sábado, 31 de marzo de 2012

LEY DE TRABAJO

El trabajo es una ley de la naturaleza, por eso mismo constituye una necesidad, y la civilización obliga al hombre a trabajar más, porque aumenta sus necesidades y
gozos. El trabajo en el hombre tiende a un doble fin: la conservación del cuerpo y el desenvolvimiento de la facultad de pensar, lo qué también es una necesidad y lo eleva por sobre si mismo. En los diversos mundos del universo, «la naturaleza del trabajo guarda relación
con la naturaleza de las necesidades. Cuando menos materiales son éstas, menos material es el trabajo. Pero, no deduzcáis de ahí que el hombre permanezca inactivo e
inútil. La ociosidad seria un suplicio en vez de un beneficio.
NECESIDAD DEL TRABAJO
En general el vocablo trabajo puede ser definido como: «ocupación de alguna
obra o menester; ejercicio material o intelectual para hacer conseguir alguna cosa.
Sin embargo, el trabajo es una ley de la Naturaleza mediante la cual el hombre forja su propio progreso, desarrollando las posibilidades del medio donde se sitúa, ampliando los recursos de preservación de la vida, por medio de sus necesidades inmediatas en la comunidad social donde vive. No obstante, el trabajo no se limita tan sólo al esfuerzo de orden material o físico, sino también al intelectual, por la labor desarrollada cuando se tiene por objetivo las manifestaciones culturales, el conocimiento, el arte, la ciencia.
Mediante el trabajo abnegado, del cual no resulta intercambio ni permuta de reenumeración se modifica a asimismo, creciendo en sentido moral y espiritual.
Por un proceso se desenvuelve en sentido horizontal y sé mejora exteriormente; por
el otro asciende en el sentido vertical de la vida y se transforma desde adentro hacia fuera.
Valiéndose del primer recurso de conquista simpatía y respeto, gratitud y amistad.
A través de su entrega personal consigue superarse, revelando ser un instrumento de la
Misericordia Divina en la tarea de edificación de la felicidad de todos.
Sin el trabajo el hombre permanecería siempre en la infancia, en cuanto a la
inteligencia se refiere. Por eso es que su alimento, su seguridad y su bienestar dependen de su trabajo y actividad; al hombre de físico extremadamente débil Dios le otorgó la inteligencia, en compensación. Pero siempre es un trabajo. El trabajo es, junto con la oración, el más eficiente antídoto contra el mal, porque conquista valores inestimables con los que el espíritu corrige las imperfecciones y educa la voluntad. El momento de peligro para el cristiano activo es el del ocio, no el del sufrimiento ni el de la lucha ardua.
En la ociosidad surge y crece el mal. En el dolor y en la tarea resplandecen la luz de la oración y la llama de la fe. En los mundos más evolucionados, así como en los inferiores, la naturaleza del trabajo no es la misma. La naturaleza del trabajo guarda relación con la naturaleza de las necesidades. Cuando menos materiales son éstas, menos material es el trabajo. Pero, no deduzcáis de ahí que el hombre permanezca inactivo e inútil. La ociosidad sería un suplicio en vez de un beneficio. En los mundos primitivos los habitantes son más rudimentarios. La fuerza bruta es, entre ellos, la única ley. Carentes de industrias y de invenciones, pasan la vida a la conquista de alimentos. En los mundos que han llegado a un grado superior, las condiciones de la vida moral y material son muy diferentes a las de la vida en la tierra. Sin embargo, los mundos felices no son privilegiados, ya que Dios no es parcial
con ninguno de sus hijos;... todos pueden acceder a las categorías más altas: solo les corresponden conquistarlas mediante el trabajo, alcanzarlas mas a prisa o permanecer inactivos durante siglos y siglos en el lodazal de la humanidad. Biblografia libro de los Espiritus preg 674 a 681 de Allan Kardec. del libro el Evangelio segun los Espiritus. Hay muchas moradas en casa de mi padre Item 8 Item 9 Item12 de Allan Kardec

miércoles, 21 de marzo de 2012

LEY DE DESTRUCCION

Los flagelos destructores son de dos tipos: los naturales y los provocados por
los hombres. En la primera línea de los flagelos destructores, naturales e
independientes del hombre, deben ser colocados las pestes, el hambre, las
inundaciones, las perturbaciones atmosféricas fatales para las producciones de la
tierra. Sin embargo, ¿no ha encontrado el hombre en la Ciencia, en las obras de
arte, en el perfeccionamiento de la agricultura, en la racionalización de las siembras y
en los regadíos, en el estudio de las condiciones higiénicas, medios para impedir o al
menos atenuar muchos desastres? ¿Qué no hará el hombre por su
bienestar material cuando sepa agregar el sentimiento de verdadera caridad para
con sus semejantes? Dios castiga a la Humanidad con flagelos destructores para hacerla
progresar con más rapidez.
El hombre es impulsado a la guerra por el «predominio de la naturaleza animal
sobre la naturaleza espiritual y el desbordamiento de las pasiones.
La Providencia hace necesaria la guerra con el objeto de alcanzar «la libertad y
el progreso.
FLAGELOS DESTRUCTORES: GUERRAS
«Todo lo que vive en este mundo: naturaleza, animal, hombre, sufre y sin embargo,
el amor es la ley del Universo y fue por amor que Dios formó a los seres. Esta contradicción
aparentemente horrible, este problema angustioso perturbó a tantos pensadores y los
condujo a la duda y al pesimismo.
El animal está sometido a la lucha ardiente por la vida. Entre las hierbas del prado,
las hojas y ramajes de los bosques, en el aire, en el seno de las aguas, por todas partes se
desarrollan dramas ignorados.
En cuanto a la Humanidad, su historia no es más que un largo martirologio. A través de los tiempos, por sobre los siglos, rueda la triste melopea de los sufrimientos
humanos
El dolor sigue todos nuestros pasos; nos acecha en todas las curvas del camino. Y
frente a esta esfinge que lo observa con su mirada extraña, el hombre se plantea la eterna
pregunta: por qué existe el dolor?
Fundamentalmente considerado, el dolor es una ley de equilibrio y educación.
En este sentido, los flagelos destructores son permitidos por Dios para que la
Humanidad pueda «progresar más de prisa. Además, la palabra flagelo generalmente
es interpretada como algo perjudicial cuando, en realidad, representa el medio por el cual
las transformaciones necesarias al progreso humano se realizan más rápidamente.
Es muy cierto que existen otros procesos, menos rigurosos, para hacer que los
hombres progresen y Dios los emplea todos los días, pues dio a cada uno los
medios de progresar por el conocimiento del bien y del mal. El hombre, no obstante, no
aprovecha esos medios. Por lo tanto, se hace necesario que sea castigado en su orgullo y
que se le haga sentir su debilidad.
Y con el abatimiento del orgullo, la Humanidad se trasforma, como ya se
transformó en otras épocas, y cada transformación queda señalada con una crisis que es,
para el género humano, lo que son para los individuos las crisis de crecimiento. Aquellas
resultan muchas veces penosas, dolorosas, arrebatan consigo a las generaciones y las
instituciones, pero son siempre seguidas de una fase de progreso material y moral.
Cuando los flagelos naturales, tales como cataclismos, inundaciones, hambre,
epidemias de enfermedades y de plagas de plantaciones, la sequía, los terremotos y
maremotos, las erupciones volcánicas, los ciclones, etc., se abaten sobre la Humanidad,
muchos se rebelan contra Dios y pierden valiosas oportunidades de comprender el
significado de tales acontecimientos.
«La Ley del Karma o de Causa y Efecto ejerce su ineludible influencia no sólo
sobre los hombres, en forma individual, sino también sobre los grupos sociales.
Así, por ejemplo, cuando una familia, una nación o una raza busca algo que le
traiga mayores satisfacciones, se esfuerza por mejorar sus condiciones de vida o adopta
medidas tendientes a acelerar su desenvolvimiento: sin perjudicar o hacer mal a otro
está contribuyendo, de alguna forma, a la evolución de la Humanidad, y esto es bueno.
Recibirá entonces nuevas y más amplias oportunidades de trabajo y progreso,
conduciendo a los elementos que la componen a niveles cada vez más elevados.
No obstante, si procede al contrario, tarde o temprano sufrirá la pérdida de
todo aquello que adquirió injustamente, en circunstancias más o menos trágicas y
aflictivas, según el grado de malicia y crueldad que haya caracterizado sus acciones.
Es así que más tarde, en otras existencias planetarias, son convocados a expiaciones
colectivas o individuales, que aparecen bajo la forma de flagelos destructores.
Sin embargo, sucede que muchos flagelos son el resultado de la imprevisión
del hombre. A medida que adquiere conocimiento y experiencia puede ir conjurándolos,
es decir, previniéndolos, si sabe investigar sus causas. A pesar de eso, entre los males
que afligen la Humanidad hay algunos de carácter general que están en los decretos de la
Providencia y de los cuales cada individuo recibe, en mayor o menor medida, el
contragolpe. A esos el hombre nada puede oponer sino la sumisión a la voluntad de
Dios. Esos mismos males, sin embargo, él los agrava, muchas veces, por su negligencia.
En la primera fila de los flagelos destructores, naturales e independientes del hombre,
deben ser colocados la peste, el hambre, las inundaciones, las tempestades fatales para
las producciones de la tierra.
Al enfrentar esos flagelos, el hombre es impulsado por la fuerza de la necesidad a
buscar soluciones para liberarse del mal que lo ataca. Es por eso que el dolor se transforma
en un proceso o un medio de equilibrio y educación, como ya hemos señalado.
Asimismo, las guerras, que no representan más que el predominio de la naturaleza
animal sobre «la naturaleza espiritual y el desborde de pasiones», generan «la libertad y
el progreso de la Humanidad.
Dios permite que exista la guerra y todas sus funestas consecuencias para que el
hombre, al contacto con el dolor, se libere: por un lado de su pasado de errores, y pula,por otro, las malas tendencias que todavía lo hacen mantenerse en atraso moral.
Documentación recogida del libro de los espiritus preg. 737 a 744 y del génesis, los tiempos son llegados item. 9

miércoles, 14 de marzo de 2012

LEY DE IGUALDAD

La posición elevada del hombre en este mundo y el tener autoridad sobre sus semejantes son pruebas tan grandes y tan riesgosas como la desgracia, porque cuanto más rico y poderoso es, tantas más obligaciones tiene que cumplir y tanto más abundantes son los medios de que dispone para hacer el bien y el mal. Dios prueba al pobre por la resignación y al rico por el empleo que da a sus bienes y a su poder. La riqueza y el poder hacen nacer todas las pasiones que nos ligan a lamateria y nos apartan de la perfección espiritual. Por eso Jesús dijo: «En verdad osdigo que es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que entre un rico en el reino de los cielos
DESIGUALDAD DE LAS RIQUEZAS: LAS PRUEBAS DE LA RIQUEZA Y DE LAS MISERIAS
La igualdad de las riquezas no es posible: A eso se opone la diversidad de las facultades y caracteres.
Los hombres no son iguales. Unos son más previsores, otros menos.
Unos más egoístas, otros menos. Unos más inteligentes, activos y trabajadores,
otros menos. Entonces, si fuera la riqueza repartida en partes iguales, a cada uno
daría una porción mínima e insuficiente que, suponiendo efectuada esa repartición, el
equilibrio estaría roto en poco tiempo, por la diversidad de los caracteres y las aptitudes;
que, suponiéndola posible y duradera, si cada uno no tiene más que con qué vivir, el
resultado sería el aniquilamiento de todos los grandes trabajos que concurren al progreso
y bienestar de la humanidad; que, admitiendo que se le diera a cada uno lo necesario, ya
no existiría el incentivo que impulsa a los hombres a los descubrimientos y a las empresas
útiles. Si Dios la concentra en ciertos puntos es para que de ahí se expanda en cantidad
suficiente, de acuerdo con las necesidades.
Dios concedió las pruebas de la riqueza a unos y las de la pobreza a otros, «para
probarlos de modos diferentes. Además de eso, como sabéis, esas pruebas fueron escogidas por los mismos Espíritus, que sin embargo, con frecuencia sucumben en ellas. Una de las pruebas más difíciles es la de la pobreza, tanto como lo es la de la riqueza.
En la primera, el Espíritu puede sufrir la tentación de la rebeldía. En la segunda, la del abuso de los bienes de la vida, desvirtuando sus supremos objetivos. Espíritus realmente evolucionados o simplemente esclarecidos sobre la Ley de Causa y Efecto, pueden solicitar la prueba de la pobreza, como oportunidad para el acrisolamiento de cualidades o la realización de tareas. Algunas veces, el mal uso de la riqueza, en una existencia procedente, lleva al Espíritu a pedir la condición contraria, con lo que espera resarcir abusos cometidos y ponerse a
salvo de nuevas tentaciones, para las cuales no se sientasuficientemente fuerte. El libre albedrío del hombre puede conducirlo a la pobreza, sin que lo justifiquen
antecedentes espirituales, causas ligadas al pasado. Por ejemplo, la falta de
estímulo para enfrentar los problemas de la vida, la pereza, la falta de previsión, que son factores que pueden conducir al hombre al estado de dificultades económicas. La pobreza es, para los que la sufren, la prueba de la paciencia y de la resignación;
la riqueza es, para los otros, la prueba de la caridad y de la abnegación. Si la riqueza hubiera de constituir un obstáculo absoluto a la salvación de los que la poseen, conforme se podría inferir de ciertas palabras, de Jesús, interpretadas según la
letra y no según el espíritu, Dios, que la concede, había puesto en las manos de algunos un instrumento de perdición, sin apelación de ninguna clase, idea que repugna a la razón. Sin duda, por los excesos a que da origen, por las tentaciones que genera y por la
fascinación que ejerce, la riqueza constituye una prueba muy arriesgada, más peligrosa que la de la miseria. Es el supremo excitante del orgullo, del egoísmo y de la vida sensual.
Cuando Jesús dijo: Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que entre un rico en el reino de los cielos» (Mateo, 19:24; Marcos, 10:25; Lucas, 18:25) se
estaba refiriendo a los males, a las tentaciones a que la riqueza puede conducir al hombre.
Es erróneo interpretar que el rico no puede alcanzar la perfección; no fue lo que Jesús anunció. Si la riqueza solamente hubiera de producir males, Dios no la habría puesto en la Tierra. Compete al hombre hacerla producir bien. Si no es un elemento
directo de progreso moral es, incuestionablemente, un poderoso elemento de progreso intelectual.
Por la riqueza puede el hombre mejorar la situación material del planeta donde vive, mejorar la producción a través de la relación entre los pueblos; crear mayores y mejores recursos sociales a través del estudio, la investigación y el trabajo. Con razón, pues, la riqueza es considerada elemento de progreso.
La riqueza favorece las mayores tentaciones, por eso es difícil al rico acceder al reino de los cielos, pero no imposible, pues dispone de innumerables medios para hacer el bien. Pero, eso es justamente lo que no siempre hace. Se vuelve egoísta, orgulloso e insaciable. Es por esos hechos que la prueba de la riqueza, a pesar de ser tan difícil como la de la pobreza, es más peligrosa para el progreso moral del hombre.