viernes, 22 de abril de 2011

EL ESPIRITISMO Y LAS CONTRADICCIONES DE LA IGLESIA

El Espiritismo y el Clero de León Denis...

Dejo mi pensamiento y un fragmento de lo que he leido
para saber como reaciona la Iglesia con el Espiritismo;
cuando yo empecé a saber cual era la verdad de la vida,
la que venimos a cumplir por nuestras equivocaciones de muchas otrasvidas.
Vi que esto no me lo habian dicho nunca al contrario.
Hace unos años que amo el Espiritismo porque en los años
que no lo entendia estaba al lado de la Iglesia: y en mis
vivencias con ella todo era pecado; un dia me puse a pensar
y abri los ojos y me di cuenta de cuantas cosas maravillosas
me habia dejado en el camino:
al leer este libro quiero compartirlo en el Blog. alguien lo podra leer
y darse cuenta que el diablo como diablo no existe, que son espiritus
bulgares, con mucho odio que se han ido de la vida sin que su corazón
se haya dado cuenta que es Amor: hay otros espiritus guiás, mentores,
hermanos muy buenos, superiores etc que nos ayudan nos protegen,
y un largo etc...
¿Tambien te decian que todo era pecado,¡cuando eres niño pequeño
que es pecado para estos, señores que les ponen miedo y les dicen esto es pecado
y Dios te castigara ¿como un catolico apostolico romano puede decir
que Dios castiga? yo he tenido en mi corazón mucho amor desde muy pequeña,
Jesús cuando vino hace 2000 años nos dejo su legado muy hermoso y si lo leemos muy despacio veremos muchas cosas que nos dejo, y se nos pasan por alto vino a decirnos que Dios Padre es amor y no castiga, que nos amaramos los unos a los otros como el nos ama: vino a darnos fe que hay otra vida la de ( mi reino no es de este mundo) leer el evangelio segun los espiritus, y vereis que cosas tan bonitas? y como nos hace pensar en lo que dice
palabra muy bonita y que debemos practicar
Fuera de la Caridad no hay salvación.. gracia
La campaña contra el Espiritismo, por el clero católico,
prosigue activamente.
El padre Coubé, en sus viajes de predicación y sus
conferencias en la Magdalena, en París, empezó los ataques,
continuados bajo la forma de artículos que ha publicado
mensualmente en la revista L’Idéal.
A su turno, el padre Mainage, dominico muy apreciado en su
medio, salió en socorro suyo en la Libre Parole y en la Revue
des Jeunes.
Su ejemplo fue imitado por todas partes. Dispararon contra
nosotros desde lo alto de los púlpitos y desde el fondo de los
confesonarios.
Todo esto aún no les parece suficiente. La artillería pesada
del Vaticano ha entrado en el combate. En una reunión plenaria,
los cardenales inquisidores del Santo Oficio, en Roma, prohíben
que los fieles frecuenten las reuniones y los estudios espíritas,
“aunque tengan una apariencia honesta y piadosa.”
Tras algunos días, el Papa Benedicto XV aprobaba esa
resolución y el arzobispo de París, en la Semaine Religieuse
solicitaba que sus diocesanos le diesen la más seria atención.
Así, todos los cañones de la Iglesia atruenan en conjunto
contra el pobre Espiritismo, que no por ello sufre cualquier mal.
El Espiritismo ya ha conocido otros muchos asaltos, es tan
antiguo como el mundo y durará tanto como él, porque reposa en
base indestructible: la Verdad.
Sus adversarios pueden revolverse contra él, pero solo
conseguirán llamar la atención del público a su favor y aumentar
el número de sus adeptos. Es lo que pasa en todos los casos
análogos. Solo nos cabe desear que nuestros contradictores
continúen tan eficaz propaganda.
Procuramos, en balde, una explicación justa en la decisión del
Santo Oficio. Su prohibición no viene seguida de explicación
alguna.
Quedamos limitados a socorrernos de los argumentos de los
predicadores de la prensa católica para descubrir los motivos que
dieron origen a tal resolución.
En sus sermones y durante una entrevista concedida a un
redactor del Matin, el padre Coubé reconoce la realidad de los
fenómenos espíritas e incluso presenta pormenores, demostrando
cierto interés, pero los atribuye a una intervención satánica. En
sus artículos en L’Idéal, repite, incesantemente, la cuestión del
infierno.
El padre Mainage, en la Revue des Jeunes, de 25 de abril de
1917, no se presenta menos radical.
Los fenómenos espíritas, dijo él tienen por origen “un mal
principio, muy artero al emplear los medios de cegar las almas y
perderlas.”
En el prefacio que hizo para el libro de la señora H. Minsk-
Jullien, Les Voices de Dieu, él habla aún de la intervención del
diablo en los hechos espíritas.
Nos encontramos frente a la antigua teoría satánica, bastante
odiosa. Da pena ver a hombres inteligentes, dotados de real
talento, recurrir a argumentos tan desgastados. Sin embargo, la
palabra de orden fue dada, el tema fue impuesto y ¡es preciso
obedecer!
¡Lo lamentamos por las buenas almas, constreñidas a aceptar
tarea tan ingrata!
Ya no nos detendremos más en una tesis que hemos refutado
muchas veces y que apenas hace despertar una sonrisa burlona
en los labios de aquellos a quienes osan presentarla.
No limitaremos a contraponer a las opiniones de los padres Coubé y
Mainage, las de los teólogos cuya autoridad es incontestable.
Para empezar, citemos a monseñor Chollet, obispo de
Verdún, antiguo profesor de la Facultad Católica.
En su obra titulada Contributions de l’Occultisme à
l’Anthropologie, página 58, criticando nuestra doctrina, él
reconoce que las ciencias llamadas “ocultas” presentan una
valiosa contribución a la Antropología, al igual que a la
Biología, a la Psicología, a la Moral, a la Ciencia de las
Religiones, a la Etnografía, y añade:
“Pensamos, pues, que no debemos admitir fácilmente la
acción del demonio en los hechos del ocultismo, y que si esa
acción en ellos se ejerce, eso solo se produce muy raramente.”
El eminente prelado inglés, monseñor Benson, hijo del
fallecido arzobispo de Cantorbery, convertido a la religión
católica, y que forma parte de la diócesis de Westminster, en
Londres, exponía al Daily Express v su manera de ver el
Espiritismo:
“Estoy convencido de que ciertas manifestaciones psíquicas
nos posibilitan relaciones con las almas de los muertos…
Toda la raza humana siente la presencia real de las almas a su
alrededor, desde hace muchos siglos. Ya se han registrado
manifestaciones de los espíritus y ya se ha hablado de casas
encantadas. El fenómeno tiene un fondo de verdad…
Por mi parte, imagino que el mundo de los espíritus se agita
en torno a nosotros, ejerciendo su poder, y que algunos de esos
espíritus, en casos cuyas condiciones exactas se nos escapan, se
aparecen verdaderamente.”
El célebre padre Lacordaire, en una de sus Lettres a Mme.
Swetchine (20 de junio de 1853), así se expresaba:
“¿Ya habéis visto girar las meses y ya las habéis oído hablar?
Yo desdeñé de verlas girar, como algo muy vulgar, pero las he
oído y las he hecho hablar. Ellas me han dicho cosas muy
importantes sobre el pasado y el presente.
Por más extraordinario que esto parezca, para un cristiano
que cree en los espíritus, es tan solo un fenómeno bien vulgar y
bien pobre.
En todas las épocas hubo procesos más o menos bizarros para
la comunicación de los espíritus, pero antiguamente se hacía
misterio con esos procesos, como se hacía misterio con la
Química. La Justicia, por medio de ejecuciones terribles,
arrojaba en la sombra estas extrañas prácticas.
Hoy, gracias a la libertad de los cultos y de la publicidad
universal, lo que era un secreto se ha vuelto fórmula popular.
Ciertamente, con esa divulgación, Dios ha querido proporcionar
el desarrollo de las fuerzas espirituales, a fin de que el hombre
no se olvidase, en presencia de las maravillas de la mecánica, de
que hay dos mundos incluidos el uno en el otro: el de los cuerpos
y el de los espíritus.
A los cardenales del Santo Oficio les recordaremos lo que
decía el no menos eminente cardenal Bona, tan justamente
apodado el “Fénelon de Italia”, en su Traité du Discernement des
Esprits:
“¡Es asombroso que haya hombres de buen sentido que hayan
osado negar enteramente las apariciones y las comunicaciones de
las almas con los vivos, o atribuirlas a una imaginación
alucinada o, entonces, al arte de los demonios!”
Aún es preciso citar autoridades más altas:
San Agustín, en De Cura pro Mortuis, da su opinión en estos
términos:
“Los espíritus de los muertos pueden ser enviados a los vivos;
pueden desvendarles el futuro, que ellos conocen, ya por
mediación de otros espíritus, por los ángeles o por una
revelación divina”.
Y más adelante, añade:
“¿Por qué no atribuir esas situaciones a los espíritus de los
difuntos y no creer que la Divina Providencia hace buen uso de
todo, para instruir a los hombres, consolarlos o asustarlos?”
De Santo Tomás de Aquino, el “Ángel de la Escolástica”, nos
dice el abate Poussin, profesor en el Seminario de Nice, en su
obra Le Spiritisme devant l’Èglise (1866): “se comunicaba con
los habitantes del otro mundo, con muertos que le informaban
sobre el estado de las almas por las cuales él se interesaba, con
santos que lo reconfortaban y le abrían los tesoros de la ciencia
divina.”
Ante tantas contradicciones, ¿cómo quedan la magnífica
unidad de miras, la pura doctrina infalible, el dogma intangible
que era la magnificencia de la Iglesia Romana?
Los hombres que se suponen los representantes de Dios en la
Tierra, los fieles intérpretes de su palabra, los que se juzgan con
el derecho absoluto de gobernar nuestras conciencias, esos
permanecen dubitativos, vacilantes, frente a esta cuestión capital:
¡las condiciones de la vida futura y las relaciones entre vivos y
difuntos!
Será, por tanto, al Espiritismo a quien irá a pedir la
Humanidad las certidumbres y los consuelos que le son
necesarios y de los cuales está hoy desprovista.
Las perplejidades del padre ante esos problemas se revelan de
forma chocante en el prefacio escrito por el padre Mainage para
el libro de la señora Minsk-Jullien, del que ya hemos hablado.
Se trata de una joven señora, “animada de un odio
inexplicable contra la Iglesia”, a quien los consejos del difunto
marido reconducen al Catolicismo. Diversos fenómenos espíritas
han concurrido para esa conversión: tiptología, premoniciones,
etc.
El autor del prefacio está bastante desconcertado. “¿Cómo
explicar ese retorno a la fe a través de una intervención del
demonio?” cuestiona.
Si bien la Iglesia califica esas prácticas como diabólicas, las
comunicaciones obtenidas por la señora Minsk no tienen
necesariamente esa característica.
¿Se habría Dios servido del Espiritismo para reconducir a esa
señora al Catolicismo?
Aunque la solución del problema sea tan sencilla, tan fácil de
encontrar, el padre Mainage se debate en un círculo de
contradicciones y dificultades. El distinguido religioso, cuyas
intenciones parecían sinceras, está como desorientado en ese
dominio que le es poco familiar. Sin embargo él presentó la
única explicación plausible, citando en la página 495 de la Revue
des Jeunes:
“La muerte no nos cambia, somos en el Más Allá lo que
hemos hecho en esta vida.”
Los espíritus conservan durante mucho tiempo después de la
muerte sus opiniones terrenas. Ahora bien, la señora Minsk-
Jullien, al casarse, había entrado para una familia católica. Su
cuñado era cura y su cuñada era apegada a la devoción. Su
marido, que ella había transformado en librepensador, se
convirtió, gracias a la Ultra-Tumba, por mediación de espíritus
creyentes.
En la primera manifestación espírita relatada, se produjo la
aparición del suegro difunto para afirmar su fe en la vida eterna y
su voluntad de atraer, hacia ella, a su hijo todavía vivo (página
43 del citado libro). Éste, después de muerto, cedió a las
sugerencias paternas. Esta es la única solución posible del
enigma.
La intervención del demonio nada tiene que ver aquí y esa
hipótesis no tiene otra finalidad más que desacreditar al
Espiritismo.
Tras haber vislumbrado la verdad como en un relámpago, el
padre Mainage recae en sus dudas. En el transcurso de sus
conferencias en S. Luis d’Antin (1920), 6º sermón, y en su libro
La Réligion Spirite (1921-1922), aún evoca el espectro de Satán.
Es ciertamente la neurosis diabólica, dolencia mental que
tanto perjudicó en la Edad Media, ha causado tantos males y se
perpetúa hasta nosotros.
La teoría del demonio y del infierno ha rendido tantas
ventajas a la Iglesia que ésta no vacilará en servirse de ella en las
horas difíciles. Sin embargo, lo que en el pasado podía
impresionar, hoy nada más suscita que un escepticismo burlón.
Frente a las afirmativas perentorias proferidas desde la
cátedra, el hombre actual preferirá las demostraciones positivas,
las experiencias siempre controlables de un Crookes, de un
Myers, de un Lodge, de un Aksakof, de un Lombroso.
El Espiritismo hace, poco a poco, su brecha en la Ciencia.
Los hechos, las pruebas y los testimonios se acumulan en su
favor. Gran número de sabios célebres, principalmente en
Inglaterra, se cuentan entre sus adeptos.
Puede mirar hacia el futuro con confianza, considerar con
indulgencia y serenidad las críticas vanas de que es objeto.
¿Puede la Iglesia Romana decir lo mismo? No, seguramente.
Bajo las intemperancias de lenguaje de sus defensores, se
adivina un despecho, un recelo de ver a nuestras creencias
sustituir, poco a poco, al oscuro y sofocante dogma católico.
¿No será también rebajar a Dios, como hace el padre
Mainage, creyendo en su intervención en el curso de las
manifestaciones de orden físico?
Se diría que el Catolicismo estaba empeñado en amezquindar
a Dios y que ha logrado su propósito con los hombres que, en su
mayoría, han llegado a perder de vista la majestad divina y el
esplendor de sus leyes.
La Iglesia tenía por misión conservar en el hombre la noción
clara y elevada de Dios y de la vida futura. Ahora bien, el
materialismo y el ateísmo son los que reinan como dominadores
en la sociedad moderna.
Socorriéndose siempre del espantajo del infierno y de las
penas eternas, haciendo de Dios el verdugo de sus criaturas,
atribuyendo a Satán un papel importante en el universo, ha
llevado al hombre a la negación.
En el transcurso de una conferencia en una ciudad del Sur, un
buen católico me hizo la siguiente objeción:
- Usted ha dicho que el infierno es un simple producto de la
imaginación. Yo he ido a Nápoles y he visto al Vesubio en
erupción; es una de las bocas del infierno que, por lo tanto, es
una realidad
Le repliqué:
- Entonces ¿usted cree que el infierno se encuentra en el
centro de la Tierra? Sin embargo, habiendo sido la Tierra una
gran masa ígnea, un globo de fuego, antes de hacerse sólida y de
ser habitada, de ahí resulta que Dios ha creado el infierno antes
de crear el hombre. Así, podría compararse a Dios con un gran
señor de la Edad Media que deseando fundar una ciudad,
empezaría por mandar construir, en el centro, la gehena, la casa
de los suplicios, el lugar de torturas y diría en seguida a todos:
“¡Venid, amigos míos, a instalaros en ese lugar, que he
preparado con cariño!”
Con esas palabras, toda la sala fue sacudida por una enorme
hilaridad, y mi contradictor se quedó con aire contristado.
He aquí a dónde llegan tales teorías. ¿Dudan nuestros
excelentes predicadores católicos del resultado obtenido por sus
efectos oratorios?
La noción de Dios es inseparable de la de justicia; cuando una
se desmorona arrastra también a la otra.
Ahora bien, pese a todas las argucias y a todos los sofismas,
jamás se podrá conciliar la noción de justicia con la de un
infierno perpetuo. El sentimiento, la piedad, la misericordia, no
se combinan con tales ideas.
Diré a nuestros contradictores:
¿¡Cómo recomendáis a los fieles, con convicción, el perdón
de las ofensas, el olvido de las injurias; aconsejáis a los padres la
indulgencia para con sus hijos; os gusta citar la parábola del hijo
pródigo, que no obstante sus errores, fue acogido por su padre,
de brazos abiertos, y hacéis de Dios, Padre de todos, un ser
despiadado y cruel?! ¡Despiadado por toda la eternidad!
¿No sentís temblar algo dentro de vosotros, cuando afirmáis
semejantes errores, tales absurdos?
El padre Coubé, en largo artículo publicado en L’Idéal, de
julio de 1917, se entrega a la exhaustiva tarea de demostrar la
existencia de Satán.
Para empezar, recurre a la leyenda oriental que el Judaísmo
ha tomado prestada a la India y a Persia y fue transmitida al
Cristianismo. A continuación, pasa en revista todas las fases de
la supuesta historia y los diversos modos de acción del “espíritu
del mal”.
Para él, los misterios sagrados de Egipto y de Grecia, las
brillantes escuelas filosóficas donde maestros venerables
enseñaban los altos principios a una elite intelectual, a una
juventud atenta e interesada, todas las manifestaciones del genio
antiguo no son más que obra del demonio.
Los sueños de los poetas, en todos los tiempos, los esfuerzos
de los escritores y de los artistas para fijar, en el papel o en el
mármol, los rasgos imaginarios de Satán, son, a sus ojos, otras
tantas pruebas de su existencia.
En fin, en un estilo colorido, él concluye diciendo que el
Espiritismo no es sino uno de los modos de intervención del
“maligno” en el mundo moderno.
No ignoremos que los hombres de las primeras edades
personificaban las fuerzas de la Naturaleza, los poderes del Bien
y del Mal, prestándoles formas humanas. Los orientales,
principalmente, grandes amadores de metáforas y de hipérboles,
enriquecieron todas sus concepciones.
Los libros sagrados de Asia, y la propia Biblia, están
saturados de alegorías y de imágenes que sería pueril tomar al
pie de la letra. Se trata de cosas orientales, creadas por orientales
para otros orientales y que no atienden al sentido práctico y
realista de las razas occidentales. ¡Y pretenden imponernos esas
fantasías, por veces burlescas, como verdaderas!
¿Qué pensará el padre Coubé que son sus lectores?
Él tiene la bondad de decirnos que los brahmanes le
afirmaron que la idea de Satán y del infierno se halla en su
religión. ¿No está ahí la prueba evidente de que los cristianos la
han copiado de las tradiciones anteriores de miles de años?
“¡El Espiritismo – escribe el padre Coubé – es el culto de
Satán!”
He aquí una acusación lanzada livianamente. Ella demuestra
que los estudios del eminente canónigo, respecto de ese punto,
han sido muy superficiales.
Un examen más atento, más profundizado, le hubiera
demostrado que el diablo no existe en las manifestaciones
psíquicas.
Hemos visto que el padre Coubé está en completo
desacuerdo, sobre este asunto, con monseñor Chollet, el actual
arzobispo de Cambray, y con otros prelados.
El propio Santo Oficio, condenando las prácticas espíritas, se
abstiene de tales comentarios y guarda una prudente reserva.
En efecto, he aquí un terreno peligroso para la Iglesia.
Atribuir nuestros fenómenos al demonio es olvidar las almas
del Purgatorio, la comunicación de los santos, la reversibilidad
de los méritos, etc., es decir, todo cuanto resulta de pactos
hechos con las entidades del Espacio.
Los verdaderos teólogos no pueden ignorar la analogía
clamorosa que hay entre los fenómenos espíritas y los de la
mística cristiana: audición de voces, casos de bilocación,
levitaciones, escrita directa, visiones y apariciones.
Además, los hechos de orden efectivo: Éxtasis, arrobos,
estigmas, olores balsámicos, extraordinaria acuidad de los
sentidos, como los de Santa Gertrudis, Santa Lydwine, la
extática María Luzzati, etc.
Todo esto se relaciona directamente con el Espiritismo
experimental. Sin duda las expresiones no son las mismas, pero,
en el fondo, los hechos y las ideas concuerdan.
Desafiamos a los teólogos a que expliquen de otra forma las
extrañas manifestaciones relatadas en la vida de los santos del
siglo XIV y XV, por ejemplo, las ocurridas en la vida de San
Vicente Ferrer, en la de Santa Brígida, en la de Colette-Boilet,
etc. De la misma forma, los fenómenos análogos relatados en las
vidas de San Crisóstomo y San Martín de Tours por diversos
autores.x
Solo el Espiritismo, facilitando el descubrimiento de los
estados sutiles de la materia, enrarecida hasta lo infinito, ha
hecho comprensible la existencia de las formas invisibles de la
vida y la poderosa acción de las fuerzas ocultas.
Los teólogos del futuro, menos ciegos por las prevenciones,
encontrarán fácilmente, en el Espiritismo, las pruebas
experimentales para combatir al materialismo y para amparar al
espiritualismo frágil de las Iglesias.
Es lógico que un católico ignorante, rutinario y crédulo no
aceptará estos datos, pero un cristiano instruido, despierto,
predispuesto por su cultura intelectual y moral a las revelaciones
del Más Allá, lejos de ver en el Espiritismo un enemigo de su
creencia, en él encontrará el complemento racional y necesario
para su fe, un nuevo medio de orientar su vida hacia rumbo más
elevado.
Satán no es más que un mito, sin embargo, existen espíritus
malos, que sabremos alejar mediante la oración. Conocemos la
palabra del apóstol:
“No deis crédito a todos los espíritus, mirad primero si los
espíritus son de Dios.”
Los desagradables encuentros que podemos tener en la
frontera de los dos mundos no son los del demonio, sino los de
los hombres viciosos desencarnados. Su estado de alma no es
eterno y ellos se perfeccionarán, tarde o temprano.
Ocurre, incluso frecuentemente, en nuestras sesiones, que los
espíritus atrasados y groseros son conducidos al bien por sus
conversaciones con los espíritas. Bajo este punto de vista,
nuestra acción sobre el Más Allá es eficaz y salutífera.
Si existen los malos espíritus, también hay los buenos.
Cuando, con un corazón sincero, suplicamos el socorro del
Cielo, él no nos envía legiones infernales.
La intervención de los buenos espíritus es indudable si, como
dice la Escritura, podemos juzgar el árbol por sus frutos.
¡Cuántos materialistas y ateos han sido reconducidos al
pensamiento de Dios y de la vida futura!
¡Cuántos pobres seres desolados, desesperados por la pérdida
de aquellos a quienes amaban, han gozado del consuelo y del
confortamiento en su intercambio con los queridos muertos!
¡Cuántos desgraciados, doblegados bajo el peso de la vida,
consumidos por los sufrimientos, por las enfermedades, por las
decepciones, envueltos por la idea del suicidio, han encontrado
en los consejos del Más Allá – con el coraje de vivir y la fuerza
moral – una suavización de sus sufrimientos!
En las horas de crisis que atravesamos, es particularmente
cruel procurar secar o envenenar, mediante insinuaciones
maldosas, la fuente donde tantos afligidos han logrado un
remedio para sus probaciones.
El padre Mainage escribió en la Revue des Jeunes:
“Que las almas, atrapadas por las dolorosas separaciones
causadas por la guerra, se vuelvan, confiadas, hacia la doctrina
de la Iglesia: en ella hallarán los más vivos consuelos, más
pacificadores que las engañosas fantasías del Espiritismo, que
presenta falaces y perturbadoras imágenes.”
Sin embargo, apreciado padre, los desesperados de quienes
hablamos han ido primeramente a la Iglesia, que ha sido
impotente para darles la menor palabra de afecto y de esperanza
de aquellos que les eran queridos.
Jamás se sabe, con la doctrina católica, si nuestros muertos
queridos están en el infierno, en el purgatorio o en otros lugares,
si los reencontraremos algún día o bien si estaremos separados
de ellos eternamente.
Solamente el Espiritismo puede darnos las pruebas tangibles
de la supervivencia y de la presencia de nuestros muertos
queridos, con la certidumbre de reunirnos, tras la muerte, en la
vida infinita.
A su vez, el padre Coubé nos hace parar y nos dice:
“¡Desconfiad, pues el diablo es muy fino, muy astuto; él sabe
adoptar todas las formas, todas las apariencias, fingirse apóstol, a
fin de mejor atraer hacia sus redes!”
Conocemos bien ese razonamiento, que no es nuevo. Hace
cerca de dos mil años los padres judíos ya acusaban al Cristo de
actuar bajo la influencia de Belcebú.
Nuestra Juana de Arco, cuya vida entera fue una epopeya
espírita, un poema de mediumnidad, fue condenada, como
“hechicera, evocadora de demonios”, por un tribunal eclesiástico
en el cual figuraban, no solo el vice-inquisidor y tres obispos,
sino a veces incluso hasta un centenar de padres de todas las
categorías.
Hoy, la Iglesia, tras haber, en el Syllabus, lanzado anatema
contra la Ciencia, la Razón y el Progreso, condenó, por su turno,
al Espiritismo. Está conforme a su lógica. Estaba anunciado que
todos los enviados de Dios serían maldecidos, humillados,
perseguidos por los religiosos.
La Iglesia no percibe que, condenando el Espiritismo, ella
misma se condena, porque entonces elimina el milagro, es decir,
el fenómeno espiritual que es su propia base.
¿Por cuáles poderes, con qué autoridad la Iglesia Romana se
arroga para juzgar y condenar?
¿Cuál es, por tanto, el valor de sus condenaciones?
Sus pretensiones de infalibilidad reposan únicamente en las
palabras de Jesús a Pedro, citadas en el Evangelio de San Mateo:
“Tú eres Pedro; sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las
llaves del Reino de los Cielos y todo cuanto desatéis sobre la
Tierra quedará también desatado en los Cielos.”
La Iglesia afirma que esas palabras, pasando por Pedro, se
dirigían a la larga sucesión de los papas del futuro.
Para empezar, ¿serán auténticas? Ciertos exegetas dudan de
ello y de la secuencia de las modificaciones sufridas por las
Escrituras en diferentes épocas. Notemos que esas palabras no
se encuentran en los otros evangelios canónicos y que, cuando
menos, no hablan de infalibilidad.
Se sabe que originariamente había cincuenta y cuatro
Evangelios. Fue la Iglesia, ella sola, quien procedió a elegirlos y
decidió que cuatro, los actualmente conocidos, eran de
inspiración divina. De ello resulta que el Evangelio extrae su
autoridad de la Iglesia y que ésta, a su vez, extrae la suya del
Evangelio. Ahí está un círculo vicioso, es decir, el más pobre de
los razonamientos posibles.
No hay, realmente, cómo justificar la actitud autoritaria del
clero sobre ciertas cuestiones, ni su tendencia a fulminar todo lo
que le haga sombra y pueda perjudicar su dominación.
Más adelante, el Evangelio de San Mateo relata un incidente
ocurrido entre Jesús y Pedro, a propósito de un viaje a Jerusalén.
Jesús lanza al príncipe de los apóstoles la siguiente exclamación:
“Apártate de mí, Satanás, tú eres para mí motivo de
escándalo, porque no comprendes las cosas que son de Dios, sino
tan solo las que son de los hombres.”
Esas palabras ¿se dirigían también a todos los papas del
futuro? En ningún caso ellas consagran su infalibilidad.
Muestran, igualmente, que el Cristo no atribuía a las palabras
“infierno” y “Satán” el sentido que la Iglesia les da, es decir, de
una prisión eterna donde reina el genio del mal.
Los Evangelios están llenos de contradicciones y la Iglesia
Romana desaconseja su lectura a los fieles sin el concurso de un
cura que los interprete.
Las Iglesias Reformadas, muy diferentes en el caso,
recomiendan su estudio y libre examen, obteniendo así
resultados morales superiores.
No se podría deducir de esas críticas que somos un enemigo
de las religiones; por el contrario, pretendemos ser su amigo
sincero y clarividente.
Reconocemos, sinceramente, que la religión es necesaria para
el orden social. Ella puede y debe introducir en la vida individual
y colectiva elementos de disciplina, desarrollar el papel
salutífero del freno, amparando las almas en el declive del vicio
y del crimen.
Para ejercer tal influencia moral, para producir todos sus
efectos deseables, es preciso que ella esté en armonía con las
necesidades intelectuales, con los conocimientos y las ideas de la
época.
Por el contrario, si el divorcio se establece entre la razón y la
creencia, entre las inteligencias y las conciencias, de ello resulta
una perturbación profunda y la sociedad se encamina hacia el
desorden, la anarquía y la confusión.
Como todas las religiones de la Tierra, las Iglesias Cristianas
han recibido su parte de revelaciones divinas.
El pensamiento de Jesús ha visitado durante mucho tiempo
sus santuarios, pero las religiones han cometido el error de creer
que la comunión espiritual establecida por el Cristo, entre ellas el
Mundo Invisible, tenía un carácter exclusivo y temporal, cuando
esa comunión es permanente y universal.
Se concluye que ha secado, para ellas, la fuente de donde
manan abundantemente las fuerzas, los socorros y las
inspiraciones de lo Alto.
Las voces del Espacio solo eran oídas por los santos o fieles
privilegiados.
La amenaza de las hogueras y de los suplicios había impuesto
silencio a la mayoría de los intérpretes del Más Allá, y el espíritu
de la Iglesia Romana, en particular, ya no estaba fecundado por
el influjo divino.
Poco a poco, su enseñanza se amezquindó, su concepción de
la vida y del destino se achicó; la onda de descreencia, de
materialismo y de ateísmo aumentó, creció y ahogó nuestro país.
Hoy, la Iglesia Católica se ha vuelto impotente cara a las
doctrinas del negativismo porque sus participantes, ya hemos
tenido ocasión de decirlo, exigen pruebas sensibles y
demostraciones científicas y positivas.
Asociándose estrechamente a la política reaccionaria, a los
partidos retrógrados, la Iglesia se ha vuelto impopular en Francia
y ha perdido su prestigio y autoridad.
Sin duda durante el curso de la guerra, muchos de sus
miembros cumplieron noblemente su deber, pero el Vaticano ha
agravado su situación al tender ostensivamente hacia los
imperios centrales, tan pronto como creyó en su victoria.
En medio de las probaciones terribles que nos asaltan, ante el
creciente peligro, la voz de Dios se hace oír y las incontables
legiones del Espacio han sido convocadas. Ellas han retomado el
contacto terrestre, a fin de despertar en el hombre el sentimiento
de la inmortalidad, con la noción de los deberes y de las
responsabilidades que de ello resultan.
Si la Iglesia hubiese comprendido sus verdaderos deberes,
hubiera corrido a acoger ese socorro del cielo y hubiera dado a
los fenómenos el lugar que les era debido.
Hubiera presentido que allí hay una manifestación de la
voluntad superior, a la cual sería pueril e inútil oponerse; hubiera
obtenido en los hechos psíquicos los elementos para una
renovación, el medio de infundir en su cuerpo desgastado,
disecado por los siglos, una sangre, un espíritu nuevo, y de
desempeñar todavía un papel importante en la obra del progreso
humano.
En cambio, si en su ceguera ella sigue guardando una actitud
hostil, como la de calificar de satánico lo que es de orden divino;
si ella persiste en rehusar la mano que se le tiende desde lo Alto,
para salvarla, entonces ella misma se condenará a una muerte
lenta, a la caída y a la ruina.
Se podrá aplicar a sus representantes, a sus defensores, las
palabras de la Escritura:
“Tienen ojos pero no ven, tienen oídos pero no oyen.

lunes, 11 de abril de 2011

OCURRIÓ EN UNA CASA ESPIRITA 1ª PARTE

INFILTRACIÓN PROGRAMADA
En una extraña ciudad del plano espiritual inferior, se congregaron espíritus obsesores con las más perversas intenciones. Reunidos en una sombría plaza, trazaron directrices de persecución y destrucción de una respetable Institución Espírita. Entidades recién desencadenadas deambulaban, lunáticas, por la extraña región, semi-esclavizadas por mentes maléficas que las transformaban en verdadero material humano de desequilibrio. Estos infelices permanecían junto a los obsesores por tener compromisos espirituales intensos delante de aquellos que se dedicaban a la práctica del mal. La psicosfera de la ciudad bizarra era densa, triste, angustiante y depresiva; resultante de los pensamientos de sus habitantes. Julio César, en la condición de jefe, llamaba desde el centro y desde lejos a los obsesores, que circulaban en torno del jardín de piedras, con las siguientes argumentaciones: - ¡Adelante, amigos, el trabajo nos espera! No podemos perder más tiempo, es necesario que actuemos ahora como, de lo contrario, el trabajo de dos años estará perdido. - ¿Cuál es la misión? - Preguntó Gonzálves, uno de los compañeros inmediatos a Julio César. - ¡La misión,- respondió el siniestro orador - es de infiltración espiritual! Estamos, desde hace tiempo, planeando la invasión, dominio y destrucción de una gran Casa Espírita. Cuando el adversario jefe pronunció estas palabras, extensa multitud de espíritus fanáticos corrió junto al perseguidor maestro, escuchándolo atentamente, mientras la novedad corría, relampagueante, entre los habitantes del extraño "municipio". Verdadera falange de adversarios de la bondad se presentó delante del líder perverso, animándolo en la transmisión de éstas terribles orientaciones: Aquí tengo la relación actualizada. - Y, manoseando torpemente el material, expuso una larga lista con estadísticas de trabajos espíritas, leyendo, segundos después, en voz alta, estos datos: Solamente este año: 2500 espíritus, que estaban bajo nuestro comando, fueron violentamente arrancados de nosotros y se convirtieron al Nazareno, con el auxilio de la mediumnidad parlante, del diálogo engañador y de la interferencia de los emisarios del bien; cerca de 3000 encarnados, que permanecían bajo severos procesos obsesivos, readquirieron el equilibrio, gracias a la odiosa intervención de las entidades de luz; una gran multitud está encontrando en aquella Casa maldita, tranquilidad y confort espiritual lo que, para nosotros, es abominable; más de 4000 entrevistas; aproximadamente 20.000 vibraciones; centenas de charlas, transmitiendo la Doctrina Espírita y las enseñanzas de Jesús, exaltando el bien y el amor. Y aún hay más, - continuó el expositor de las tinieblas, imprimiendo en las palabras rabia e inconformismo. Más de 15.000 pases trasmitidos, de los cuales el 70% tuvieron efectos muy positivos sobre las personas; 200 enfermos, imposibilitados físicamente de comparecer a la institución, recibieron la visita fraterna y la fluidoterapia contra nuestra voluntad. Y no acaba ahí, - insistió el malhecho completamente admirado - : ¡gestantes, niños, jóvenes, caminantes etc. recibieron de la Casa Espírita el concurso cariñoso! ¡Eso sin contar las obras sociales que impulsan ampliamente a la criatura humana! ¡El Centro en cuestión es una dínamo de beneficencia! Si con nuestra interferencia ellos trabajan terriblemente, ¿imaginan si dejásemos el camino libre? Por eso, es preciso que continuemos, redoblando nuestros esfuerzos a fin de acabar con esa desacertada caridad, la absurda preocupación por el otro y, por encima de todo, con esa inaceptable propuesta de renovación moral, traída por el Cristo, que exige demasiado de los seres humanos. Recibimos, de nuestros superiores, más de ocho mil solicitudes, tengo conmigo los apuntes. - Y, lanzando al viento algunos papeles, continuó irritado - : Miren, requerimientos de obsesión, memorándum solicitando prioridades, innumerables órdenes de servicio no cumplidas y sin contar las infinitas reclamaciones... ¡Como ven, nuestra incompetencia está declarada! Es preciso estar organizados para la desestructuración de la institución Espírita que nos atormenta. Permanecemos desacreditados ante nuestros superiores y creo que a ninguno de nosotros le gustaría desafiarles o contrariarles. Todos sabemos de la ira que nos perseguirá eternamente, si fallamos. ¡Todo cuidado es poco,- advirtió el organizador del mal, - sino somos cautelosos, expertos e inteligentes, podemos caer en las garras de los emisarios de la luz, que hacen verdadero lavado cerebral proporcionándonos un bienestar falso, con el objetivo de esclavizarnos de nuevo en la Tierra a través de la reencarnación! ¿Y cómo vamos a actuar? - Preguntó un bullicioso bastante animado -. ¿Acaso, vamos hacer que los objetos se muevan? ¿Arrojaremos piedras contra los elegidos del Señor? ¿Asesinaremos a alguien? Y, desde la muchedumbre, fueron proferidas infinidad de sugerencias maléficas, entre la algarabía y una pseudoalegría que envolvían a la legión ensordecedora. El líder fanático preciso interrumpir la agitación alertando: - ¡No será así! Nuestro trabajo está dentro de ciertos límites; leyes universales regulan nuestra influencia. ¡Y la Casa Espírita, la cual deseamos invadir, dispone de poderosa protección espiritual, millares de espíritus superiores en incesante trabajo en el bien, además de entidades sublimes garantizándoles extraordinario auxilio! Nuestra actuación, - prosiguió el planificador de las sombras, - será discreta. Trabajemos silenciosamente, ocultamente, en el campo de los sentimientos, sugiriendo pensamientos, estimulando las irritaciones, los celos, la crítica, la indignación, la susceptibilidad, la disputa de cargos, funciones, tareas etc. Tenemos ahí, un vasto campo de actuación junto a las inferioridades humanas. Aprovecharemos las brechas dejadas por muchos trabajadores. Lo gracioso es que ellos, los encarnados, dicen que, de tiempo en tiempo, nosotros, los llamados obsesores, promovemos ondas de influenciación negativa, retirando a los "angelitos" del camino del bien. Ellos es que, de vez en cuando, abren brechas; nosotros sólo aprovechamos los deslices y descuidos de los "ilustres seguidores de Jesús". A propósito, - confirmó el malvado predicador, - ese es el único modo de penetrar en la institución, la única forma de no ser borrados por las corrientes protectoras, pues los mensajeros del bien no pueden violar el libre albedrío de los adeptos de Cristo. Los Espíritus de lo más Alto siempre dicen que del mal se extrae el bien, que nuestra entrada es permitida porque servirá de testimonio para muchos de los frecuentadores y trabajadores de la Casa. Con todo, mientras las entidades evolucionadas aguardan el aprobado de sus pupilos, en el campo de las pruebas, nosotros apostamos en el suspenso de los tutelados. Tenemos que valorar el momento, pues las dificultades económicas, sociales y políticas del país están a nuestro favor; muchos, envueltos con los problemas materiales, olvidan vigilarse, cultivando el pesimismo, la irritación, los juramentos etc.; entrando naturalmente, en nuestra faja vibratoria, autorizándonos el proceso de influenciación; y, en la mayoría de las veces para nuestra satisfacción, no se acuerdan de la oración, que podría apartarnos completamente, rompiendo nuestros propósitos. ¡La falange de las tinieblas estaba magnetizada por las palabras del jefe! Cuando Julio César percibió que ya había estimulando a cuantos necesitaba, para la implantación de sus ideas, entonó éste grito de guerra: - ¡Adelante! ¡Para aquella odiosa Casa Espírita, el momento del Apocalipsis, del ajuste de cuentas, del juicio final y la destrucción llegó! ¡Ellos mismos se autodestruirán! Terminando el discurso maligno en tono de oratoria, el obsesor fanático fue aplaudido, aclamado e izado por los compañeros, mientras la multitud cantaba un himno exótico, enalteciendo a las fuerzas de las tinieblas, al mismo tiempo en que gritos alucinantes de combate corrían, sinuosos, encontrando eco en el corazón engañado de los obsesores. Y bajo la influencia sonora de una alucinante marcha hipnótica que incentivaba a la destrucción, la legión de los adversarios del bien se escondía por las calles estrechas de la exquisita ciudad, preparándose para el terrible proceso de infiltración. Días después, en la Casa Espírita, el trabajo seguía normalmente. En el plano espiritual, no obstante, los instructores responsables del Centro recibían la noticia: Vamos a tener más de una tentativa de invasión de los adversarios del bien, - comunicó Juana, una de las cooperadoras espirituales del Centro. Acabamos de socorrer a un espíritu desequilibrado que prestaba servicios a una extensa multitud de obsesores. Habiéndose liberado de la influencia negativa, nos narró, con riqueza de detalles, la diabólica charla que el ya conocido Julio César realizó en su ciudad siniestra, amenazando una vez más destruir la obra del bien. El mentor trató de apaciguar a los trabajadores espirituales, solicitando que programasen una reunión con todos los cooperadores desencarnados, con el objetivo de informarles respecto a la posible invasión.
EVALUANDO LA AMENAZA
En la mañana siguiente, cuando el Centro, en su parte física, permanecía cerrado, los benefactores espirituales aprovechaban la madrugada para efectuar una conferencia alentadora sobre el deseo de dominación de las entidades inferiores. Hecha la oración de apertura, el mentor pronunció estas orientaciones: ¡Hermanos! El Señor de la Vida nos concedió esta Casa Espírita como oficina de trabajo junto a las criaturas humanas de los dos planos. Hemos encontrado, en éste Centro, la alegría del estudio, del socorro y de la labor espíritas; posibilitándonos la bendiga oportunidad del servicio cristiano, en compañía de los hermanos encarnados comprometidos con el mismo ideal. Con todo, nosotros, que permanecemos en el lado de acá, tenemos el deber de ampararlos y conducirlos por caminos rectos; respetándoles, obviamente, la facultad de libre elección. Nuestro modesto trabajo en la siembra de Jesús, ha llamado la atención de los adversarios espirituales deseosos en aniquilar toda y cualquier disposición de ayuda cristiana. En el fondo, son almas enfermas, profundamente necesitadas de atención y cariño, que se esconden usando la máscara de la maldad que, antes o después, tendrá que caer, pues la ley es de progreso para todos. ¡Por eso, nuestras actividades se encuentran amenazadas! En este instante, varios espíritus aún en aprendizaje para el trabajo espiritual se espantaron. Algunos quedaron temerosos, creyendo que nuestros superiores no tendrían disposición y recursos para la defensa, lo que llevó al orientador espiritual a transmitir las siguientes palabras tranquilizadoras: ¡Calma, amigos míos! Todo está bajo control. Es necesario que nos dispongamos a fortalecer a nuestros hermanos en jornada terrena. Para ellos, será una extraordinaria posibilidad de testimoniar, en la práctica, todo aquello que estudian acerca de las enseñanzas de Jesús. ¿Qué sería del alumno si la escuela periódicamente no le aplicarse exámenes? La sabiduría divina, a través de sus leyes, controla todo, maniobra todo y, en un mundo de pruebas y expiaciones, es natural que el mal predomine, experimentando, constantemente, a los que aspiran al título de seguidores de Jesús. ¡No hay motivo para tener miedo o flaqueza moral! No estamos abandonados por Dios; disponemos de muchos recursos espirituales de defensa; tenemos a nuestro lado a las entidades sublimes que nos apoyan, inspiran y garantizan nuestra protección. Permanecemos trabajando en nombre de Jesús; estamos cumpliendo, cuanto nos es posible, los designios divinos. ¡Disponemos de todos éstos recursos, por eso no hay motivo de pánico! Esta será una batalla que competirá a los encarnados vencer; nosotros, no obstante, nos limitaremos a protegerlos, vigilando y orando fervorosamente. Es cierto que algunos, por los sentimientos que alimentan, no merecerían siquiera nuestro concurso; entretanto, las tareas que realizan promueven el bien común y, por el trabajo bien hecho que ejecutan, aunque lo realicen como "profesionales espíritas" y no como verdaderos idealistas, nuestra protección se hará sentir pensando en el todo de la Casa. Aunque éstos "profesionales" nada reciban financieramente, están siempre en busca de los elogios, de la notoriedad y siempre se irritan cuando no son llamados. Esos, infelizmente, a pesar de todo nuestro empeño en protegerlos, aún pensando en las tareas, serán los principales alcanzados. En una actuación aislada, tenemos mecanismos para evitar el asedio del mal, pero con una falange tan bien preparada, con mentes inteligentes explorando todas las inferioridades humanas, y éstos encarnados vibrando en el mismo padrón, será prácticamente imposible salvarlos. Es una pena que en el Templo de la Fraternidad, entre los conocedores del Evangelio, algunos insistan en ser el ejemplo de aquello que Jesús no enseñó. Con todo, tenemos que comprender que éstos hermanos están en aprendizaje, no despertaron aún, y actúan así por cargar en el alma las informaciones espíritas y no la vivencia de ellas. Incluso así, nosotros que comprendemos más, deberemos tolerarlos, inspirarlos, conduciéndolos por el camino del bien, porque es de ley divina hacer al otro lo que nos gustaría que nos hiciesen. No deseamos estar entre aquellos que apuntan las dificultades criticando maliciosamente, sin presentar propuestas de ayuda y renovación. Deseamos cooperar en silencio, prefiriendo ver en el semejante las virtudes que ya conquistó, animándolo amorosamente para vencer las propias dificultades morales; agradeciendo, en lo posible, a aquellos que, sin pretensión, verdadera y amorosamente, trabajan en beneficio de la Causa Espírita. Para eso, tenemos la sublime oportunidad de la mediumnidad, que nos posibilita irradiar centenares de mensajes sencillos, aquellos que, incluso sin tener condiciones de ser divulgados como literatura espírita, calan hondo en el corazón de los participantes de las reuniones de intercambio espiritual. Muchas veces, a través de mensajes simples es que los espíritus sublimes hablan, porque prefieren la sencillez del corazón, los pobres de espíritu, los mansos y pacíficos para servirles de intérpretes. Por eso, no debemos desanimar en la tarea de protección e inspiración espiritual que nos cabe. En contrapartida, poseemos muchos hermanos que, viviendo el Espiritismo, nos posibilitarán actuación más directa, calmando y tranquilizando las mentes encarnadas, cuando los adversarios del Evangelio esparcen, por las mentes no preparadas, el virus de la crítica, de la intolerancia y de las disputas. Estamos acostumbrados a semejantes embestidas de las sombras y siempre ha prevalecido la bondad divina. Claro que ésta institución corre el riesgo de ser destruida, principalmente si los frecuentadores y trabajadores se dejasen contaminar por las influencias nocivas de los espíritus perturbadores. Con todo, tenemos en varios departamentos de la Casa compañeros que partirán de aquí, de nuestra esfera, con la misión de efectuar un trabajo espírita serio basado en la vivencia cristiana. Si los malhechores espirituales examinan las flaquezas humanas, nosotros podemos estimular las virtudes del alma, apartando, con la vivencia de las enseñanzas de Jesús, las tinieblas de la maldad. Será un período más de redoblados cuidados, de incesante trabajo; permitiremos la entrada de ciertas entidades, para que nuestros hermanos en humanidad tengan la condición de dar testimonio de sus conquistas espirituales. Es verdad que, en éste proceso de envolvimiento espiritual negativo, muchos se envolverán hasta el punto de desistir del camino, reencontrándolo, más tarde, cuando estén maduros por la vida. Aquellos que guardan las enseñanzas de Jesús solo en los labios, los que trabajan por pura vanidad, los envidiosos, melindrosos que no desean fortalecerse, caerán en las redes de los malvados invasores, porque vibran en la misma sintonía de los enemigos de la verdad. Otros, los trabajadores discretos, respetables, deseosos del bien, idealistas, podrán sentir cierto envolvimiento, entretanto, sabrán hacer brillar la propia luz, sintonizando con los planos superiores, protegiéndose naturalmente de la infiltración de las sombras, contribuyendo para la sobrevivencia y continuidad de éste Centro. Tal vez estos tengan el corazón herido, el alma triste, pero sabrán comprender a los compañeros desequilibrados, perdonándolos por no conseguir aún dar el testimonio cristiano; y, a medida que soportan los aguijonazos de las imperfecciones humanas, habrán de proseguir granjeando naturalmente la simpatía de espíritus superiores. No podemos exigir de las criaturas aquello que no conquistaron. ¡Cada uno da lo que posee! Infelizmente, muchos no saben valorar la honra de los testimonios en favor del Evangelio. Otros olvidan que la Casa Espírita es un Templo sagrado, donde se exaltan los valores de Cristo a través de la fraternidad. Además, continuó el mentor cambiando el rumbo de la exposición, centenares de espíritus mentirosos alcanzarán libertad; podemos tocarlos con el mensaje evangélico convidándolos a la transformación moral. ¡En la gran familia universal, de la cual Dios es el responsable, nadie se perderá para siempre! El Padre es realmente sabio, permite ciertas infiltraciones que, al principio, parecen terribles, exactamente para hacer que la humanidad progrese más deprisa. ¡Por tanto, estemos confiantes! Precisaremos animarlos en el bien, estimulándolos a la fraternidad, cuando estén en el capítulo de las pruebas. Evitemos los comentarios innecesarios. Permanezcamos, delante de estos acontecimientos, en silencio absoluto, hablando sobre ellos lo estrictamente necesario, a fin de poner en acción la caridad. Mensajes preventivos solicitando más trabajo, vigilancia, tolerancia y oración en las tareas de beneficencia, están siendo redirigidos y posteriormente serán dirigidos a través de la mediumnidad, con objetivo de esclarecerlos previamente y de modo general, sobre las infiltraciones espirituales. Ya fueron convocados los espíritus protectores de todos los encarnados, que ejecutan cualquier tarea en este templo cristiano, solicitando su comparecimiento en una reunión de estudio, donde pediremos su concurso para vigilar a sus tutelados más intensamente, ayudándolos a vencer los ataques de las tinieblas. Ahora, - dijo el trabajador finalizando la exposición, - me compete alertar personalmente a los dirigentes encarnados de éste puesto de servicio. En cuanto a nosotros, sigamos con tranquilidad, no obstante, alerta, guardando confianza en Dios, en nosotros mismos y, principalmente, en los hermanos envueltos en la materia densa. Terminada la conferencia, los trabajadores del mundo espiritual se retiraban en silencio absoluto, dedicándose a las labores de rutina, cuando Castro, el presidente encarnado del Centro, acompañado de Israel, el director de las actividades doctrinarias, se presentaban desdoblados del cuerpo, demostrando en la mirada una expresión de gran preocupación.