viernes, 22 de octubre de 2010

A MIS SIETE AÑOS....


Hoy voy a escribir lo que me dicte el corazón, el sabe como pienso y el amor que desprende, y sin más me he puesto a escribir, y mi mente ha comenzado a pensar cuando yo tenia 7 años, en mi niñez, vivi en un pueblecito pequeño, y en ese tiempo las cosas ocurrian de otra manera, la gente trabajaba, no pensaban mucho; cada uno iba a lo suyo a trabajar todos tenian algo que hacer,
los colegios heran escuelas rurales: habia una profesora y un profesor, que se llamaban Maestros habia dos escuelas una para niños y la otra para niñas, yo desde muy chiquitita siempre hablaba con mi corazón era una voz que me hablaba y yo le contestaba, hablaba mucho siempre de amor a los de mas; de ser util y ayudar, recuerdo que los domingos me daban una moneda de 10 centimos que la mayoria de las veces me la guardaba, para ir al cine megustaba mucho el cine (hoy me sigue gustando) un dia tenia 5 monedas de 10 centimos y estaba contenta pues podia ir al cine y conprarme palomitas pero ese dia por la mañana que era Domingo, paso por mi calle una niña despeinada y sucia, le dije como te llamas, Raquel mecontesto, le dije Raquel sabes rezar, y me dijo no ( esa niña no era del pueblo venia con sus padres y tenia muchos hermanos a vender cosas) le dije quieres que te enseñe a rezar y a conocer a nuestro Maestro Jesús, y me dijo me gustaria pero yo tengo que llevar dinero a mi madre porque me manda pedir limosna, por las casas que aviso que estamos vendiendo en la plaza, le dije Raquel y si yo te doy 5 monedas de 10 centimos sera bastante para que recemos y te esplique el amor a Jesus me contesto vale no medan tanto por las casas
enpezamos a orar le en señe el padre nuestro y el ave maria, estubimos mucho rato y lo aprendio bastante, se fue y me dijo te puedo dar un beso le dije claro que si un beso y un abrazo y me dijo no me han besado nunca y tampoco me han dado un abrazo pues mira hoy es el primero y cada vez que nos veamos nos besamos y nos abrazamos, y asi lo hicimos pero un dia nos vio una señora del pueblo, y fue a decirselo a mi madre que yo estaba besando a la niña que venia a pedir limosna, mientras sus padres vendian cosas en la plaza, mi madre cuando llegue a casa me pregunto lo que le habia contado la vecina, y yo le conteste que todos somos hijos de Dios que si que la habia besado y abrazado despues de mirarme si habia cojido piojos por lo sucia que hiba yo le dije va sucia porque no tiene otro vestido que ponerse, y su madre no le deja lavarse para que de pena y le den limosna, entonces mi madre me abrazo y medio un beso lo estas haciendo muy bien hija, sigue asi que siempre tendras tu corazón con mucho amor estoy horgullosa de ti...
Al dia siguiente estaba en la escuela, y la maestra y de más personas del pueblo se fueron a Lourdes haber a la virgen: y nos mando que escribiesemos una carta que ella la leeria a la virgen
yo tenia 7 años y coji un folio y me puse a escribir pero yo escribia y me la dictaba mi corazón la puse en un sobre y se la di a la Sta Victoria que asi se llamaba la maestra.
Cuando vino deLudees, dijo que estaba muy contenta con todas por las cartas que habia leido a la virgen, cuando termino la clase me dijo que me que dase que queria hablar con migo espere yo estaba tenblando de miedo, que queria de mi ya mevi con un castigo, y a los pocos minutos entraron el maestro que se llamaba Pascual y el cura parroco Eduardo se pusiron de lante de mi y me preguntaron que quien me habia escrito la carta a la viergen; yo los miraba y le conteste que la habia escrito yo y me dijeron que no que una niña de 7 años no sabe escribir una carta como esa, yo llena de miedo les dije que si estaba mal la carta, y me contesto la maestra que al contrario que esa carta era de una persona mayor y con mucha cultura, yo les conteste cuando la escribia me la dictaba desde mi corazón mi amigo Jesús, se rieron y me dijeron que ya hablarian conmigo que ahora que me fuese, me fui a casa y me quede callada no lo conte a mis padres tenia miedo pero me fui a mi habitación y hable con mi amigo me dijo no te preocupes no te haran nada se les olvidara enseguida yo me puse mas tranquila el hablar con mi amigo me hacia estar contenta y ser muy feliz. Otro dia seguire por hoy ya esta bien( termino solo quiero decir que toda via es mi amigo y cada dia lo quiero más Jesus siempre esta conmigo. Hasta otro dia.....

sábado, 9 de octubre de 2010

ANTE LAS PUERTAS LIBRES

He leído "Liberación" de Chico Xavier, es un libro muy interesante y nos enseña
como Ante las puertas libres de aceso al trabajo cristiano y al conocimiento saludable de Ándre Luíz va esclareciendo y recordando, como se trabaja en el mundo espiritual las cosas que un espiritu necesita para subir a la esfera
que le toca vivir y el trabajo de los mentores, guias y de mas hermanos.
que acen para que el ser humano pueda subir com toda las libertad ayudandoles como los pases magneticos, con el periespiritu , con las oraciones que todos se unen para que tengam mas bibración
Emmanuel Guia de Chico Xavier esplica en el prologo la leyenda del pececito Bermejo; es como puede hir nuestra vida con amor o con desamor....
En el centro de hermoso jardin, habia un gran lago adornado de ladrillos azul turqusa; Alimentado por un diminuto canal de piedra, traía las aguas del otro lado, a través de una reja muy estrecha.
En ese reducto acogedor, vivía toda una comunidad de peces rollizos y satisfechos,
en complicadas cuevas frescas y sombrías. Eligieron a uno de los conciudadanos de
grandes aletas para el cargo de rey, y vivían allí, plenamente despreocupados, entre la gula y la pereza.
Entretanto, junto a ellos, había un pececito, menospreciado de todos.
No conseguía pescar la más leve larva, ni refugiarse en los nichos de barro.
Los otros, voraces y gordiflones, arrebataban para sí todas las larvas y ocupaban,
displicentes, todos los lugares consagrados al descanso.
El pececito rojo nadaba y sufría. Por eso mismo era visto, en correría constante,
perseguido por la canícula o atormentado de hambre.
No encontrando ninguna estancia en el amplio domicilio, el pobrecito no disponía
de tiempo para mucho ocio y comenzó a estudiar con bastante interés.
Hizo el inventario de todos los ladrillos que adornaban los bordes del pozo,
registró todos los huecos existentes en él, y sabía, con precisión, donde se reuniría la
mayor masa de lodo cuando llovía.
Después de mucho tiempo, a costa de largas investigaciones, encontró la reja del
desagüe.
Frente a la imprevista oportunidad de aventura, se dijo a sí mismo:
–“¿No será mejor investigar la vida y conocer otros lugares?” Optó por la
investigación.
A pesar de su delgadez por la mala alimentación, perdió varias escamas, con gran
sufrimiento, para poder atravesar el pasaje estrechísimo.
Pronunciando votos renovadores, avanzó, optimista, por la corriente de agua,
encantado con los nuevos paisajes, ricos en flores y el sol que tenía ante sí, y siguió,
embriagado de esperanza...Ante las puertas libres............
Pronto alcanzó un gran río, e hizo innumerables conocimientos. Encontró peces de
muchas familias diferentes, que simpatizaron con él, instruyéndole en cuanto a las
dificultades de la marcha y revelándole caminos más fáciles.
Embebido contempló, en las márgenes, hombres y animales, embarcaciones y
puentes, palacios y vehículos, cabañas y arboledas.
Habituado a tener poco, vivía con extrema simplicidad, sin perder jamás la ligereza
y la agilidad naturales.
Consiguió, de ese modo, alcanzar el océano, ebrio de novedad y sediento de estudio.
Mientras, fascinado por la pasión de observar, se aproximó a una ballena para
quien toda el agua del lago, en el que viviera, no sería más que una diminuta ración;
impresionado con el espectáculo, se acercó a ella más de lo que debía y fue tragado
con los elementos que constituían la primera comida del día.
En apuros, el pececito afligido oró al Dios de los peces, rogando protección en las
fauces del monstruo y, a pesar de las tinieblas en que pedía salvamento, su oración fue
oída, porque el cetáceo comenzó a sollozar y vomitó, restituyéndole a las corrientes
marinas.
El pequeño viajero, agradecido y feliz, buscó compañías más simpáticas y aprendió
a evitar los peligros y tentaciones.
Plenamente transformado en sus concepciones del mundo, pasó a observar las
infinitas riquezas de la vida. Encontró plantas luminosas, animales extraños, estrellas
móviles y flores diferentes en el seno de las aguas. Sobre todo, descubrió la existencia
de muchos pececitos estudiosos y delgados, tanto como él, junto a los cuales se sentía
maravillosamente feliz.
Vivía, ahora, sonriente y en calma, en el Palacio de Coral que eligiera, con
centenares de amigos, para residencia dichosa, cuando al contar su laborioso pasado,
vino a saber que solamente en el mar las criaturas acuáticas disponían de sólida
garantía, ya que, cuando el estío se hiciese más arrasador, las aguas de otra altitud
continuarían corriendo hacia el océano.
El pececito pensó, pensó... y sintiendo inmensa compasión de aquellos con quienes
había convivido en la infancia, decidió consagrarse a la obra de su progreso y
salvación.
¿No sería justo regresar y anunciarles la verdad? ¿No sería noble ampararles
prestándoles, a tiempo, valiosas informaciones?
No lo dudó.
Fortalecido por la generosidad de los hermanos benefactores que vivían con él en
el Palacio de Coral, emprendió el largo viaje de vuelta.
Volvió al río, del río se dirigió a los regatos y de los regatos se encaminó a los
canales que le condujeron al primitivo hogar.
Esbelto y satisfecho como siempre, por la vida de estudio y servicio a la que se
consagraba, paró en la reja y buscó, ansiosamente, a los viejos compañeros.
Estimulado por la proeza de amor iba a
causar sorpresa y entusiasmo general. Seguramente, la colectividad entera celebraría
el hecho, pero, pronto verificó que nadie se movía en ese sentido.
Todos los peces continuaban pesados y ociosos, hartos en los mismos nidos
lodosos, protegidos por flores de lotos, de donde salían apenas para disputar larvas,
moscas o lombrices despreciables.
Gritó que había vuelto a casa, pero no hubo quien le prestase atención ya que nadie
había notado allí su ausencia.
Apesadumbrado buscó, entonces, al rey de enormes agallas y le comunicó la
reveladora aventura.
El soberano, algo entorpecido por la manía de grandeza, reunió al pueblo y
permitió que el mensajero se explicase.
El benefactor despreciado, aprovechando la ocasión, aclaró, con énfasis, que había
otro mundo líquido, glorioso y sin fin. Aquel pozo era una insignificancia que podía
desaparecer, de un momento para otro. Más allá del desagüe próximo, se desarrollaba
otra vida y otra experiencia. Allá afuera, corrían regatos ornados de flores, ríos
caudalosos repletos de seres diferentes y, por fin, el mar donde la vida aparece cada
vez más rica y más sorprendente. Describió las clases de tencas y salmones, de truchas
y escualos. Describió al pez luna, el pez conejo y el gallo del mar. Contó que había
visto el cielo repleto de astros sublimes y que descubrió árboles gigantescos, barcos
inmensos, ciudades playeras, monstruos temibles, jardines sumergidos, estrellas del
océano y se ofreció para conducirles al Palacio de Coral, donde vivirían todos, prósperos
y tranquilos. Finalmente, les informó que semejante felicidad tenía igualmente
su precio. Todos deberían adelgazar, convenientemente, absteniéndose de devorar
tanta larva y tanto gusano, en las grutas oscuras, y aprendiendo a trabajar y estudiar
tanto como fuese necesario para la venturosa jornada.
Tan pronto terminó, escuchó un coro de carcajadas estridentes.
Ninguno creyó en él.
Algunos oradores tomaron la palabra y afirmaron, solemnes, que el pececito rojo
deliraba, que otra vida más allá del pozo era francamente imposible, que aquella historia
de riachuelos, ríos y océanos era simple fantasía de cerebro demente, y algunos
llegaron a declarar que hablaban en nombre del Dios de los peces, que traía los ojos
vueltos hacia ellos únicamente.
El soberano de la comunidad, para ironizar mejor al pececito, se dirigió, en compañía
de él, hasta la reja del desagüe y exclamó:
–“¿No ves que no cabe aquí ni una sola de mis aletas? ¡Gran tonto! ¡Vete de aquí! no
perturbes nuestro bienestar... Nuestro lago es el centro del Universo... ¡Nadie posee vida
igual a la nuestra!... “Expulsado a golpes de sarcasmo, el pececito realizó el viaje de
retorno y se instaló, definitivamente, en el Palacio de Coral, aguardando el tiempo.
Después de algunos años apareció una pavorosa y devastadora sequía.
Las aguas descendieron de nivel. Y el pozo donde vivían los peces, panzudos y
vanidosos, se secó, llevando a la comunidad entera a perecer, atorada en el lodo.
El esfuerzo de André Luiz, buscando encender luz en las tinieblas, es semejante a la
misión del pececito rojo.
Encantado con los descubrimientos del camino infinito, realizados después de
muchos conflictos en el sufrimiento, vuelve a los cubiles de la corteza terrestre,
anunciando a los antiguos compañeros que, más allá de los cubículos en los que se
movilizan, resplandece otra vida, más intensa y más bella, exigiendo, sin embargo,
cuidadoso perfeccionamiento individual para la travesía del estrecho pasaje de acceso
a las claridades de la sublimación.
Habla, informa, prepara, explica...
Con todo, hay muchos peces humanos que sonríen y pasan, entre la mordacidad y
la indiferencia, buscando grutas pasajeras o peleando por larvas temporales.
Esperan un paraíso gratuito con milagrosos deslumbramientos, después de la
muerte del cuerpo.
Pero, además de André Luiz y nosotros, humildes servidores de la buena voluntad,
no olvidemos que para todos los caminantes de la vida humana pronunció el Pastor
Divino las indelebles palabras: –“A cada uno le será dado de acuerdo con sus obras”.
EMMANUEL

EL PASE MAGNÉTICO

El pase magnético no es solamente una transfusión de energías anímicas.
Es también un equílibrante ideal de la mente y un apoyo eficaz de todos los
tratamientos.
Desánimo y tristeza, tanto como insatisfacción y rebeldía, son síndromes de la
enfermedad del alma que ocasionan desequilibrios y favorecen las molestias del
cuerpo.
Si se tiene salud, esos estados del Espíritu producen desastres orgánicos; si se
está enfermo, son factores que predisponen a una desencarnación prematura.
Más no es eso solamente.
Cuando se produce un desequilibrio en la mente las fuerzas negativas entran
más fácilmente en acción, dando origen, así, a procesos obsesivos de una duración
indeterminada.
Si utilizamos el antibiótico como medicamento para detener la proliferación de
microorganismos en nuestro cuerpo físico, ¿por qué no adoptar el pase magnético como
agente eficaz para impedir las alucinaciones depresivas en el alma?
La aplicación de las fuerzas magnéticas curativas es una fluidoterapia con la misma
importancia que se da al empleo sanador de los fluidos eléctricos.
Espíritas y médiums espíritas: Cultivemos el pase magnético unido siempre al
vehículo eficaz de la oración, respetándolo como a uno de los más legítimos
complementos de la terapéutica corriente.
Es dable reconocer los abusos realizados con la hipnosis, lo cual ha dado
motivo a múltiples liviandades y lamentables truhanerías de salón en nombre de la
ciencia, constituyéndose así en un nuevo caso de confusión para el mundo; pero el
pase magnético, con la autoridad moral de la oración, fue siempre un auxilio divino
para con las necesidades humanas. Basta recordar para ello, que el Evangelio nos
presenta a Jesús atendiendo a los enfermos extendíéndoles sus manos luminosas.
André Luìz
Del libro Opinion espirita

domingo, 3 de octubre de 2010

LA FAMILIA DE PRÍETO

La familia de Pietro
¿Has estado en Nápoles, lector querido? Para los que
no conozcan esta deliciosa y pintoresca ciudad, voy a
hacer una ligera descripción.
Es una extensa y populosa villa, muellemente
recostada, en forma de anfiteatro, en una montaña que
defienden tres castillos. Tiene 300 iglesias muy bellas,
muchos palacios y lindas casas que terminan generalmente
en terrados llenos de tiestos y árboles frutales. Magníficos
jardines y paseos la rodean, y a sus pies se extiende,
tranquilo y murmurante, el azul Mediterráneo.
Nada más encantador que la deliciosa perspectiva que
ofrece su hermosa bahía, circundada de alegres y risueñas
islas, que parecen nacer de la espuma del mar.
Allí están la isla de Prócida con sus blancas casas y
sus terrados, que recuerdan el Oriente; la de Ischia, que
con sus encantadoras viñas y árboles frutales separa el
golfo de Gaeta del de Nápoles; la de Capri, donde se
recuerda la sombría figura de Tiberio; Cumas con sus
espesos laureles y sus espesas higueras; Baja y otros
muchos lugares, cuya descripción sería demasiado larga.
Volviendo a Nápoles, después de haber visitado la
elevadísima montaña del Vesubio, donde aún la
imaginación, retrocediendo dos mil años, se la imagina
vomitando lava y destruyendo la bonita e infortunada
ciudad de Pompeya, hermosa joya de los emperadores
romanos, se dejan atrás, Resina, Portici y otros bellos
pueblecitos, y cruzando el puente de la Magdalena, se
sigue la ruta para entrar en Nápoles por la Porta del
Carmine.
La parte más notable de la población es su magnífico
paseo Villa Reale, el más bello del mundo quizá, que a su
frondosidad y elegancia reúne la bellísima vista del azul
Mediterráneo y sus frescas y agradables brisas.
La mayor parte de las calles de la ciudad, pendientes
y mal configuradas, forman notable contraste con las de
Toledo (hoy de Roma) y Chiapa, que son las principales.
La de Toledo tiene en uno de sus extremos el palacio de la
Villa y el palacio Real, en el otro el Museo Nacional, y en
el centro el de Domenico Barbaja, el rey de los
empresarios, que en el suntuoso teatro de San Carlos dio a
conocer a los grandes maestros Rossini y Donizzetti, y
formó los principales cantantes que fueron después la
gloria de su siglo.
En esta misma calle de Toledo desemboca la de San
José, llamada así por el altar que en ella consagraron al
Santo Carpintero, esposo de la madre de Jesús. Casi frente
al retablo había en la época de nuestra historia, que fue en
el primer tercio del pasado siglo, una pequeña casita
compuesta de piso bajo y principal. Habitábanla un
honrado matrimonio, llamado Pietro y Marietta, con su
hija Francesca. Eran unos pobres hortelanos que tenían un
puesto de frutas y verduras en la plaza del Mercato nuovo,
donde concurrían todas las mañanas para la venta de sus
mercancías. Por la tarde iban a la huerta, que estaba
situada frente a la bahía, en el camino que se dirige hacia
el monte Pausilipo. Con motivo de la ocupación de sus
padres, Francesca solía estar casi siempre sola en su casita.
Era una encantadora niña, de diez y seis años, blanca,
rubia y sonrosada, de condiciones de carácter angelicales,
ocupándose tan sólo en la práctica de las virtudes y en el
tiernísimo amor que sus padres la inspiraban. Con el
mayor afán se esmeraba en tener su casa limpia y
arreglada para cuando estos volvieran de su cotidiano
trabajo, lo que conseguía con poco esfuerzo, porque era
hacendosa y activa, y siempre le quedaba tiempo para
dedicarse a sus labores y devociones especiales.
En el piso superior tenía su cuarto, que era un
pequeño aposento, con un balcón a la calle. ¡Aquel era el
santuario de la inocencia y de la pureza!... En un extremo
estaba el blanco lecho que aparecía adornado con una
cubierta de sarga, color de cereza, ostentando en la
cabecera un crucifijo de marfil. Además de esta imagen, a
la que rezaba todas las noches antes de entregarse al
sueño, tenía a la derecha de su cama, en un sencillo altar,
una escultura que representaba la Virgen del Carmen,
colocada en el centro de la mesa, entre jarrones de flores y
varios adornos, y detrás un cuadro con el retrato de San
Pablo. Este lienzo era regalo de un religioso que había
protegido siempre a su padre, y como recuerdo suyo, le
llevó aquel cuadro con la imagen del santo de su nombre.
Los demás muebles del aposento eran sencillos y en
armonía con la pobreza de los dueños de la casa, que
poseían apenas lo bastante para sostenerse con el producto
de su comercio.
Francesca, que estaba sentada junto al balcón
ocupándose en hilar cáñamo, manejaba la rueca con suma
facilidad y destreza, lo que demostraba su costumbre en
esta labor, y así era en efecto, porque toda la ropa blanca
que se usaba en la casa, se había hilado por ella y por su
madre. En esta tranquila y sencilla ocupación pasaban
ambas las largas veladas de invierno.
Al sentir ruido en la calle, la joven alzó la cabeza y
escuchó. A poco se detuvo a la puerta un gran carretón
onde su padre conducía las verduras y las frutas que traía
de la huerta, para llevarlas al mercado al amanecer del
siguiente día.
-¡Francesca! –gritó con voz un poco fuerte, pero de
agradable timbre, el recién llegado. -¡Francesca, hija mía,
baja pronto!
La joven, al reconocer la voz de su padre, dio un salto
y bajó de dos en dos los peldaños de la escalera,
dirigiéndose a la puerta de la calle, donde ya el buen
hombre estaba descargando sus canastos. Le abrazó con
alegría la tierna niña, limpiando con amoroso anhelo el
sudor que corría por su tostada frente, y ayudándole
después a colocar todos los fardos en el ancho portalón de
la casa, donde entraron también el carretón y la caballería
que le conducía.
-¿Sabes, hija mía –dijo Pietro besándola en la frente, -
que estás hoy más hermosa que nunca? Tú eres el encanto
de nuestra ancianidad y serás el consuelo de nuestros
últimos días.
-¡Ah, padre mío! Quiera Dios que lo sea muchos
años, y que vosotros a la vez seáis mi apoyo y mi
felicidad. Pero mi madre ¿no viene?
-Se quedó detrás –contestó el buen Pietro; -pues te
trae con mucho cuidado un hermoso canastillo de uvas, de
aquellas de Santa Lucía que tanto te agradan. Mira si es
buena, que no quiso exponerlas a los vaivenes del
carretón.
-¡Ay! ¡Madre querida! Pues voy a buscarla y la
aliviaré de su carga. Ya no me necesitáis, ¿no es verdad,
padre mío?
-Puedes ir; pero si tardáis un poco, me comeré yo
solo la cena. ¡Traigo un apetito! –exclamó Pietro.
-Eso sí que no –dijo la alegre niña riendo y
abrazándole con cariñoso extremo; -antes de cinco
minutos estaremos de vuelta.
Y estampando un sonoro beso en la tostada frente del
anciano, echó a correr la calle abajo, hacia la de Toledo,
en cuya esquina encontró a su madre que regresaba a su
casa.
Apenas la vio a lo lejos apareció en su rostro la
sonrisa del júbilo, y como una ligera cervatillo, estuvo en
dos saltos junto a la anciana, arrebatándole el primoroso
canastillo que llevaba lleno de uvas alma! ¡Cuánta
felicidad! ¿Esto es para mí? –decía levantando en alto el
canastillo.
y cubierto de
pámpanos y de flores.
-¡Ah! ¡Qué buena sois, madre del -Las uvas para ti; las flores para la Madonna- repuso
la anciana. –No olvidé tu empeño de llevarla todos los días
un bello ramo, y aquí están todas las que he podido
recoger en la huerta. ¡Como estamos en otoño, hay ya tan
pocas!... y estas poquísimas se agostan rápidamente, con
esos abrasadores huracanes que nos envía el Vesubio.
Las dos volvieron a su casa satisfechas y contentas.
Era la madre de Francesca una mujer del pueblo, pero de
tan bondadoso natural y de tan simpática fisonomía, que
con sólo verla, encantaba granjeándose amistades
duraderas por su carácter dulce y blando.
Los tres constituían una familia honrada, buena y
feliz en su modesta esfera. Nunca habían tenido disgustos vivían de su
graves, sino esas pequeñas contrariedades de la vida, que
son inherentes a la flaqueza humana, y
honrado trabajo, que aunque no muy productivo, les
bastaba para atender a sus necesidades más precisas. Si
hombres honrados había en Nápoles, Pietro estaba seguramente enprimer término; sus mujeres hacendosas y buenas, ¿Cómo de tronco tan bello y sano no había de brotar una rama florida y pura?
Francesca era un ángel de blancas alas y alma inocente,
que aun no había sentido el contacto de las pasiones
mundanas. Pero esa ley de la naturaleza tenía
indispensablemente que cumplirse en la casta y tierna niña.
del libro Alfaire el Marino.....