sábado, 28 de julio de 2012

EL PROBLEMA RELIGIOSO

La índole religiosa de El Libro de los Espíritus resalta desde sus páginas iniciales. Como ya vimos, Kardec lo inaugura con la definición de Dios. Pero el Dios espirita no es antropomorfo, no se trata de un ser formado a imagen y semejanza del hombre, como el de las religiones. A este respecto, la definición espiritista resulta terminante: “Dios es la inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas”.
Así como para Spinoza es Dios la substancia infinita, para Kardec es la inteligencia infinita. Pero, del mismo modo que se han equivocado aquellos que confundieron la substancia spinociana con el Universo, así también se engañan los que confunden la inteligencia infinita con el hombre finito, y la religión espírita con los formalismos religiosos.
En efecto, los atributos de Dios no se confunden con los precarios atributos humanos: Él es eterno, inmutable, inmaterial, único, todopoderoso, soberanamente justo y bueno. No se confunde Dios con el Universo, puesto que es el Creador y mantenedor de éste. Sin embargo, cuando trata de la justicia de Dios vemos a Kardec empleando terminología antropomórfica, en que habla de penas y recompensas, y que ha dado hincapié para que se afirme que el Dios espírita es similar al de las religiones.
La explicación de este hecho, que a primera vista parecería contradictorio, figura en el parágrafo 10 del Capítulo Primero:  “¿Puede el hombre comprender la naturaleza íntima de Dios? – No. Le falta un sentido para ello”. Y de inmediato viene la explicación de Kardec al respecto. Más adelante, en el párrafo 13, encontramos la respuesta de que los atributos de Dios, a que antes no referíamos, son tan sólo una interpretación humana, aquello que el hombre en su actual estadio de evolución puede concebir en lo que atañe a Dios. Por tanto, Kardec se vale, para tratar acerca de Dios, del lenguaje que podemos emplear, de una manera que resulte comprensible. No es que esté humanizando a Dios, sino que lo pone tan sólo al alcance del entendimiento humano.
No obstante, la suprema naturaleza de Dios, en cuanto inteligencia infinita y causa primaria, es siempre preservada. Lo comprobamos en todo el Capítulo Primero y en otros muchos pasajes del libro. En el capítulo en que se refiere al panteísmo, toda confusión entre Creador y Creación ha sido descartada. El Dios espiritista no es antropomorfo, pero tampoco es panteísta. Por lo demás, El Libro de los Espíritus torna de inmediato prohibitivo el camino a las especulaciones ilusorias e imaginativas sobre la naturaleza de Dios.
Visto que falta al hombre el medio para comprenderlo, en vano será intentar su definición mediante hipótesis ingenuas o audaces. Tal lo que vemos en el parágrafo 14 del Capítulo Primero, al establecerse un principio que defiende de manera absoluta la posición del Espiritismo frente al problema, separándolo definitivamente de todas las escuelas de teología especulativa o de ocultismo, de cualquier especie que fueren. “Dios existe, y no podéis dudar de ello. Esto es lo esencial. Creedme, no vayáis más allá. No os extraviéis en un laberinto del que no podríais salir. Esto no os haría mejores, sino quizá un tanto más orgullosos, debido a que creeríais saber y en rigor de verdad nada sabríais. Así pues, dejad a un lado todos esos sistemas. Bastantes cosas tenéis que os tocan más directamente, empezando por vosotros mismos. Estudiad vuestras propias imperfecciones a fin de desembarazaros de ellas; esto os resultará más útil que querer penetrar lo impenetrable”
Dios, como inteligencia infinita o suprema, es lo que es. No ofrece asidero para especulaciones ociosas o definiciones imaginativas. El hombre debe mantenerse dentro de los límites de sí mismo, preocuparse por sus imperfecciones, mejorar… Le basta con saber que Dios existe y que es justo y bueno. De esto el ser humano no puede dudar, pues “por la obra se conoce al obrero”, y la Naturaleza misma atestigua la existencia de Dios, su propia conciencia le está diciendo que Él existe y la ley general de la evolución comprueba su justicia y bondad. Afirmaba Descartes que Dios está en la conciencia del hombre como la marca del obrero en su obra. Los Espíritus confirman ese principio, pero van más allá, mostrando que la marca del obrero se encuentra en todas las cosas, en la Naturaleza entera. La negación de Dios es, para el Espiritismo, como la negación del Sol. El ateo, el descreído, no es un condenado, un pecador irremisible, sino un ciego cuyos ojos pueden ser abiertos, y en verdad lo serán… Porque Dios es necesariamente existente, según el principio cartesiano. Nada puede entenderse sin Dios. Él constituye el centro y la razón de ser de todo cuanto existe. Sacar a Dios del Universo sería como eliminar el Sol de nuestro sistema planetario: un simple absurdo.
Pero, el hecho de que no posea forma humana, de que no se asemeje al hombre en lo que toca a la constitución física de éste, no se sigue que Dios esté distante del ser humano y sea indiferente a él. El Dios espiritista se parece al aristotélico por su poder de atracción, pero se aleja de él en cuanto a la indiferencia con respecto al Cosmos. Porque Dios es providencia y amor, es el Creador y Padre de todo y de todos.
El Universo se define en una tríada, similar a las tríadas druídicas: Dios, espíritu y materia. Lo vemos en el párrafo 27, cuando Kardec pregunta si existe dos elementos generales, el espíritu y la materia, y los Espíritus le responden:  “Sí, y por encima de todo está Dios, el Creador y Padre de todo. Esas tres cosas constituyen el principio de cuanto existe, la trinidad universal”. La materia, empero, no es sólo el elemento palpable, pues hay en ella el fluido universal, su lado fluídico, que desempeña el rol de intermediario entre el plano espiritual y el propiamente material.
Ante esa concepción surge un problema de carácter teológico y escriturístico. Si Dios no se asemeja al hombre, ¿cómo interpretar el pasaje bíblico según el cual Él creó al hombre a su imagen y semejanza? La explicación se provee en el parágrafo 88, cuando Kardec pregunta sobre la
forma del Espíritu, no de aquel que aún se halla revestido de su cuerpo espiritual o periespíritu, sino del Espíritu puro “¿Tienen los Espíritus una forma determinada, limitada y constante? – Para vuestros ojos, no, pero sí para los de nosotros. Esa forma es, si así lo queréis, una llama, un fulgor o una chispa etérea”. Según se advertirá, el hombre en su esencia – sólo en aquello en que puede parecerse a Dios - no es un animal de carne y hueso, ni incluso una forma humana en cuerpo espiritual, sino una chispa etérea. Así lo hizo Dios a su imagen y semejanza. *:
Una vez planteado el problema fundamental de Dios y de la Creación, El Libro de los Espíritus ingresa en el controvertido terreno del destino del hombre. Su concepción deísta del Universo es, necesariamente, teleológica. Todo avanza hacia Dios, desde el átomo hasta el arcángel, como vimos en el párrafo 540, y al frente de esa marcha, en el plano terrenal, se encuentra el ser humano. Lo vemos en una escala evolutiva, así en la Tierra como en el espacio: desde el débil mental hasta el sabio: del criminal al santo. La “escala Espírita”, que se inicia en el parágrafo 100, nos ofrece una visión esquemática de esa escala de Jacob que va de la Tierra al Cielo. El estudio de la “progresión de los Espíritus”, que comienza en el párrafo 114, nos muestra la necesidad del autoesfuerzo para que el Espíritu se realice a sí mismo, revelándonos a la par el rol de la Providencia, siempre amorosamente vuelta hacia las criaturas. En el estudio sobre “ángeles y demonios” que empieza en el párrafo 128 nos encontramos con un debate teórico sobre pasajes evangélicos. El problema de la justicia de Dios es solucionado a la luz de las enseñanzas de Cristo, en su sentido auténtico.
Acto continuo, El Libro de los Espíritus trata acerca de la encarnación de los Espíritus y la finalidad de la vida terrena. Combate el materialismo, mostrando su inconsistencia. No son sus estudios los que conducen al hombre al materialismo, no es el desarrollo del conocimiento el que lo torna materialista, sino tan sólo su vanidad. Tal lo que hallamos en el párrafo 148, donde se expresa: . “No es cierto que el materialismo sea una consecuencia de esos estudios. El hombre extrae de ellos falsas conclusiones, porque puede abusar de todo, aun de lo más elevado”.
Kardec corrobora la tesis de los Espíritus: el materialismo constituye una aberración de la inteligencia. Esto es lo que nos manifiesta al principio de su comentario “Por una aberración de la inteligencia hay personas que sólo ven en los seres orgánicos la acción de la materia y relacionan con ella todos nuestros actos”.
Y así prosigue el libro, todo él impulsado por el soplo del Espíritu, penetrado por el sentimiento religioso y, más particularmente, por el sentido cristiano de ese sentimiento. Cuando en el párrafo 625 pregunta Kardec cuál es el tipo humano más perfecto que Dios haya ofrecido al hombre para que le sirva de guía y modelo, la respuesta que se le da es categórica: “Ved a Jesús”. Y Kardec comenta entonces: “Es Jesús para el hombre el arquetipo de la perfección moral a que puede aspirar la humanidad en la Tierra. Dios nos lo ofrece como el modelo más perfecto, y la doctrina que ha enseñado es la más pura expresión de su ley, porque estaba animado del Espíritu divino y fue el Ser más puro que haya aparecido en la Tierra”.
La religión espiritista se traduce en espíritu y verdad. Lo que a Dios interesa no es la precaria exterioridad de los ritos y del culto convencional, casi siempre vacío, sino el pensamiento y el sentimiento del hombre. La adoración de la Divinidad constituye una ley natural, como lo es la ley de gravedad. El hombre gravita hacia Dios, del modo mismo que la piedra gracia hacia la Tierra y ésta hace lo propio alrededor del Sol. Pero las manifestaciones externas de la adoración no resultan necesarias.
En el párrafo 653 hallamos la clara respuesta de los Espíritus sobre este tópico:  Se condena la vida contemplativa, por ser inútil, así como la monástica, puesto que Dios no quiere el cultivo egoísta del sentimiento religioso, sino la práctica de la caridad, la experiencia viva y constante del amor por medio de las relaciones humanas. El Libro de los Espíritus no deja a un lado la cuestión del culto religioso. El hombre, que hacia Dios gravita, es un Ser religioso por naturaleza, que necesita manifestar su religiosidad. Y tal manifestación se opera en las formas naturales de adoración, entre las que se cuenta la plegaria. Por medio de la oración el hombre piensa en Dios, se acerca a Él, con Él se comunica. Tal lo que hallamos a partir del parágrafo 658. Mediante las preces el ser humano puede acelerar su evolución, elevarse más pronto sobre sí mismo. Pero tampoco el rezar puede ser tan sólo un acto formal. Con la oración es posible hacer tres cosas: alabar, pedir y dar gracias a Dios; pero siempre que lo hagamos con el corazón y no únicamente con los labios.
Tenemos así la religión espírita, que tiempo después se definirá de una manera más objetiva o directa en El Evangelio según el Espiritismo. Una religión psíquica, según la denominó Conan Doyle, equivalente a la “religión dinámica” de Bergson. En el Capítulo V de la “Conclusión” asevera Kardec: “El Espiritismo posee fortaleza porque se apoya sobre los cimientos mismos de la religión: Dios, el alma, las penas y recompensas futuras. Porque, sobre todo, muestra esas penas y recompensas como secuelas naturales de la vida terrena, y porque nada, en el cuadro que ofrece el porvenir, puede ser desautorizado por la razón más exigente”. En suma, religión positiva, basada en las leyes naturales, desprovista de pompas misteriosas y de una teología fantasiosa.
Para completar el panorama religioso de El Libro de los Espíritus nos queda el Capítulo Doce del Libro Tercero y todo el Libro Cuarto. En aquel capítulo se refiere Kardec al perfeccionamiento moral del hombre, encara los problemas atinentes a las virtudes y los vicios, las pasiones y el egoísmo; define después el carácter del hombre de bien y concluye con un mensaje de San Agustín sobre la manera de conocernos a nosotros mismos. En el Libro Cuarto disponemos de un capítulo acerca de las penas y goces terrenos, el cual es un código de la vida moral en la Tierra, verdadero catecismo de la conducta espírita, y asimismo hay un capítulo que versa sobre las penas y goces futuros y las consecuencias espirituales de nuestro comportamiento terrenal.
extraído del libro de los espíritus.

martes, 17 de julio de 2012

CELIBATO Y POLIGAMIA


El casamiento, es decir, la unión permanente de dos seres  es un progreso
en la marcha de la Humanidad. Luego, la poligamia es una ley humana cuya abolición
marca un progreso social. El casamiento, según las miras divinas, tiene que fundarse en el
afecto de los seres que se unen. En la poligamia no hay afecto real: hay solamente
sensualidad.
 Si la poligamia estuviera conforme con la ley de la Naturaleza, debería tener la
posibilidad de llegar a ser universal, lo que sería materialmente imposible, dada la igualdad
numérica de los sexos. Debe ser considerada como un uso o legislación especial apropiada
a ciertas costumbres que el perfeccionamiento social hizo que desapareciera poco a
poco. La construcción de la felicidad real no depende del instinto satisfecho. La permuta de las células sexuales entre los seres encarnados, que garantiza la continuidad de las formas físicas en proceso evolutivo, es solamente un aspecto de las múltiples formas de intercambio amoroso. Interesa reconocer que el intercambio de fuerzas
sintonizadas entre almas que se aman, supera cualquier exteriorización perceptible de
afecto, sustentando obras imperecederas, de vida y de luz, en las ilimitadas esferas del
universo.
A pesar de que, en los días que corren, existen pueblos que todavía adoptan lo
poligamia, como las poblaciones musulmanas del norte de África y gran parte de los
asiáticos, la tendencia se dirige por fuerza del progreso moral, hacia la total abolición de
esa práctica.
«El casamiento o la unión permanente de dos seres, como es obvio, implica un
régimen de vida por el cual dos criaturas se confían la una a la otra, en el campo de la
asistencia mutua.
Esa unión refleja la Leyes Divinas que permiten que sea dado un esposo para una
esposa, un compañero para una compañera, un corazón para otro corazón o viceversa,
creando y desenvolviendo valores para la vida.
Entre la poligamia y la monogamia existe una distancia muy grande y la conquista
de esta última revela innegablemente un poderoso paso evolutivo de la humanidad en el
área de los sentimientos.
La vida de a dos, enlazados por el matrimonio, ofrece la oportunidad de progreso,
pues la constitución de un hogar no sólo permite la reencarnación de los Espíritus y, por consiguiente, el rescate de faltas del pasado, sino que representa la célula de la familia
universal, unidad primera de la educación espiritual.
Sin embargo, debemos considerar que existen personas que deliberadamente optan por el celibato. Abstinencia, en materia de sexo y celibato, en la vida de relación.
Abstinencia, en materia de sexo y celibato, en la vida de relación presupone experiencias de la criatura de dos fajas esenciales, la de aquellos Espíritus que eligen semejante posiciones
voluntariamente para perfeccionamiento o servicio, en el transcurso de determinada reencarnación, y la de aquellos otros que se ven forzados a adoptarlas, por obra de
inhibiciones diversas…
Los que consiguen abstenerse de la comunión afectiva, … con el fin de ser más útiles al prójimo, por cierto trazan para ellos mismos ascensos más rápidos a las cimas del
perfeccionamiento.
Existen almas que, para alcanzar las sagradas realizaciones de Dios, se entregan a
tareas de renuncia, durante una existencia de santificada abnegación.
En ese menester, es común que abdiquen transitoriamente de los lazos humanos,
para depurar sus afectos y sentimientos en una vida de ascetismo y prolongadas disciplinas
materiales.
Actuando de ese modo, por amor, al entregar su cuerpo al servicio de los semejantes y, de tal manera, amparando a sus hermanos de la Humanidad, a través de variadas maneras, convierten sus existencia, sin lazos sexuales, en camino de acceso a la sublimación, ambientándose en diferentes climas de creatividad, debido a que la energía sexual en ellos no estancó su flujo; simplemente, esa energía se canaliza hacia otros objetivos – los de naturaleza espiritual.
Paralelamente a esos seres, que eligen conscientemente ese tipo de experiencia
y se imponen duros regímenes de vida personal, encontramos a aquellos otros, los que
han renacido en el cuerpo físico inducidos u obligados a la abstinencia sexual, para
atender a inhibiciones irreversibles o a procesos de inversión mediante los cuales sanan
errores del pasado o se entregan a pesadas disciplinas que les facilitan el cumplimiento de
determinados compromisos, en relación con el espíritu.

Iniciativas filantrópicas, actividades religiosas o culturales ennoblecedoras
constituyen un valioso programa de superación de pensamientos torturantes, relacionados
con el sexo, para favorecer también, la transformación de las energías creadoras en
elementos de exaltación del bien y del embellecimiento de la vida.
 Numerosos Espíritus reciben de Jesús el permiso para ese genero de esfuerzos santificantes, debido a que en esa tarea, quienes se transforman en eunucos, por el reino de los Cielos, aceleran los procesos de redención del ser o de los seres amados, sumergidos
en las pruebas y, simultáneamente por su condición de más evolucionados, pueden ser más fácilmente transformados, en la Tierra, en instrumentos de verdad y del bien, resultando de su trabajo beneficios inestimables para los seres queridos, para la comunidad y para sí mismos. Afianzan para muchos de ellos, temporariamente, los legados de la prueba benéfica, los deberes del estatuto expiatorio, las exigencias del servicio especializado, en los que estudiantes, deudores y misioneros se imponen la
obligación de prolongadas fases de hambre y sed del corazón. No obstante, eso no es obstáculo para el amor Toda actitud extrema opera desarmonía y perturbación, con lamentables
consecuencias que se prolongan más allá del deceso carnal, en procesos de sombras y
aflicciones indescriptibles.  De manera que, si el ejercicio de renuncia a que ciertas personas se entregan con fervor los transforma en hipocondríacos o tristes, no deben vacilar en obedecer la prescripción del Apóstol Pablo, en la 1ra. Epístola a los Corintios, capítulo siete, versículo nueve: Pero, si no pueden contenerse, cásense. Porque es mejor casarse que abrasarse.
 Tales consideraciones nos impulsan a concluir que la vida sexual de cada
criatura humana es para ella misma un terreno sagrado y que, por eso, la abstención, la relación afectiva, la formación, de una familia, el celibato, el divorcio y otros acontecimientos del campo el amor, son problemas pertinentes a la responsabilidad de cada uno, erigiéndose, por esa razón, en un asunto no de cuerpo a cuerpo, sino de
corazón a corazón.

lunes, 2 de julio de 2012

VIDA ESPIRITUAL


RELACIONES DE ULTRATUMBA SIMPÁTICAS Y ANTIPATICAS
La teoría de las mitades eternas encierra una simple figura, representativa
de la unión de los Espíritus simpáticos. Se trata de una expresión usada incluso en el
lenguaje vulgar y que no se debe tomar al pie de la letra.
La tesis acerca de las almas gemelas  es más compleja de lo que puede
parecer  y sugiere una más profunda meditación  incluso
porque con la expresión «almas gemelas» no queremos decir «mitades eternas»
Creadas las unas para las otras, las almas gemelas se buscan siempre que
estén separadas. La unión perenne es su aspiración suprema e indefinible.
Puede ocurrir que las almas gemelas no se encuentren en el mismo plano evolutivo,
debido a que una ha progresado más que la otra. Son almas creadas en la misma era,
que inician  útiles peregrinaciones en mundos primitivos y, después, al estar
separadas en diversos puntos del globo terrestre, conservan reminiscencias
indelebles, las unas de las otras.
A veces no se encuentran en algunas jornada terrenas – cuando una de ellas comete
delitos graves y retarda su mejoramiento psíquico
ALMAS GEMELAS
La pregunta 298 de «El Libro de los Espíritus» nos informa que  no existe la
unión particular y fatal de dos almas. La unión que existe es la de todos los Espíritus, pero
en grados diversos, según la categoría que ocupan, es decir, según la perfección que hayan
adquirido. Cuantos más perfectos, tanto más unidos.
Debemos comprender que un espíritu no es la mitad de otro.  Si un Espíritu
fuera la mitad de otro, separados los dos, estarían ambos incompletos.»
 La teoría de las mitades eternas encierra una simple figura, representativa de la
unión de dos Espíritus simpáticos. Se trata de una expresión usada en el lenguaje vulgar y
que no se debe tomar al pie de la letra.
Refiriéndose al asunto Emmanuel nos dice, en respuesta a las preguntas 323 y 328
del libro «El Consolador» que:  En el sagrado misterio de la vida, cada corazón posee
en lo infinito a su alma gemela, compañera divina para el viaje hacia la gloriosa inmortalidad.
Creadas las unas para las otras, las almas gemelas se buscan, siempre que estén
separadas. La unión perenne es su aspiración suprema e indefinible. Millares de seres, si se
han desviado en el crimen o en la inconciencia, experimentan la separación de las almas
que los sustentan, como la prueba más cruel y dolorosa y, en el drama de las existencias
más oscuras, vemos siempre la atracción eterna de las almas que se aman íntimamente
 Cuando se encuentran, en el cúmulo de los trabajos humanos, se sienten poseedoras
de la real felicidad para sus corazones – la de la ventura de su unión,  y la única
amargura que empaña su alegría es la perspectiva de una nueva separación por la muerte,
perspectiva que la luz de la Nueva Revelación ha venido a disipar.
No sabemos todavía aclarar la razón de la atracción existente entre dos espíritus, que
los transforma en almas gemelas.  Para todos nosotros, el primer instante de la
creación del ser está sumergido en un delicado misterio, así como también la atracción
profunda e inexplicable que arrastra a un alma hacia otra, dentro del instituto de los
trabajos, de las experiencias y de las pruebas, en el camino infinito del Tiempo.
No siempre las almas gemelas se encuentran en el mismo plano evolutivo. En el
libro Diario de los Invisibles, de Zilda Gama el Espíritu Víctor Hugo afirma que almas
creadas en la misma época, inician  útiles peregrinaciones en mundos primitivos y,
después, separadas en puntos diversos del globo terrestre, conservan las unas de las
otras, reminiscencias indelebles.
A veces no se encuentran en algunas de sus jornadas terrenas – cuando una de ellas
comete delitos graves y retarda su cincelamiento psíquico—; otras hay, sin embargo, que
desde los orígenes de una existencia se reúnen y se reconocen, se observan largamente,
aprisionadas por el afecto del parentesco intimo, nacidas bajo el mismo techo.
Entonces, en la voz de los seres que animan, recuerdan un timbre familiar y muy
amado.  Cuando comprenden que por fin vuelven a verse, que sus Espíritus tuvieron
origen en el mismo instante, que recorrieron la misma vía, que llegaron a ser gemelas
por los lazos perpetuos de la afinidad, un júbilo intenso se irradia de su interior, como
una alborada que disipa bruscamente las tinieblas de la noche, que parecía no tener
término…
Si las tinieblas en que yacían antes de volver a verse, pues las almas aisladas,
incomprendidas, en cuanto les falta la compañera que las dejó mutiladas, él lúcido
fragmento que las integra a través de una unión celestial – el Amor, el vínculo salpicado
de estrellas que las hace inseparables por toda la consumación de los siglos -, quedan
inmersas en la penumbra, asfixiadas por el desaliento, envueltas en brumas polares.
En Renuncia, obra spicografiada por Francisco Cándido Xavier, el Espíritu Emmanuel
nos cuenta la historia de la luminosa entidad espiritual Alcione, que se aparta,
temporalmente, de la elevada esfera donde residía para, entre otras cosas, auxiliar a su
alma gemela Pólux, en quien,  en la lucha consigo mismo, las pasiones subalternas
siempre resultan vencedoras con siniestros triunfos  Alcione renace en el
planeta Tierra, oriunda de  una portentosa esfera, inconfundible por su magnificencia
y grandeza,  en un verdadero sacrificio por amor.
La maravillosa historia de Alcione y Pólux es el ejemplo de Espíritus que
evolutivamente están muy distanciados uno de otro, pero que, por ser almas gemelas, se
mantienen íntimamente ligados.
Es importante, sin embargo, que quede claro el concepto de almas gemelas:
amplia meditación acerca de las tendencias del siglo en los capítulos referidos al
«divorcismo» y el «pansexualismo», que la ciencia menos edificante ha venido lanzando
en los Espíritus, incluso porque la expresión «almas gemelas» no quiere decir «mitades
eternas» y nadie, en rigor, puede apoyarse en los enunciados para desistir de venerables
compromisos asumidos en la escuela redentora del mundo, so pena de aumentar los
propios débitos, con difíciles obligaciones ante la ley
SIMPATÍAS  Y ANTIPATÍAS
Como seres inteligentes de la creación que pueblan el Universo fuera del mundo

material, los espíritus cultivan, entre sí, la simpatía general determinada por sus propias
semejanzas. Más allá de esta simpatía de carácter general existen, los afectos particulares
del principio de afinidad, como resultado de una   perfecta concordancia de sus
tendencias e instintos.
Así como hay simpatías entre los Espíritus, también hay antipatías, alimentadas por
el odio, que generan enemistades y disensiones. Este sentimiento, no obstante, solo
existe entre los Espíritus impuros, que no han vencido todavía en sí mismos, básicamente,
el egoísmo y el orgullo. Como ejercen influencia sobre los hombres, acaban estimulando
en ellos las desinteligencias y las discordias, muy comunes en la vida humana.
Cuando está originado en la verdadera simpatía, el afecto que dos seres se consagran
en la Tierra, continúa existiendo siempre en el mundo de los espíritus.
Por su parte, los espíritus a los que hicimos mal en este mundo, podrán perdonarnos,
si ya son buenos y según nuestro propio arrepentimiento. Pero si todavía son malos,
pueden guardar resentimiento y perseguirnos muchas veces, incluso en otras existencias.
Como resaltan los espíritus superiores:  de la discordia nacen todos los males
de los humanos; de la concordia resulta la completa felicidad»  y uno de los objetivos
de nuestra encarnación es el de trabajar en el sentido de mejorarnos interiormente y que
lleguemos a la perfección espiritual.
Esto nos lleva a comprender mejor la afirmación de Jesús, cuando nos dijo: Amad
a vuestros enemigos», pues sólo hay perjuicio para el Espíritu que tenga enemigos por
fuerza del mal que ha practicado, debido a que los enemigos son obstáculos en su
peregrinaje y esa enemistad siempre genera desdicha y atraso en su progreso espiritual.
Si admitimos  que la maldad no es un estado permanente de los hombres; que
es consecuencia de una imperfección temporaria y que, así como el niño se corrige de
sus defectos, el hombre malo reconocerá un día sus errores y llegará a ser bueno,
 comprendemos también que nuestra mayor meta es superar la maldad que todavía
existe en nosotros y en los otros. Y, en este sentido, solamente la manifestación de amor
de nuestra parte puede quebrar el círculo vicioso del odio que continua existiendo, muchas
veces, aún después de la muerte física.
El periodo más propicio para ese esfuerzo es, sin duda, cuando estamos junto a
nuestros enemigos, conviviendo con ellos, en la condición de encarnados y no encarnados,
pues es cuando tenemos las mejores oportunidades de testimoniar nuestro propósito de
cultivar la concordia para con todos, y así sustituir los lazos de odio que nos ligaban por
los lazos de amor que comienzan a unirnos.