propiedades de la materia son: poseer masa,
tener extensión, impenetrabilidad, inercia y divisibilidad.
Los principales elementos constitutivos de la materia son las moléculas y los
átomos, los cuales se subdividen en partículas cada vez menores, que son objeto de las
más recientes investigaciones de la ciencia oficial.

Dotado por Dios con el atributo superior de la inteligencia, el hombre ha buscado
conocer el mundo en que vive y el Universo del que éste es una ínfima parte. Sin
embargo, el alcance de su inteligencia es todavía limitado y el principio de las cosas le está
vedado. En encarnaciones sucesivas, no obstante, por su aplicación a la búsqueda
incesante de nuevos conocimientos, va desarrollando y adquiriendo, también, dignificantes
virtudes morales, con las que obtiene el merecimiento de concesiones divinas cada vez
más elevadas. Así progresa el Espíritu, penetrando poco a poco los secretos del Universo
y aproximándose a los misterios de los orígenes. Esa es la perspectiva de esperanza que
nos trae la consoladora Doctrina de los Espíritus.
No es dado al hombre conocer el principio de las cosas, todavía, porque  Dios
no permite que todo sea revelado al hombre en este  pero, es cierto que «el
velo se levanta de sus ojos a medida que se depura; pero para comprender ciertas cosas,
le son necesarias facultades que todavía no posee».
Inclusive, a pesar de los grandes progresos de la ciencia, el hombre todavía está
limitado. «La ciencia le fue dada para su adelanto en las cosas; él, no obstante, no puede
trasponer los límites que Dios estableció.
Más allá de la Ciencia, que es la fuente de los conocimientos que debe adquirir con
su propio esfuerzo de investigación, aplicando la inteligencia, la lógica de los razonamientos
y los métodos experimentales, el hombre tiene en la Revelación otra fuente para acrecentar
sus conocimientos. Dios permite que esa revelación le sea hecha por intermedio de
Espíritus Superiores, dentro del dominio exclusivo de la Ciencia Pura, es decir, sin objetivos
utilitaristas, aplicaciones prácticas o tecnológicas.
«¿ Es dado al hombre recibir, sin que sea por medio de las investigaciones de la
Ciencia, comunicaciones de orden más elevado acerca de lo que escapa al testimonio de
los sentidos?
- Sí, si lo juzga conveniente, Dios puede revelar lo que la Ciencia no le es dado
aprehender».
Por lo tanto, ¿qué es lo que valiéndose de esas dos fuentes de información, ya
puede el hombre saber acerca de la constitución del Universo? La Ciencia se limitó a
considerar como únicas realidades existentes la materia y la energía; pero al profundizar en
su conocimiento, llegó a la conclusión de que están estrechamente relacionadas que, en
verdad, representan dos expresiones de una sola y misma realidad, no siendo la materia
más que la energía condensada o concentrada, limitada en su fuerza y dinamismo propios,
realmente esclavizada, encerrada en ámbitos restringidos para formar las masas densas
de los cuerpos materiales. A la inversa, en determinadas condiciones, la materia es alcanzada
en su masa, sufre la des concentración, se descondensa, se desintegra, liberando energía
en radiaciones diversas de naturaleza corpuscular. Siempre hay, de un lado del Universo
al otro, materia densa y energía libre en interacciones recíprocas, que condicionan los
procesos inversos de condensación y de liberación de energía. Enorme es ya el acervo
de conocimientos que sobre ese aspecto del Universo, la Ciencia y la tecnología han
permitido que el hombre conquiste pero que escapa, evidentemente, a los objetivos de
este resumen. Sin embargo – y esto es lo que nos corresponde señalar aquí -, la Ciencia
no consideró en la formación del Universo, más que el elemento material, sea en su
estado denso o en sus manifestaciones energéticas. No procedió así la Revelación. Ésta
enseña que hay fundamentalmente dos elementos generales en el Universo: el elemento
material, bruto y el elemento espiritual, inteligente. Pero con una particularidad importantísima
referente al elemento material: éste no abarca solamente las formas densas, visibles y
tangibles, dotadas de masa y ponderabilidad, extensión e impenetrabilidad, sino también
estados sutiles, no accesibles a los sentidos, en los que desaparece la masa tangible y la
ponderabilidad y surge la característica de penetrabilidad, en relación con la masa densa.
Veamos qué respondieron los Espíritus a las indagaciones de Kardec:
«Generalmente se define la materia como lo que tiene extensión , lo que es capaz de
impresionar nuestros sentidos, lo que es impenetrable. ¿Son exactas esas definiciones?
- Desde vuestro punto de vista lo son, porque no habláis sino de lo que conocéis;
pero la materia existe en estados que ignoráis. Puede ser, por ejemplo, tan etérea y sutil
que ninguna impresión os cause a los sentidos. No obstante, siempre es materia; pero
para vosotros no lo sería.
«¿Qué definición podéis dar de la materia?»
- La materia es el lazo que liga al Espíritu; es el instrumento del que éste se sirve
y sobre el cual, al mismo tiempo, ejerce su acción.
«¿Hay entonces dos elementos generales del Universo, la materia y el Espíritu?»
- Sí y por encima de todo Dios; el creador, el padre de todas las cosas. Dios,
Espíritu y materia constituyen el principio de todo lo que existe, la trinidad universal.
Pero el elemento material se tiene que unir al fluido universal, que desempeña el papel de
intermediario entre el Espíritu y la materia propiamente dicha, que es por demás grosera
como para que el Espíritu pueda ejercer acción sobre ella. A pesar de que, desde cierto
punto de vista, sea lícito clasificarlo como elemento material, se distingue de éste por
propiedades especiales. Si el fluido universal fuese efectivamente materia, no habría
razón para que no lo fuese también el Espíritu. Está colocado entre el Espíritu y la
materia; es fluido, como la materia es materia y capaz por sus innumerables combinaciones
con ésta y por la acción del Espíritu, de producir la infinita variedad de las cosas de las
que solamente conocéis una parte mínima. Ese fluido universal o primitivo o elemental,
por ser el agente del cual el Espíritu se vale, es el principio sin el cual la materia estaría en
perpetuo estado de división y nunca adquiriría las cualidades que la gravedad le da.
Esos pasajes de «El Libro de los Espíritus», especialmente el último, nº. 27, resultan
bastante esclarecedores, si es que el Espíritu esclavizado a los prejuicios científicos
materialistas. Todo en el Universo procede de Dios, suprema potencia creadora. Dios
creó el fluido universal o materia cósmica, que llena el espacio infinito y es, verdaderamente,
el elemento primitivo a partir del cual se forma lo que en el Universo es material: los
mundos y los seres. Estos son la concreción de las ideas divinas, por fuerza de Su
omnipotente voluntad. Dios creó también el Espíritu, elemento inteligente, que está
sometido a una demorada elaboración a través de los diversos reinos de la Naturaleza
. En contacto con minerales, vegetales y animales, el principio inteligente recibe
impresiones que, por la repetición, se van fijando, dando origen a automatismos, reflejos,
instintos, hábitos y memoria, para llegar a integrarse como individualidades conscientes,
dotados de razón y voluntad, libre albedrío y responsabilidad, destinados a progresar
hasta que adquieran pureza y la perfección que las aproximan a la Inteligencia Suprema.
Entonces, siendo ya Espíritus puros y perfectos – que han alcanzado con la perfección
un profundo conocimiento de las leyes universales, poseen también los más elevados
sentimientos y excelsas virtudes, depositarias de sentidos y poderes espirituales superiores
-, las ideas divinas se les hacen perceptibles, les son transmitidas y, como pueden ser
ejecutores de la Suprema Voluntad, las concretan en formas materiales, elaborando mundos
y presidiendo de ellos el despertar de la vida. Se transforman así en colaboradores de
Dios en la obra de la creación.
Por lo tanto, la idea creadora procede de Dios y puede surgir en el Espíritu. Sólo el
Espíritu puede concebir ideas. La idea toma forma por acción de la voluntad divina o
Programa IV Aspecto Filosófico
del Espíritu sobre el fluido universal que, por su naturaleza intermedia entre el Espíritu y
la materia, es apto para recibir la influencia de aquél y transmitirla a ésta.
La importancia de ese fluido universal en la formación del Universo se puede
aquilatar correctamente en las respuestas dadas por los Espíritus a las indagaciones de
Kardec, que constan unas en «El Libro de los Médiums» y otras en la obra básica ya citada.
1. El fluido universal no es una emanación de la divinidad.
2. Es una creación divina, como todo lo que hay en la Naturaleza.
3. El fluido universal es también el elemento universal;  es el principio elemental de
todas las cosas».
4. Es el elemento del fluido eléctrico,
5. Para encontrar al fluido universal en su simplicidad absoluta, es preciso ascender a
los Espíritus puros. En nuestro mundo está relativamente modificado, para formar
la materia compacta que nos rodea.
6. El estado de simplicidad absoluta que más se le aproxima es el del fluido al que
llamamos fluido magnético animal. La Ciencia considera las siguientes
propiedades de la materia:
a. MASA  cantidad de materia de un cuerpo.
b. EXTENSIÓN – es la porción de espacio ocupada por la materia. Toda
materia ocupa un determinado lugar en el espacio.»
c. IMPENETRABILIDAD - «dos porciones de materia no pueden, al mismo
tiempo, ocupar el mismo lugar en el espacio»
d. INERCIA – «cuando un cuerpo, formado naturalmente por materia está en reposo,
es necesaria una fuerza para colocarlo en movimiento. Si el cuerpo estuviera en
movimiento es necesaria una fuerza para alterarlo o detenerlo.
e. DIVISIBILIDAD –  podemos dividir un cuerpo o pulverizarlo hasta cierto
límite.  Las partículas están formadas de partículas menores llamadas
Es interesante definir también que Materia es todo lo que posee masa y extensión.
Cuerpo es una porción limitada de materia y sustancias son las diferentes especies de la
materia.
La materia tal como está conceptuada por la Ciencia es ponderable; es decir,
puede ser pesada.
El fluido universal, a pesar de desempeñar el papel intermediario entre el
Espíritu y la materia propiamente dicha.  y que,  desde cierto punto de
vista, sea lícito clasificarlo como elemento material.  es imponderable. Es una
de las propiedades especiales de que nos hablan los Espíritus en las enseñanzas de la
Codificación.
En relación con otra propiedad de la materia, veamos lo que Kardec nos presenta
en «El Libro de los Espíritus»:
«¿La materia está formada de uno solo o de muchos elementos?
- De un solo elemento primitivo. Los cuerpos que consideráis simples no son
verdaderos elementos, son transformaciones de la materia primitiva.
«¿Dónde se originan las diversas propiedades de la materia?
- Son modificaciones que sufren las moléculas elementales, por efecto de su
unión, en ciertas circunstancias.
«¿La misma materia elemental es susceptible de experimentar todas las modificaciones
y de adquirir todas las propiedades?
- Sí, ¡y es eso lo que debe entenderse cuando decimos que todo está en todo!
¿No pareciera que esta teoría da la razón a los que admiten en la materia nada más
que dos propiedades esenciales: la fuerza y el movimiento, entendiendo que todas las
demás propiedades no son otra cosa que efectos secundarios, que varían conforme con
la intensidad de la fuerza y la dirección del movimiento?
- Esa opinión es acertada. Falta tan sólo agregar: y conforme con la disposición
de las moléculas, como la muestra, por ejemplo, un cuerpo opaco, que puede tornarse
transparente y viceversa.
Finalmente, completando el asunto sobre las propiedades de la materia, Allan Kardec
pregunta a los Espíritus Superiores:
«¿Tienen una forma determinada las moléculas?
- Por supuesto, las moléculas tienen una forma; sin embargo, no sois capaces de
apreciarla.
¿Esa forma es constante o variable?
- Constante la de las moléculas elementales primitivas; variable la de las moléculas
secundarias, que no son más que aglomeraciones de las primeras; porque lo que llamáis
molécula está lejos todavía de la molécula elemental.
Estas últimas afirmaciones de los Espíritus, que Kardec registró con absoluta
fidelidad, constituyen una admirable anticipación de las verdades sobre la discontinuidad
de la materia y su unicidad, la primera totalmente probada ya por la experimentación
científica y la segunda admitida por ella como enteramente probable. De hecho, aunque
hoy se consideran básicas para la constitución de la materia otras numerosas partículas,
además de las moléculas y los átomos, como consecuencia de notables investigaciones
experimentales de la Ciencia – de manera que la nomenclatura aplicada a esas partículas o
corpúsculos incluyen otras denominaciones, como ser hadrones y leptones, subdivididos
los hadrones en mesones y báriones (incluyendo los bariones a los neuronas y protones de los
núcleos atómicos) y los leptones en neutrinos, muones y electrones -, en la época en que
Kardec escribió, las partículas consideradas como las porciones más pequeñas de las
sustancias eran llamadas justamente moléculas: eran las moléculas constitutivas de las sustancias
simples, formadas por la unión, dos a dos, de los átomos de un único elemento químico
(como el gas oxígeno, representado por la fórmula O2, el gas hidrógeno H2, el gas cloro
C12, eta.) y las moléculas integrantes de las sustancias compuestas, a su vez formadas por la
combinación de átomos de dos o más elementos, en determinadas proporciones (como
el gas clorhídrico HCl, el agua H2O, el gas carbónico CO2 el ácido sulfúrico H2 SO4 etc.).
Por lo tanto, Allan Kardec no podía emplear otro término sino moléculas para designar las
partículas más pequeñas de las sustancias, tanto las que representan la materia densa
como aquellos estados sutiles de la materia, que derivan directamente del fluido universal,
que es el fluido elemental primitivo. Entre tanto, carente de la nomenclatura que
proporciona los términos actuales, en la era de la atomística y de la cuantificación de la
energía, de la interacción de las partículas en campos de fuerza generados por las mismas
partículas -, Kardec, al traducir el pensamiento de los Espíritus, estableció categóricamente,
Programa IV Aspecto Filosófico Guía 4
en términos de generalización, las dos grandes verdades que la Ciencia confirma día tras
día de la discontinuidad de la materia en todas sus modalidades, más o menos densas y la
de unicidad de origen; es decir, que la materia es una, a pesar de su aparente diversidad y
todas las modalidades de sustancias no son más que modificaciones de la materia cósmica
o sustancia elemental primitiva, elemento único del cual deriva todo lo que es material en
el Universo. Total loor, pues, a Kardec, cuya obra en lugar de consignar un error o un
engaño, muy por el contrario, registra, en términos generales, una admirable anticipación
de la verdad.